En la época prehispánica el xoloitzcuintle no solo fue compañero en la vida, sino fue leal con su amo más allá de la muerte
La muerte en México representa el renacimiento, así como el encuentro con aquellos seres queridos que nos dejaron en el plano terrenal. En las culturas prehispánicas, existía la creencia de que entre los vivos convivía un ser tan especial que era capaz de transportar a los muertos más allá del inframundo.
Este animal, considerado como una deidad astral, cumplía varias funciones dentro de las culturas de los pueblos mesoamericanos, pues no sólo era un animal de compañía, también se le atribuían facultades curativas.
Los aztecas creían que era capaz de aliviar dolores de cabeza o musculares, y podía curar enfermedades como el asma, reumatismo, insomnio e incluso malaria.
Esta cultura prehispánica también consideraba que el xoloitzcuintle había sido creado por Dios con el objetivo de proteger a los vivos y después de la muerte, eran los encargados de guiar sus almas al Mictlán, tierra de los muertos, en Náhuatl.
La investigadora e historiadora, Mercedes de la Garza, autora de “El perro como símbolo religioso entre los mayas y nahuas”, señala que estas culturas “creían que los perros tenían la capacidad de poder ver durante la noche a las almas que salen de los cuerpos cuando éstos duermen, por eso aúllan”.
Tras el fallecimiento del amo, se realizaba un ritual en el que el xolo era sacrificado para que acompañara al alma. Los nahuas creían que, al llegar al gran río del inframundo, el espíritu encontraba a su perro y montaba sobre su lomo para atravesar el peligroso Mictlán.
Los lacandones -grupo indígena perteneciente a los mayas- colocaban junto al muerto atado en posición fetal, una ofrenda compuesta por comida y bebida para facilitarle el viaje al otro mundo, así como un puñado de tortillas para que en su camino se las diera a las almas de los perros que la persona, mientras estuvo en vida, había matado y comido, según la doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Mercedes de la Garza.
Si en vida, la persona había tratado mal a los animales, el xolo se negaría a pasar el alma al otro lado.
De lo contrario, tomaría el espíritu, lo pondría sobre su lomo y lo llevaría a salvo hasta la tierra de los muertos, de acuerdo con el artículo “La leyenda del Xoloitzcuintle, el perro azteca”, publicado por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera del Gobierno federal.
El xoloitzcuintle, como animal psicopompo -ser mitológico encargado de transportar las almas de los muertos-, ha sido compañero en el origen del hombre, ha estado presente en su vida cotidiana y su lealtad lo ha llevado a ser su guardián hasta la muerte.