Ciudad Juárez.– Con asesinatos diarios y crueles matanzas entre criminales, la fronteriza Ciudad Juárez vive desde hace meses un alza de la violencia que recuerda mucho a 2010, cuando esta urbe mexicana fue la más violenta del mundo.
Ya en 2017 tuvimos varios meses con los índices muy altos y ejecuciones masivas como la de hace unos días. Cada día a hay dos o tres personas asesinadas, incluso en grupo. ¿Es un regreso al 2010? Pienso que sí», dijo hoy a Efe la coordinadora general de la ONG Red Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez, Imelda Marrufo.
De enero a julio, en esta ciudad del norteño estado de Chihuahua hubo 715 asesinatos, la mitad de ellos en los últimos dos meses.
Aunque lejos todavía de los niveles de antaño, pues en 2010 se convirtió en el municipio más violento del planeta con una tasa de homicidios de 229 y cerca de 3.100 víctimas, recientes sucesos han hecho saltar las alarmas.
El 2 de agosto torturaron y asesinaron a 11 personas en una casa, en una aparente venganza entre pandillas hoy rivales,
Los Aztecas y La Línea.
Estas agrupaciones pelean la venta de narcóticos y trabajan con tres cárteles que buscan controlar este importante enclave para el trasiego de drogas a Estados Unidos: el de Juárez, el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación.
Ciudad Juárez está mucho peor de lo que yo esperaba», reconocía este martes a la prensa la futura ministra de Gobernación de Andrés Manuel López Obrador, Olga Sánchez Cordero, en su visita para inaugurar los «Foros Escucha para Trazar la Ruta de Pacificación del País y la Reconciliación Nacional».
Tras estos últimos sucesos, el miedo y los fantasmas del pasado crecen en esta ciudad de 1,5 millones de habitantes, un motor económico regional por su industria maquiladora.
«Está muy fuerte la inseguridad, porque donde quiera hay gente caída, niños, inocentes», lamentó a Efe Manuel Villalobos, un cocinero de 60 años con 3 hijos y 10 nietos, que en su barrio escucha habitualmente disparos.
Villalobos hace como Mayra, una mujer de 48 años originaria de la ciudad de Chihuahua que lleva un año en este municipio fronterizo. Huyó de la capital estatal por violencia y aquí se cuida «no saliendo, no confiando en la gente que no conozco y viviendo una vida tranquila», apuntó a Efe.
El patrón de conducta se repite. Cuando oscurece se recluyen en casa. Si se escuchan disparos, se esconden. Y en la colonia (barrio), entre los vecinos, si ocurre algo grave se pregunta poco.
Tiene mucho que ver con las drogas y la drogadicción, y si te involucras con alguien que anda en esta situación, vendiendo o consumiendo, ya estás acercándote al peligro advirtió a Efe Dora Fermán, comerciante y madre de cuatro hijos, a los que cría sola tras padecer violencia de su expareja.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 72,8 % de los juarenses se sentían inseguros en la ciudad en junio pasado. Y según el informe «Así estamos Juárez» de 2018, 33 % pensó en el último año en irse de la ciudad, aunque sin especificar el motivo.
Después de 2010, esta ciudad bajó durante varios años y drásticamente la tasa de homicidios, convirtiéndose además en un ejemplo de modelo exitoso en la lucha contra la violencia, que distintos Gobiernos quisieron capitalizar.
«Es un ciudad que ha pasado por altibajos y que llegó a ser la más peligrosa del mundo. Logró como ninguna otra reducir la incidencia delictiva y recuperarse en cierta forma de la violencia; eso la hace resiliente», indicó a Efe Eunice Rendón, coordinadora de los foros por la paz en esta región.
Pero esta experta, que alerta del repunte aunque pide no caer en el sensacionalismo, la solución en Ciudad Juárez pasa por un agenda «integral» que incluye tanto «reacción como prevención» y el apoyo, fundamental, de la sociedad civil.
«Si no instalas programas permanentes, continuados y verificados que estén generando acciones preventivas desde una política pública, ¿cómo piensas sostener la seguridad?», se preguntó Marrufo.
La activista culpó de parte del repunte a la eliminación en 2017, durante el mandato de Enrique Peña Nieto, del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia.
Es una calurosa tarde en esta región semidesértica en la que los termómetros rozan fácilmente los 40 grados en verano.
El zócalo (plaza principal) se asemeja a tantos otros de México, pero sobresalen carteles con desaparecidos y cruces colgadas y pintadas que rememoran a víctimas de feminicidio.
En medio de una aparente calma, una joven y deslenguada vendedora de nieves (helados), Rocío Guadalupe, parece dispuesta a contarlo todo. Hasta que se enciende la cámara y, nerviosa, responde con evasivas.
«No vayan ustedes a caer en problemas. Siendo tan metiches, tan metichones (preguntones)», advirtió. La inseguridad, el miedo, la ley del silencio y la amenaza se hacen patentes.