Tal vez lo más criticado en una corrida de toros no sea el hecho de enfrentarse a estos bravos animales, sino el que al término de su lidia, tengan que ser, aunque no siempre, sacrificados. Eventualmente en las <<pacificas>> manifestaciones que hay afuera de los cosos taurinos, se suelen ver pancartas donde se tilda a los toreros, rejoneadores y afición de <<asesinos>> un adjetivo de mucho peso legal y moral; nos equiparan con el hombre que mató a su esposa en un ataque de celos, nos pone al nivel de los radicales que atacaron Paris hace poco menos de seis meses, cobrando la vida de poco más de un centenar de personas; llamando asesinos a los toreros y aficionados taurinos, nos igualan a los locos que atacaron el Word Street Center aquel 11 de septiembre del 2001. Pero a todos aquellos que osan tildarnos de asesinos, sólo por disfrutar de un espectáculo cultural y artístico al cual no son afines les quiero recordar un par de cosas.
Primero que nada, les recuerdo o en su defecto, informo que el asesinato es propio a la muerte humana, todos los casos citados en el párrafo anterior (el hombre que mata a su esposa, los terroristas de París y los del Word Street Center) realizaron acciones que cobraron la vida de personas, de congéneres que sí gozan con derechos, todos los autores de estos aberrantes actos sí son asesinos, radicales y psicópatas. Decir que el torero es un asesino, es una afirmación demagoga y ridícula, ya que con su acción no afecta a ninguno de sus congéneres, el torero es un matador de toros, pero está por mucho lejos de ser un homicida, cuyo último término (homicida/ asesino) porta una fuerte connotación legal, ya que al convertirte en portador de dicho adjetivo, fue porque coartaste uno de los máximos derechos con los cuales cuenta el hombre; el derecho a la vida.
Pero ¿qué hace excluyente al hombre como ser portador de derechos de entre el resto de animales? Pues la respuesta está en nuestro raciocinio, sí ese razonamiento que nos permite acatar obligaciones y que en acto reciproco nos otorga a velo nuestro derecho. En pocas palabras, el derecho viene siendo la limitación de la libertad, cuya limitante nos permite llevar una sana convivencia, acotando nuestra autodeterminación, al grado de restringir el efecto de nuestras acciones únicas y exclusivamente a nuestra persona, de ser claro un afecto negativo. Para no dar largas al asunto, uno es portador de derechos porque se es también portador de obligaciones; yo tengo la obligación de no robar a nadie y en cambio tengo el derecho de que nadie me robe, yo tengo la obligación de no asesinar a fulano, así como fulano tiene las misma obligación de no hacerlo contra mi persona, ante dicha obligación ambos portamos el derecho a la vida.
¿Pero por qué no se puede extender este beneficio al resto de los animales? Pues porque el resto de los animales no son capaces de acatar dichas obligaciones, uno no puede decirle a un lobo que no mate a una oveja, uno no puede darle a entender al toro, que no ataque y mate al otro burel con el cual lucha por el <<derecho>> a aparearse, y no se va a meter a la cárcel al gato que se comió al canario del vecino, y de ser así ¿quién nos asegura? Que tan pronto salga de <<prisión>> el gato no se volverá a comer al nuevo canario que sustituyó a aquel por el cual se le esta <<castigando>>. En fin la falta de razonamiento en el resto de animales, les limita la posibilidad de portar tanto obligaciones como de derechos; aunque esto, no excluye a eso mismos animales de que se puedan beneficiar de las obligaciones que los hombres tenemos para con ellos.
A cambio de la leche que nos otorga la vaca que ordeñamos en la mañana, nosotros tenemos la obligación de alimentar a dicha vaca, a cambio de la natural bravura que nos otorga el toro en su lidia, nosotros tenemos la responsabilidad de no solo alimentar a dichos toros, sino de darles una calidad de vida que respete y dignifique su naturaleza, hela ahí el porqué de que el ganado bravo sea criado en extensas y ecológicas fincas ganaderas.
Por más que un animalista se desgarre las vestiduras en la lucha por la igualdad animal, lamento informarles que ésta jamás podrá ser alcanzada, no por lo menos en el escenario, que yo me imagino que ellos piensan (subir al animal al nivel del hombre) ya que la única manera por medio de la cual se podría llegar a tener una igualdad total con los animales sería que nosotros como seres que razonamos, renunciásemos a nuestros derechos y obligaciones; aunque este tipo de <<igualdad>> estaría lejos de otorgar un beneficio al resto de animales, ya que sin obligaciones, no tendríamos la presión moral de proteger el entorno en el cual vivimos y viven el resto de flora y fauna del planeta.
Entonces si el matar un animal no te convierte en asesino, connotar de eso al torero es sólo una muestra más del poco razonamiento crítico que tienen muchos de los detractores de la fiesta. Como ya mencioné arriba, el matador de toros no es un homicida, como no lo es el carnicero que sacrifica muchas más reses y otros animales de abasto en una sola mañana, no se es participe de un asesinato por ir a los toros, como tampoco se es por comer un filete o un lechal al horno; no es asesino el medico que testó en animales para encontrar la cura a X o Y enfermedad, como tampoco son cómplices los pacientes, ya sean animales o humanos, que se están beneficiando de dicho medicamento. Curiosamente aquellos que tienen la descabellada idea de lanzar una bomba a La México, o que apedrean a los aficionados que entran al coso de Valencia, o que intentaron quemar la plaza de toros de Acho sí están a sólo un paso de volverse verdaderos asesinos.
Así que queridos animalistas lejos blasfemar en contra de los partícipes del mundo del toro, mejor realicen una autocrítica y cuestionen el porqué de sus acciones; no vaya a ser que terminen convirtiéndose en eso de lo cual injustamente tildan a los toreros, no vaya a ser que en alguno de sus fanáticos arrebatos de locura sean ustedes quienes se terminen convirtiendo en verdaderos asesinos.