El terremoto peruano, con un magnetismo sin precedentes en las dos últimas décadas, cierra este sábado en Sevilla una campaña arrolladora en las taquillas y en los ruedos, que le consolida como el gran fenómeno del toreo actual
Encuentro digital con Roca Rey (martes, 25 de septiembre)
La expectación ha perseguido el nombre de Andrés Roca Rey desde sus inicios. Cuando el terremoto peruano hizo suyo el escalafón novilleril con su quietud supina y su valor a prueba de todo antes de llegar a la alternativa soñada. Desde aquella tarde de 2015, RR no se ha bajado de su matrimonio incesante con el triunfo y la liza con las grandes figuras. Golpe a golpe, ha ido fraguando un fenómeno de masas que, esta temporada, ha explosionado en un magnetismo sin precedentes en las dos últimas décadas: de las 54 actuaciones que componen su frenética campaña sólo cinco bajan del 75% de asistencia y 28 superan el 90%, agotó el papel de sus dos tardes isidriles con casi un mes de antelación y ya ha colgado el cartel de «no hay billetes» para este sábado en Sevilla; donde cerrará una temporada que ha dominado de principio a fin.
«Para la de Roca Rey», dice la marabunta al llegar a las taquillas de todas las plazas por las que pasa El Cóndor del Perú.
«El público, tan denostado por el aficionado de carnet, históricamente siempre va un paso por delante», auguró Zabala de la Serna en los albores de la temporada. El cerca de medio millón de aficionados que Roca Rey ha congregado en los tendidos desde que arrancó el año en Olivenza (en 2018, le han visto hacer paseíllo 494.903 personas, para los forofos de las cifras) se corresponde con una campaña arrolladora también en los ruedos. El terremoto andino ha salido 30 veces por la puerta grande y ha cortado un total 88 orejas y dos rabos.
No sólo los números consolidan a Andrés Roca Rey como el último gran fenómeno del toreo. También la importancia de las plazas que ha conquistado. La escombrera de grandes escenarios rendidos a sus pies es apabullante: Valencia, por Fallas y San Jaime (allí sus actuaciones se cuentan en salidas a hombros); Sevilla en Resurrección; Las Ventas (reventada con esa oreja tan polémica que no hizo sino mostrar su don innato para mandar y llenar la escena); Pamplona, en aquella apoteosis de seis orejas en 48 horas; Santander; San Sebastián (donde se alzó con la Concha de Oro); Bilbao; Ronda, que le vio hacer historia al convertirse en el primer peruano en hacer el paseíllo en su Goyesca; Albacete; y Salamanca. En el coso charro, arrasó a las figuras. Como nuevo alarde de dominio antes de echar el cierre, el día 29 en San Miguel, a la temporada de su absoluta consagración.