Cayetano sacó a los medios a su primero, que tenía tendencia a irse hacia los adentros. No logró hacerse con él, a pesar de no contemplar demasiada complicaciones. No logró dominarlo y lo toreó despegado. Sufrió un desarme. Lo mejor: la buena estocada, un punto desprendida. Salió a por todas en el cuarto: llevó el toro hacia el caballo por chicuelinas.Empezó de hinojos sentado en el estribo, ante una mole de casi seiscientos kilos que embestía con codicia. Fue buena la primera tanda con la diestra ya se centró al natural, en una faena más superficial que ordenada. De nuevo la estocada fue su fuerte: impresionante como se volcó, hasta el punto de que parecía estar colgado del morrillo (el toro le gastó la taleguilla). Oreja unánime, y parte del público pidió la segunda.
Román salió entregado desde el quite (por saltilleras, como réplica que instrumentó Ginés Marín en el segundo de la tarde. Llevó a la res muy sometida y por abajo, recreándose en los remates de pecho. El toro se fue quedando corto, cuando se echó la muleta a la izquierda. Tras unos circulares encimistas, recetó una estocada en todo lo alto.
El quinto, mejor del encierro, acudió con presteza a sus dos encuentros con el varilarguero, Santiago Morales, que fue ovacionado tras aplicar la puya. Se puso de rodillas sin contemplaciones para citar al buen Montalvo. Al tratar de pasárselo por la espalda, fue espectacularmente volteado, sin consecuencias. Largos, ya erguido, en los muletazos ligando con acierto, pero sorpresivamente el toro se rajó a mitad de faena. No quería irse sin otro trofeo (que hubiera supuesto la Puerta Grande)...y acabó con alardes encimista, y unas ceñidas manoletinas. Pero erró esta vez con el estoque, y la cosa se quedó en una gran ovación.
Ginés Marín anduvo descentrado ante el tercer: un toro tardo en la embestida y distraído. el inicio de faena prometía algo más, pero el trasteo se fue diluyendo entre espacios muertos y falta de confianza. El sexto fue el garbanzo negro del encierro, manso declarado que deambuló sin cesar por el ruedo. Ginés, en lugar de aplicar la lidia que requieren este tipo de ejemplares, se empeñó en intentar hacer «el toreo bueno», pero al segundo o tercer pase, la res huía. Eso hizo que el diestro fuera detrás de ella, sin conseguir nada consistente (salvo mostrar su voluntad)