Sólo Talavante paseó una fácil oreja de una deslucida corrida de Matilla.
Valencia, 22 de julio
Tercera de abono. Más de media entrada.
Toros de Hnos. García Jiménez, desiguales de presentación y muy poco juego.
Talavante (de tabaco y oro), oreja y vuelta al ruedo.
Cayetano (de fucsia y oro), silencio y ovación.
Roca Rey (de blanco y plata), silencio y ovación con aviso.
De las cuadrillas destacaron Miguel Murillo, Rafael Rosa y Viruta.
Paco Delgado
Foto: Mateo
Causó cierta sorpresa el ver la plaza cubierta en poco más de su mitad para presenciar la tercera función del abono, la, en teoría, corrida estrella de la feria y para la que hubo al final la misma gente, más o menos, que para la novillada que abrió el serial. No se endereza la feria, a la que parece que le ha mirado un tuerto, pero, a lo mejor, en el poco juego que ha dado el ganado, la poca o nula fuerza, y casta, que ha exhibido, y la escasa emoción que ha generado está la clave y ahí es donde hay que buscar soluciones. Aunque también habría que mirar lo de las peticiones (de oreja) peregrinas y el poco (a veces nulo) criterio de quien ocupa los tendidos. Luego nos quejamos del 7…
No se acopló Talavante al recibir de capa a su primero, toro que humilló de salida y con un buen pitón izquierdo. Pero tampoco hubo sintonía entre las partes, toreando con prisa y poca profundidad el extremeño en una faena de más envoltorio que contenido, rematada, eso sí, con una estocada trasera de efectos fulminantes y la concurrencia le procuró una muy fácil oreja.
Brindó el cuarto, que fue a su aire de salida, a Roca Rey, devolviéndole la pelota que le lanzó el peruano en La Linea el otro día. Parece que las cosas se aclaran. Algo que no sucedió luego entre toro y torero. Muy parado aquel, impotente este, la cosa no dio para más, aunque se le pidió de manera increíble otra oreja, pese a que, además, la espada cayó trasera e hizo guardia. Bien el usía al negarla.
Se le pegó fuerte en varas al segundo, lo que condicionó de manera decisiva su comportamiento y lidia. Aplomado y claudicante, Cayetano firmó con él un trasteo deshilvanado y muy de cara al tendido.
Salió muy arrancado con el quinto, pero el animal, masacrado en el peto, se aculó en tablas ya en banderillas y no hubo manera de sacarlo de allí ni de darle un muletazo, siendo ovacionado de manera increible cuando acabó con él.
Se protestó al tercero, efectivamente muy flojo, y al que se picó de cualquier manera. Roca Rey trató de ayudarle, de darle confianza pero no hubo respuesta y su turno se fue en probaturas vanas.
Tampoco tuvo mucha más entidad el sexto, que sí tuvo más movilidad y con el desplegó su artillería para formar una de sus ya típicas faenas de plantas quietas y seguridad en sí mismo pero que se fue apagando conforme lo hizo su antagonista. Al final se le pidió una oreja que también le fue negada por el bien de la tauromaquia y el prestigio de la plaza.