La tercia dejó buen ambiente tras compartir el triunfo
Los seis negros de Ernesto Gutiérrez, cuatreños, con sus 461 kilos de promedio, fueron el conjunto de más romana en la feria y en la temporada colombiana. Pero su escaso cuajo, sus discretas cuernas y algunas rajadas y blandeos que en otras partes pesarían, aquí fueron, como siempre, obviados por el público y el palco que privilegiaron su juego noble y encastado, convirtiéndolo en el encierro más celebrado y premiado del ciclo nacional. Es el toro de Manizales, la sensibilidad de Manizales y la identidad añeja de Manizales. Quien lo entienda que lo entienda. Quien quiera buscar peros los hallará, pero por allá. Aquí las cosas son como son.
Luis Bolívar, pechó con el único pitado en la tarde. Soso y bronco, que no humillaba, cabeceaba arriba, remoloneaba y se rajó al final. El caleño, paciente, correcto y lidiador le llevó de a dos y de a uno, sin resignarse cuando se aculó en tablas. Lo liquidó con una espada pasada saludando.
En cambio, el cuarto fue de gran fijeza y repetición, virtudes que lo pusieron casi por encima de la inquieta faena que si de algo careció fue de ligazón. Pase y pasos fue la constante, formato que de Belmonte para acá solo se admite con los innobles. «Sansilvestre» por supuesto con su amable fijeza no lo mereció. Sin embargo, el aseo de las suertes individuales complació, y con el acento de una estocada total y eficaz recibiendo. Su señoría comulgó con la ruidosa petición de las dos orejas y la vuelta para el arrastre.
Cayetano, fue acogido con gran afecto desde su llegada. Pero el clímax de la empatía llegó con su colorida faena al casi pastueño quinto «Amadis». Dos verónicas rodilla en tierra, dos de pie, chicuelina, dos largas y una nazarena serpentinada, todo amarrado, pusieron la plaza en modo extático. Pedro Geniz lo picó bien y cayó. Santana puso dos vistosos pares saludando, y el aristocrático espero sentado en el estribo para empalmar cuatro por alto, dos derechas y uno de pecho ya incorporado. Para que les cuento como se puso la cosa.
La segunda tanda de cuatro derechas molinete, cambio de mano y uno de pecho circular y lento salió preciosa, y la música y el griterío seguro se oían hasta Chinchiná. Así en esa tónica fluyó la faena por naturales y no, por alto y no, por largo y no. Un desarme por pisotón del trapo de tan bajo que iba fue ignorado y tras tres molinetes, un soberano volapié que hubiese firmado su glorioso bisabuelo, dejó el acero hasta los gavilanes y al buen Gutiérrez en el suelo para que le dieran la vuelta sin las orejas, que con otra del segundo le sumaron tres de triunfo.
Roca Rey, llegó de último. Como es él, tan ensimismado, con esa gélida cortesía que parece la frontera de su prohibido mundo interior. Casi ausente, aguardó su turno, con «Emir» el tercero, al cual le puso Clovis Velázquez la última vara de su vida. Un puyacito, apenas una caricia, casi nada, pero bien marcada y con una ovación de despedida. Viruta pareó bien y Andrés brindo al alcalde taurino de la ciudad en el palco más alto. Luego cinco por bajo, genuflexo uno de pitones a rabo y uno de pecho pusieron el asunto en su terreno, los medios.
Dos tandas de a cinco y seis muy rimadas, con el trapo arrastrando y dibujando en redondo produjeron furor. Los oles parecían decir: llegó el que manda. Los naturales primeros fueron de a uno, pero en seguida la tanda de cuatro, molinete y pecho fue mi ligada y consonante. Y así, y así hasta que sonó el famoso «Feria de Manizales». Los embroques y los círculos concéntricos parecían ir a compás con la banda. El toro era una uva. Cuatro luquesinas parecieron un guiño, o una alusión, o un sarcasmo, no sé, pero le salieron pintadas. Dos intentos de igualada fueron atajados por el populacho y Usía no tardó en sacar el pañuelo del indulto. El pandemonio. Las dos orejas simbólicas y una cascada de cosas a su paso, la mayoría botas medio vacías.
Con el sexto se presumía la cereza del pastel, el broche de oro. Pero salió encastado en áspero, peleón con el caballo, e insolente con los de a pie. Sin embargo, el limeño lo brindó al público y sin despeinarse, le ligó por una y otras mano, bajándole los humos. Pero no tanto como para permitir lirismos.
La cosa hubiese ido de pelo sino es por los dos pinchazos bajos, el aviso y los dos golpes de verduguillo que pasmaron la parcial. El arrastre ovacionado y el torero silenciado dijeron que la suerte suprema es la suprema. Antes de soltar el cuarto hubo una ceremonia para despedir al picador Clovis Velázquez, con vuela al ruedo en hombros y salida por calle de honor. Se la merecía. Así acabó la feria.
Ficha
Manizales, Colombia.- Plaza Monumental. Séptimo festejo de feria. Casi lleno en tarde fresca. Toros de Ernesto Gutiérrez de justa presencia y juego variado, entre los que destacó el 6o que fue indultado. Luis Bolívar: Silencio y dos orejas. Cayetano: Oreja y dos orejas. Andrés Roca Rey: Indulto y silencio tras aviso. Incidencias: El toro indultado se llama «Emir», con 456 kilos. El picador Clovis Vázquez se despidió de los ruedos tras la lidia del 3o.
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