Es imposible fundar una civilización sobre el miedo, el odio y la crueldad. No perduraría. – George Orwell –
Por este medio me dirijo a usted Jose Luevano, con motivo de su publicación en redes sociales del dia 16 de junio del año corriente, donde hace mención a “peligros de la ideología de género”, pues bien…
El cobijo y la contención que el fanático encuentra dentro de su causa le resulta suficiente incentivo para persistir en su defensa desmesurada y enérgica, para convertirse en su templario ruidoso que manifiesta lo que defiende, sin importar lo que otros tengan para decir al respecto. Trate de recordar esos debates políticos o las sobremesas en donde se habla a los gritos y nadie se escucha. ¿Le suena?
Dado que el fanatismo en casi todas sus manifestaciones nos hace menos equilibrados, medidos y racionales, debería ser de interés de la sociedad combatirlo. ¿Cómo? A través de la educación, sin dudas, porque el fanatismo tiene una conexión directa con la ignorancia. No es la política, ni la religión, ni la bonanza económica, ni la calidad de las leyes lo que atenuará la propensión de una sociedad hacia las conductas fanáticas, sino la buena educación.
Solamente la educación de calidad nos hace más tolerantes, nos interesa por lo que otros tienen para decir, nos abre a nuevos argumentos y modos de ver el mundo, nos habilita a pensar críticamente, a la vez que nos hace reflexionar sobre nuestros propios hábitos de pensamiento. La educación, cualquier sea su abordaje pedagógico, si es de buena calidad, nos contiene e integra tanto como nos potencia como colectivo. Dentro de esa sociedad fortalecida en su capacidad reflexiva e integrada en una gran ágora, el fanatismo es ahogado y se queda paulatinamente sin adeptos.
Si nos interesa trabajar por una sociedad sin enfrentamientos sordos, con menos apasionamiento e irracionalidad y más escucha y reflexividad, entonces hagamos de la educación y la escolarización la principal política de Estado de los próximos 20 años.
Voltaire sostenía que cuando el fanatismo gangrenaba el cerebro, la enfermedad era casi incurable, mientras el enciclopedista francés Diderot entendía que sólo había un paso entre fanatismo y barbarie. Si es cierto que el fanatismo es el hijo predilecto de la ignorancia y que dicha condición la crea el desinterés por los argumentos de otros y los datos de la realidad, entonces estemos advertidos del clima de conflictividad, tensión y manipulación que se puede crear si no acordamos revertir los malos datos de aprendizaje desde el sistema de educación pública del país.
Responsable: Homero Omar Ochoa Franco