El verdadero arte de colocar palitroques
Este escribidor, con muy buena fe, y solicitando el perdón, la comprensión de Ustedes amigos lectores por lo reiterativo del tema; el tercio de banderillas, el de colocar palitroques es un verdadero arte, así ha quedado por el paso de los años en la vida de la Fiesta, y así ha sido sancionado desde sus inicios, por los más clásicos de los clásicos como la señala la antigua revista, la célebre “La Lidia” tal como lo vemos en la ilustración que corresponde a un magnífico par de Rafael Molina “Lagartijo”, año de 1883.
Dando el pecho: Asomándose al balcón. Cumplimiento con uno de los dictados, mandatos más antiguos que existen para el arte, ciencia, de colocar banderillas, verdadera amenaza ante el miedo y feliz encuentro con el alto riesgo: Asomarse al balcón, como quien tal cosa hiciera y Dando el pecho, ofrecer el cuerpo a los afilados diamantes de los pitones. Muy claro queda que cuando esto no existe. Los pitones han sido “reparados”, finos cortes con segueta . luego aplicación de betún o del mismo aceite quemado del motor del Tortón del transporte, pues entonces, ya para que ofrecer el pecho y asonarse al balcón. Vengan los saltos acrobáticos, los brincos chapulinescos y el bailoteo, vueltas de danzante incluidos.
Y, suenan unos OLÉS que traspasan los lí
mites de la cordura. Así se pone el público, fanáticos e especiales, conocedores aficionados puestos de pie, para después del unísono ¡Olé! Venga la ovación. Sobre todo resulta admirable, la grácil y muy erguida forma de salir del encuentro, caminando; caminándole al toro por el lado contrario, con ágil cambio de rumbo a la embestida para evitar eso que tanto vemos – Debiera haber multa o sanción, para quien lo hace – saliendo corriendo en “espantaa” a buscar una tronera de burladero: tal perece un beisbolero “robo de base” de primera a segunda. Simple: cuando las cosas se hacen bien se sale tranquilo y hasta presumiendo de ello. Muy al contrario de salir huyendo. FOTO : Jennifer Harispe.
Tal parece que son, han sido los nuestros allende los mares, en España, quienes con su ejemplar entrega, prácticamente han escrito la historia del buen banderillear. Ejemplo, el gran David Liceaga, en un muy comprometido y lleno de pura verdad, sin truco alguno, un par “pegado – adherido – a tablas”. Son de señalar y mucho: el trapío y edad del toro. Pese a lo arriesgado, sobresalen la rectitud y los pies bien asentados en la arena. Esto, muy en contra de los pares al estilo “Papantla fligter’s” que tanto gustan ahora, lo recamado del vestido de punto es hermoso. El auténtico valor de la fotografía radica en que Esto ya no se ve; la edad y trapío del toro la verdad al ejecutar el par.
En toda la historia gráfica del toreo y vaya que es mucha, entre pintura, escultura y fotografía, y de todo ello, la foto, la del famoso “Par de Pamplona” es la más conocida y que mucho se repite en libros y revistas. Fue en Pamplona y hace 105 años; 8 de julio de 1915, el protagonista, un torero de historia, mexicano, don Rodolfo Gaona. Al colocar con muchísima verdad un par de banderillas extraordinario, la celebérrima fotografía es de la autoría de Aurelio Rodero.
Verdadero, auténtico monumento en bronce, obra del Maestro Alfredo Just que se encontraba fuera del Toreo de 4 Caminos ante la “ignorancia”, total contubernio de las autoridades, INAH incluido, fue adquirido por rico y poderoso millonario hispano y llevado a la Plaza de su localidad. Increíble: como un monumento de ese tamaño, y peso puede pasar aduanas como una simple fayuca.