Paco Ramos perdió con el estoque un triunfo grande en el cierre de la Feria de Julio.
Valencia, 23 de julio
Cuarta y última de abono. Más de media entrada.
Cinco toros de Miura y uno, quinto, corrido como sobrero, de El Parralejo, muy bien presentados, serios y con cuajo pero sin especial entrega. El sobrero fue el de mejor juego.
Fernando Robleño (de azul noche y oro), silencio en los dos.
Paco Ramos (de manzana y oro), ovación y vuelta al ruedo tras aviso.
Jesús Chover (de blanco y oro), silencio y silencio.
De las cuadrillas destacó José Chacón.
Paco Delgado
Foto: Mateo
Se cerró la feria con una corrida de Miura, ganadería legendaria y muy querida en esta plaza, en la que siempre tuvo presencia, respeto y prestigio. Hubo algún problema en el reconocimiento previo y la misma mañana de la corrida llegaron dos toros nuevos para completar un encierro que sin ser fácil tampoco puso las peras a cuarto a sus matadores. Pero tuvo que ser un sobrero de El Parralejo el que levantase la tarde y pusiese un triunfo grande en las manos de Paco Ramos.
Humilló ya de salida ese “Vivaracho” que hizo quinto, haciéndose ovacionar Ramos con el capote. Se le cuidó en varas y llegó al último tercio repetidor y con fijeza, firmando el de Castellón una faena muy templada y asentada, justa en su medida, sin excesos ni tiempos muertos, corriendo la mano con temple y gusto y vaciando siempre las embestidas muy atrás. Dejó los mejores naturales de la feria pero perdió un trunfo grande al fallar con el estoque, cambiando una más que segura puerta grande por una vuelta al ruedo que, probablemente, no le dejaría dormir esa noche. Qué lástima y que ocasión perdida.
Se lució al recibir de capa al segundo, uno de los que se pegó en la desencajonada. Probón e incierto, mirando siempre de reojo a su matador, pedía pocas dudas y mucha firmeza para someterle, poniéndose más complicado conforme avanzaba su lidia y difícil a la hora de matar.
Abrió plaza un salpicado que fue ovacionado de salida. Alto, serio, compacto, cuajado. Pero tras su paso por el caballo, donde se le dio duro, salió ya renqueante y perdiendo las manos. Las ovaciones se tornan protestas. Robleño, torero veterano y curtido en mil batallas de parecido jaez, le fue dando aire, llevándole por alto, procurando no atosigar pese a que su oponente echaba la cara arriba y se revolvía con presteza, pero la poca energía del animal, que se iba al suelo al más mínimo intento de sometimiento, no dejando más opción que la demostración de voluntad y ganas.
Salió enterándose el largo y serio cuarto, que llegó a la muleta muy parado y a la espera, sin que Robleño andase ahora tan dispuesto, muleteando guardando las distancias y sin asumir demasiados riesgos.
Lanceó movidito Chover al colorado de su priemr turno, un toro precioso de lámina que salió matrecho de su paso por el peto. No acabó de confiarse el diestro valenciano, pese que el animal tuvo una cierta nobleza y buena proporción de manejabilidad. De uno en uno fue sacando muletazos que no dieron unidad ni consistencia a su quehacer.
Tampoco con el que cerró plaza y feria se centró ni estuvo a gusto el torero valenciano, sin ideas y dejando ver su falta de rodaje.