El diestro se ‘encerró’ con aficionados exigentes para analizar su triunfo en la feria de otoño ANTONIO LORCA
“Hay toreros que llenan plazas y otros que, además, llenan almas”.
Con estas emocionadas palabras fue presentado el torero Diego Urdiales ante una muy nutrida representación de miembros de la Asociación El Toro de Madrid, con la que se reunió recientemente con motivo de su triunfal salida a hombros por la puerta grande de la plaza de Las Ventas en la pasada Feria de Otoño.
Allí contó, por ejemplo, que ya tiene contratada su participación en la próxima Feria de San Isidro y elegidos los toros que lidiará, aunque se negó a revelar los nombres de las ganaderías. “Que lo diga la empresa”, aventuró. Y añadió: “A mí no me han hablado de bombo”, lo que viene a desmentir el compromiso de Simón Casas, empresario de Madrid, de mantener en mayo el novedoso sistema utilizado para conformar los carteles en el pasado ciclo otoñal.
Durante dos horas, el torero ‘se encerró’ con aficionados exigentes, desbrozó sus sentimientos taurinos, escuchó muchos elogios y algunas preguntas indiscretas, se mostró comedido en sus respuestas y, a veces, poco generoso, cortante y seco con sus contertulios. Aunque no salió por la puerta grande a pesar del afecto recibido, todos los asistentes le agradecieron su presencia, un gesto poco habitual entre las figuras actuales.
“Aquella tarde (7 de octubre en Madrid) viví uno de los momentos más bonitos de mi vida”, dijo Urdiales. “Percibí la vibración del público y la intensidad que se apoderó de la plaza”.
-¿Tan complicado es el toreo, maestro?, le preguntaron.
“Torear de una determinada manera es muy difícil. Se deben reunir muchas circunstancias, que todo fluya, que sea tu tarde, el viento… Muchos días no te sale nada ni toreando de salón. Hay faenas que marcan una vida, y es así porque son muy pocas. Qué más quisiera yo que el público saliera todos los días llorando de la plaza”.
-¿Qué le vio a Hurón, el toro de Fuente Ymbro al que le cortó las dos orejas?, le interpeló un joven asistente.
-Me hizo concebir esperanzas desde que salió al ruedo, pero no sabía si iba a ‘romper’, como se vio después. A veces, hay que tener paciencia. La faena es un proceso de conocimiento, y cada una lleva su tiempo.
Otro aficionado le pidió que explicara su concepto de cargar la suerte y el toreo puro, y la explicación del torero fue la siguiente: “Para que haya toreo es necesario que el lance y el muletazo sean largos; y hay que hacerlo con naturalidad, dando el medio pecho o el pecho según la distancia, e intentar reducir la velocidad del toro”.
“No me visto de torero si no se me respeta a mí y al toreo”
“Gracias, maestro, porque aquella tarde salimos toreando de la plaza”, proclamó un partidario. “No pierda nunca el aroma de torero antiguo que tiene”, dijo otro; “Y que siga toreando tan despacio”, concluyó.
“Intento hacer el toreo como lo siento, -respondió el torero-, como me han enseñado, y ese es mi camino. Soy un afortunado por la cantidad de gente que admira esa forma de torear, y la sensación que tengo es que le llego de manera especial, y eso es lo importante”.
“Hasta que llegó usted habíamos visto dar muchos pases, pero no torear”, comentó Roberto García Yuste, presidente de la asociación. “Con la profundidad de su toreo”, insistió, “se ha superado la crisis de afición que algunos padecíamos”.
Diego Urdiales confirmó que continuará al lado de su apoderado, Luis Miguel Villlalpando; negó tajantemente que hubiera rechazado sustituir a Paco Ureña en Lima (“ese rumor me parece muy cruel”); se mostró favorable a la reducción del ruedo de Las Ventas (“me sentiría más acogido”), y calificó el sistema de bombos como una feliz iniciativa para una feria especial como la de Otoño, pero no para San Isidro.
“Usted ha salido por la puerta grande tras cortar dos orejas a un toro, como debe ser, y dio dos vueltas al ruedo como prolongación de un éxito y no como protesta contra el presidente por la no concesión de un trofeo”, dijo un veterano aficionado. “El suyo fue un triunfo redondo”.
“Gracias a su forma de torear”, -quien hablaba era un chaval-, “la fiesta ha ganado un aficionado y usted un seguidor”.
“Urdiales ha demostrado que se puede triunfar con otros encastes”, -dijo otro asistente- y no con los de siempre; usted ha hecho lo que no hacen otros toreros”.
“Es importante que haya variedad”, contestó el matador. “Pero debemos convencernos de que hay ganaderos que crían toros tan grandes que no embisten”.
El aficionado expresó su disconformidad con esta opinión y se basó en que el hierro de Valdellán ha confirmado que el toro de 600 kilos puede embestir si tiene casta.
Urdiales contestó que no, que “esa es la excepción, y así está demostrado en todas las ganaderías”.
Intervino, entonces, el presidente de la asociación: “No queremos kilos ni mastodontes, sino toros con trapío y seriedad para Madrid. Nos gustan los cinqueños, con fuerza y volumen”.
“No estoy de acuerdo”, intervino el torero. “Todos queremos toros con trapío, pero esa medida no es fácil. Embisten más toros en su tipo que por ser grandes, porque la mayoría no aguanta el volumen excesivo”.
El debate subió de tono y el presidente intentó zanjar la polémica: “Que no se baje la exigencia del toro de Madrid”. Y una aficionada puso la guinda: “Buscamos el toro propio de su encaste y no camiones; la magia surge con cualquier toro y valoramos el esfuerzo del torero que está delante”.
“Es un orgullo tener aquí a un maestro y poder hablar con él”, dijo otra mujer. Y preguntó: ¿Qué se puede hacer para fomentar la tauromaquia entre los jóvenes?
“Quizá esté equivocado, pero yo veo muchos jóvenes en las plazas”, contestó Urdiales. “He visto videos antiguos y no aparecen más jóvenes que ahora; no tengo una sensación pesimista y deberíamos convencernos desde dentro de que es así”.
“El toreo caro es mentalmente duro”, afirmó Alberto Palacios, el socio que lo presentó ante los asistentes. “¿Es usted un torero de 40/50 corridas o no?”, le preguntó.
“Si lo soy o no, no lo sabe nadie porque hasta ahora no ha sucedido”, contestó el torero. “No pienso en el número de corridas, no me gusta hablar de números porque entiendo que el arte está reñido con las estadísticas. Cada tarde, cuando se produzca una llamada y mi apoderado cierre una contratación, lo más importante es que sea como debe ser. Me quedé fuera del último San Isidro por decisión propia, porque el ofrecimiento no estaba a la altura de mis circunstancias. No me visto torero si no me respeta a mí y al toreo”.