– Después del acuerdo de Maru, Loera presume gestiones
– Reaparece para colgarse del tema
– ¿Por qué a pesar de su cercanía con AMLO, no quiso arreglar el conflicto?
– De superdelegado a relegado
Uno de los puntos del acuerdo logrado por la gobernadora Maru Campos con el secretario de Gobernación, para poner fin al conflicto del agua, fue el coordinar con las diferentes secretarías los apoyos de programas federales para el agro chihuahuense.
El pacto, que devuelve la tranquilidad a la principal zona de producción agrícola del estado, así como la certidumbre de que el agua de los agricultores chihuahuenses no será entregada a otras entidades, fue un severo descontón para el delegado federal Juan Carlos Loera, quien no lo esperaba, y ahora sale a decir que la 4T está comprometida con los productores de Chihuahua y que los está apoyando con millonarios programas específicos para el campo.
Después de la radical postura que tuvo frente al conflicto del agua, que lejos de arreglar atizó con polémicas declaraciones contra los agricultores, ahora resulta que Juan Carlos también abogó por los cuatro campesinos detenidos por la Guardia Nacional después de las trifulcas en la presa la Boquilla, y hasta dice que pidió que recibieran un trato especial y que siguieran sus procesos en libertad.
Lo publicado por Juan Carlos Loera en una colaboración editorial solo evidencia su intención de colgarse de algún lado del acuerdo alcanzado por Maru, para no quedar todo tiznado en el bracero de la opinión pública.
Es como si dijera, con otras palabras, “se los dije, esto se tenía que arreglar tarde o temprano”.
Lo bueno de esta postura, es que finalmente Loera reconoce que los reclamos de los agricultores eran justos, porque se trata de la subsistencia de miles de familias que viven de la tierra y que requieren el agua de las presas.
Lo malo, es que a sus palabras se las lleva el viento y queda como un oportunista, que quiere colgarse del oficio político de la gobernadora.
Ahora dice que trabajó con “determinación, emitiendo su experiencia del conflicto del agua ante varias dependencias federales”, pero no dice por qué no lo pelaron ni le ayudaron a solucionar la crisis.
¿Dónde quedó su excelente relación y cercanía con el presidente López Obrador? ¿Por qué no lo ayudó para que en su calidad de delegado federal diera fin al conflicto y se colgara la medalla?
De haber cabildeado y logrado su aprobación, Juan Carlos hubiera conseguido una carambola de tres bandas: reivindicarse con los campesinos, ganarle la causa a la mujer que lo derrotó en las urnas y poner a la 4T en buenos términos con los indomables hombres del surco chihuahuense.
Es indudable que el pacto que alcanzó Maru con Gobernación fue autorizado por el propio presidente, así como los términos del arreglo, que finalmente es positivo para todas las partes involucradas. Luego entonces, ¿por qué no le concedieron la gracia de ser el héroe de la película y se la dan a Maru? Dejándolo irremisiblemente en el papel de villano.
Realmente, Juan Carlos jugó ese papel durante el desarrollo del conflicto que él mismo polarizó, cegado por la soberbia y el ladrillo en donde estaba trepado. El entonces «superdelegado», conocido ahora como “el relegado”, firmó su juicio en la opinión pública desde que llamó «acaparadores» a los productores.
Con este término justificó su despreció al movimiento de defensa del agua de las presas y lo agravó cuando dijo que todos los de las regiones de las Vírgenes y la Boquilla habían recibido el 100 por ciento de la cuota de agua para riego, y no tenían razón de oponerse a la entrega del agua.
En aquel entonces, año del 2020, los morenistas de Delicias lo calificaron de torpe y lo acusaron de llevarle información falsa al presidente de la república, para desvirtuar el movimiento. Diferentes actores políticos que se colgaron de la crisis, como Mario Mata y Alfredo Lozoya, lo acusaron de traidor y cobarde. Graciela Ortiz lo retó a debatir sobre el tema y lo llamó ignorante.
Ahora es muy tarde para que asome la cabeza y diga que la 4T ama a los agricultores chihuahuenses y los apoya con cientos de millones de pesos en programas federales, que curiosamente hasta ahora se conocen.
Se le olvida a Loera que la guerra por el agua cobró la vida de una mujer inocente, y costó muchos meses de cárcel a cuatro agricultores que tuvieron la osadía de reclamar su derecho a la vida.
El asesinato de Jessica Silva a manos de la Guardia Nacional será un recuerdo imborrable para Loera y la 4T, porque con sangre quisieron sofocar la rebelión de los hombres curtidos en el campo, que otra vez se pusieron en pie de lucha ante la injusticia.
Por lo mismo, ahora que el acuerdo para poner fin a la crisis del agua está registrado con puño y letra del secretario de Gobernación y de la gobernadora de Chihuahua, resulta ridículo cualquier esfuerzo de Juan Carlos por colgarse del mismo.
Sería muy interesante que visitara cada uno de los municipios perjudicados con la extracción del agua de las presas, y les informara personalmente, en las presidencias, en los salones ejidales y hasta en las plazas públicas, esos números alegres que hasta ahora presume como apoyos de programas federales al agro chihuahuense.
Si como dice el dicho: «el que nada debe nada teme», que no tenga miedo de ensuciarse los zapatos con la tierra de ese campo que agravió con su radical postura antiagrarista cuando pretendía ser gobernador de Chihuahua. Finalmente, ese es su trabajo, llevar a todos los rincones del estado esos programas federales que hasta ahora cacaraquea.