Corrida durísima de Ricardo Gallardo y oreja para Valadez
Si lo que pretendía Ricardo Gallardo era que unos hombres se jugaran la vida lo ha conseguido por completo. Corrida durísima la suya que ha puesto en serios apuros a los diestros. Sus toros más que la de la rama Domecq, por su comportamiento parecían de Miura. Lo cierto y verdad es que no ha corrida la sangre de los diestros porque Dios no ha querido porque las cogidas han sido espeluznantes. Juego complicado de dichos toros y, salvo el tercero, el resto ha sido motivo para que los diestros se jugaran la vida pero sin ninguna opción de triunfo. Seguro que, Gallardo se siente contento con sus toros pero, el ganadero debe de saber que la dureza ha sido extrema.
Adrián de Torres sustituía a El Fandi con toda justicia y, ha salido vivo de la plaza porque Dios lo ha querido. Ha sufrido dos cogidas de un dramatismo sin límites, tanto con el capote como con la muleta puesto que, su primero era un auténtico barrabás en que el diestro de Linares se ha jugado la vida sin trampa ni cartón, como suele ser habitual en este diest5ro admirable. Todo lo ha intentado Adrián en un dechado de firmeza, valor, agallas, hasta el punto de que nos ha tenido a todos en el corazón en la mano. Si su cogida con el capote ha sido de espanto, no quiero decirte con la muleta puesto que, magulladísimo, dolorido y maltrecho, ha tenido cojones para matar su segundo que, tampoco le ha permitido logro alguno. De Torres ha puesto toda la voluntad del mundo pero su enemigo no trasmitía nada; todo lo que el primero tenia una trasmisión criminal, en su segundo era un animal con un peligro sordo y sin ninguna opción de éxito. Ha matado muy bien y en su primero hasta le han pedido una oreja que, justicia debería de haber sido concedida. Ha dado una clamorosa vuelta al ruedo y, lo que es mejor, ha dejado una sensación hermosa para verle de nuevo.
El primero de Juan Leal, como ocurriera con el de Adrián, quería arrancarle la cabeza al diestro. Otro toro complicado donde los hubiere en que el francés ha tirado de valor a sabiendas de que no había logro alguno si de éxito hablamos. Su segundo parecía pero no lo era. Tenía atisbos de bondad pero poca fuerza, al tiempo que tiraba hachazos al final de cada muletazo. A este roro lo ha recibido rodilla en tierra con un pase cambiado por la espalda que ha sembrado de escalofríos a todos los espectadores porque había que tener valor para ejecutar dicho pase. Lo ha matado de estocada irreprochable pero se ha llevado una cogida con un dramatismo sin límites que, a Dios gracias, ha salido ileso.
El triunfador ha sido Leo Valadez que ha tenido en sus mano el único toro potable del encierro que, pese a su bondad no era ninguna hermanita de la caridad. Valadez que ha estado toda la tarde extraordinario con el capote en sus dos toros, ha dado un recital de quites de altísimo nivel, algo que los mexicanos son auténticos artífices. Ha entendido muy bien a su enemigo y le ha sacado tandas extraordinarias por ambas manos. Había mucho que torear y Valadez lo ha logrado. Nada que objetarle y, lo que es mejor, hemos visto ciertos progresos en este torero, un valor siempre a tener en cuenta. Ha matado en todo lo alto y se ha llevado una oreja justisima. Su segundo parecía noblote pero no tenía ninguna opción de triunfo. El mexicano lo ha intentado con denuedo pero su tarea era imposible.
Ha sido de esas corridas en que no se aburre nadie; todos queríamos más, es cierto, pero la emoción que se ha sentido nos ha paliado de otros muchos males. Hay corridas en las que la gente como pipas, otras en que algún que otro torito permite al artista de turno ponerse bonito y, otras, como la de hoy, en que los corazones laten a mil por hora, no era para menos con todo lo que estábamos viendo en el ruedo.