15 de agosto de 1848, Madrid España, saltaba a la arena “Caramelo” un toro colorado, bradago y veleto del hierro de D. Manuel Suárez Jimenez, ganadería que pastaba en lo que hoy es Coria del Río. Lo curioso de este toro, es que no saltaba al ruedo a lo que seria una lidia ordinaria, sino para combatir a un Tigre Bengalí, traído por comerciantes desde la India y a un León de Berbería que los marroquíes habían hecho llegar desde el otro lado del Estrecho de Gibraltar.
Tan pronto Caramelo toco la arena, hizo por el felino africano, quien en un primer arranque hizo por atacar el cuello del toro, llevandose fuerte testarazo a consecuencia, por lo que el astado arremetió con mayor fuerza, mientras el gran gato trataba de abalanzarsele por los costados, acto que casi le resultaba imposible, ante la codicia del burel por plantarle siempre la cara. Fue en una de estas embestidas cuando le llego al de Berbería la cornada mortal, el leon al sentir sus carnes partida inmediatamente se arrincono contra los barrotes de la gran jaula, puesta para la ocasión, a donde el de Manuel Suárez hizo por él para rematarle.
Acto seguido, se saco a la arena al tigre Bengali, que en un principio, atareado por el caos reinante, mostro incertidumbre en su ataque, mientras el toro, indeciso, trataba de no perder de su vista ni al recién llegado tigre, como al cuerpo inerte del león. Fue entonces cuando un movimiento brusco del felino asiático dio razones al morlaco para atacarle, quien de un fuerte embestida catapulto al gato por sobre de sí, hasta caerle justo en la retaguardia, a lo cual el felino respondió avalanzodosele por sobre la grupa; tras varios y violentos reparos y un par de coses el astado tuvo oportunidad de verle nuevamente, oportunidad que no desaprovecho y tras un par de embestidas y varios certeros derrotes, dejo al cuerpo del felino completamente acribillado.
Se abrieron las puertas de toriles, y ante la negativa del toro por ceder terreno, ante los inertes cuerpos de sus victimas, tuvo que intervenir Ángel López “Regatero” quien con capote en mano, brego al toro hacia los chiqueros.
Pasaron tres semanas después a este singular encuentro y “Caramelo” volvió a lidiarse en la misma plaza, tomo tres varas, matando con ella a los tres jamelgos que acompañaron la suerte, para acto inmediato y a petición del publico, se le perdonara la vida, síntomas de otros tiempos y otra Fiesta.
Dos meses mas adelante, un 11 de noviembre del mismo año, Caramelo, regreso a la Plaza Madrileña, esta vez con una gran guirnalda que le cubría de flores el cuello, lanceado por “el Salamanquino” Julían Casas y toreado sutilmente por Cayetano Sanz el astado volvió a encartar con su bravura al publico madrileño, que de nueva cuenta pregonaba, victoriosamente, su vida.
Fue hasta en la temporada siguiente, en la plaza de Bilbao, cuando el mismo “Regatero” quien con tantísimo valor, le habia conducido a chiqueros, tras su encuentro con los grandes gatos, quien le dio muerte, en la que seria cuarta y ultima aparicion en el ruedo de este bravísimo astado.