David Jaramillo
El certamen de novilladas con picadores Cénate Las Ventas, que se ha celebrado en la plaza madrileña durante todo el mes de julio, llegaba hoy a su gran final, para la que estaba preparada una novillada con cuajo de Fermín Bohórquez. En el paseíllo, Jorge Molina, Christian Parejo y Alejandro Peñaranda, que fueron los triunfadores de cada una de las novillladas en las que se anunciaron.
Jorge Molina sale milagrosamente ileso con el primero
Antes que saliera el noble primero las banderas ya anunciaban que el viento vendría a importunar más de una vez. No tardó me hacerlo, pues el capote de Jorge Molina rara vez pudo permanecer terso. De hecho, lo único lucido con el percal fue el quite de Christian Parejo por ajustadas tafalleras. No decía mucho el novillo, que iba y venía sin terminar de humillar, con nobleza suficiente para unos primeros muletazos templados y encajados de Molina. Pero sabiendo lo que se dejaba atrás, ralentizando su recorrido, como buscando el momento para colarse. Lo que hizo cuando Jorge ya había buscado el abrigo de las tablas. Fue un aviso para lo que vino después: Dos aparatosísimas volteretas, cuando ya le novillo descubrió lo que había tras las telas. Escalofriante. Un verdadero milagro que el pitón no entrara. Entremedias, dos derechazos de oro, por su concepción y lentitud. Era por el izquierdo por donde el novillo ya sabía arameo antiguo. La espada entró después del primer aviso y el descabello tumbó al novillo tras el segundo. Mérito de Molina, que obligó la salida de algunos pañuelos.
Christian Parejo, herido por un manso que no valía el esfuerzo
El segundo manseó sin humillar de salida, razón que llevó a Christian Parejo a mutar las verónicas del saludo por las chicuelinas con las que abrochó en los medios, antes de que el novillo se dejara pegar sin más en el caballo. Cuatro estatutarios y un cambio por la espalda abortado a un metro del cuerpo del torero dieron muestra del desinterés del novillo por embestir. Supo entonces Parejo que tenía que ponerlo todo. Así, la faena se pareció mucho a redecorar el salón de casa: tirar del sofá de un rincón y llevarlo al otro, luego el sillón, y lo mismo con la mesita de centro… Y hacer esto con ritmo es casi imposible, por mucho que Christian le obligó a repetir una que ot a vez. El dibujo resultó más templado al natural, hasta que el sofá, digo, el novillo salió por peteneras, como el robot de limpieza que se queda sin pila. Aún así, Christian se empeñó en buscarle las vueltas hasta llevarse un par de volteretas, de las que salió con un hilo de sangre corriendo por la banda de su muslo izquierdo. Una pena.
La espada deja a Alejandro Peñaranda sin premio
El tercero fue otra cosa, humilló con intención a pesar de su falta de fuerza. Hándicap que lastró la buena faena de Alejandro Peñaranda, que voló bien el percal en las verónicas del saludo y se peleó con el viento en la muleta para mandar por abajo en los doblones del inicio, donde descubrió la calidad del novillo. Supo el conquense que las series tenían que ser cortas y lo más contundentes posibles aprs calentar al público, siempre a favor. Así llegaron dos buenas tandas de derechazos de cuatro y el de pecho, buenas, sinceras y mandonas. Al natural hubo más empaque y una marcha menos en la velocidad, sin perder el ritmo. Lo mejor, los trincherazos del cierre. Torerísimos. Pero se dejó el más que posible trofeo con en el mal uso de los aceros.
Una media y un buen gesto de Molina entre la imposibilidad
Sólo una media de buen corte fue el saldo capotero de Molina con el cuarto, antes de dejar la montera en la enfermería, un brindis al compañero herido y que, según se conoció en el tendido, no saldrá a lidiar al quinto. Todo un gesto, teniendo en cuenta el bicho que tenía por delante, un novillo fuerte de hechuras, pero que embistió deslucido dando saltos y revolviéndose pronto y con peligro, no por sus malas ideas, sino por nsu nula raza. Acertó Molina en la propuesta de muletazos cortos y a media altura, llevando muy fijo al animal en las telas para gobernarlo y se agradeció que abreviara con buen criterio. Además, acertó con la espada al primer intento.
De nuevo gusta el temple de Peñaranda, pero el acero es su cuenta pendiente
El quinto turno salió el reseñado como sexto, por el percance de Christian Parejo, un novillo que no humilló en el capote y con el que se dobló muy bien Peñaranda en la muleta, la que maneja con un temple exquisito. Acertó Alejandro en bajar la mano poco a poco, obligando al de Fermín con autorirad, prolongando el trazo con gusto y medida, dándole tiempo también para ajustar la velocidad y reducirla cuando el novillo claudicaba, pero pulseando con seguridad para tirarde él y llevarlo hasta el final. Bien de verdad. Dos derechazos fueron sublimes, rotundos. Y las bernadinas del final, cuando el novillo ya no quería nada, tuvieron apuesta sincera. Esta vez la espada entró al primer intento, pero fue contraria y tendida, y se apresuró con el descabello. Otra vez, se quedó sin premio.
Molina, sin eco, se impone al deslucido sexto
Sabía Jorge Molina que sólo le quedaba una bala, el novillo que le correspondía a su compañero herido con una cornada de 20 cm. en el muslo derecho (9 días antes de su alternativa), para tratar de inclinar la balanza del jurado a su favor. Sin embargo, no lo tuvo fácil, pues el novillo se defendió siemore, rebrincado, soltando gañafones en un viaje infumable, a pesar de que Jorge le planteó una faena como si fuese bueno. Con un acertado comienzo por bajo y buscando el muletazo en corto, sin dejar que los pitones llegarán a tocar las telas. Tarea nada fácil con un oponente así. Alejandro porfió y consiguió imponerse siempre, pero prolongó la faena cuando aquello ya no decía nada y su labor se quedó sin eco en los tendidos.