La columna
POR CARLOS JARAMILLO VELA
· AMLO ahora contra Loret de Mola; un gobernante empecinado en pelear.
Es evidente que la beligerancia del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha ido en aumento. Durante lo que va de su mandato, el presidente, mediante diversos pretextos, se ha enfrascado en acres diatribas contra ciertos grupos o sectores específicos de la sociedad, siendo algunos de éstos los médicos, empresarios, organizaciones de la sociedad civil, y de manera notoria, los integrantes del gremio periodístico. Una de la razones por las cuales el mandatario ha entablado un guerra declarada contra diversos periodistas y analistas políticos –Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Leo Zuckerman, Héctor Aguilar Camín, Jorge Castañeda, Brozo, Carlos Loret de Mola, Ricardo Rocha, entre otros- se deriva de las críticas y señalamientos que éstos han hecho, en ejercicio de su profesión y de su derecho de libertad de expresión, respecto a las acciones y decisiones del presidente y su gobierno.
La reacción presidencial ha sido airada y permanente. La verdad es que al actual gobernante de México no le gusta someterse al escrutinio y análisis de la prensa libre, y le causan profundo malestar todas las opiniones contrarias a su modo de actuar personal y su ejercicio de gobierno. Es decir, el Jefe del Estado mexicano prefiere desenvolverse en la tranquilidad que brinda estar rodeado de un séquito de apologistas, antes que enfrentar los cuestionamientos de los detractores. En todas las democracias los gobiernos ven y admiten como algo sano y normal el disenso, la crítica y la opinión opuesta, tanto de periodistas como de actores políticos opositores. Sin embargo, aquí en México desde hace tres años está ocurriendo lo contrario.
Así, el presidente López Obrador, para defenderse superficialmente de las observaciones a su persona y a la administración que encabeza, ha incluido en su discurso la descalificación, refiriéndose a sus críticos con adjetivos y frases como calumniadores, emisarios del neoliberalismo, corruptos, mercenarios del periodismo, y hasta se ha atrevido a calificar como contrarias a la patria las expresiones de quienes no coinciden con algunas de sus políticas y posicionamientos. Incluso, a manera de “contraofensiva” el presidente implementó e incorporó dentro de sus conferencias mañaneras un espacio adicional, para monitorear y dar a conocer, un día a la semana, “quien es quien en las mentiras de los medios de comunicación”. A este grado llega la animadversión presidencial hacia el periodismo crítico, objetivo y libre.
El colmo de la empecinada disputa presidencial con los comunicadores es el enfrentamiento personal que en días recientes ha protagonizado el presidente López Obrador contra Carlos Loret de Mola, al dar a conocer públicamente en su conferencia mañanera los ingresos y algunos otros datos personales del periodista; información que, según dijo el mandatario –en una especie de auto justificación-, “de manera anónima” alguien hizo llegar al Palacio Nacional. Tal
postura del presidente, no solo es carente de toda ética política, sino además ilegal, pues la información y los datos personales de cualquier ciudadano están protegidos por la ley, de modo que su divulgación no se puede efectuar a capricho de nadie sino solo mediante el consentimiento del interesado, o bajo ciertas condiciones legalmente establecidas. En su afán por denostar a Loret de Mola, el día 14 de febrero de 2022 –paradójicamente el día del amor y la amistad-, el controversial mandatario dirigió un oficio a la Comisionada presidenta del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, solicitando una investigación para publicar las percepciones, los bienes y el origen del patrimonio de Carlos Loret de Mola, o en su defecto, pidió que se le informara si él, como ciudadano, podía dar a conocer las facturas y comprobantes sobre los ingresos del conocido periodista. La obvia respuesta del Instituto, por supuesto, fue un rechazo a las pretensiones presidenciales, y no se hizo esperar; al día siguiente de la petición del mandatario la institución protectora de los datos personales le hizo saber al presidente López Obrador la ilicitud de la acción que éste pretendía realizar, y pronto se hizo pública tal noticia.
Desde que el presidente López Obrador llegó al poder, los discursos diarios que él vierte en las conferencias mañaneras están cargados de expresiones que incitan a la descalificación, la división, la discordia y la pendencia. Es aconsejable que el presidente deje atrás odios, resentimientos y diatribas. La conducción política de México demanda los esfuerzos bienintencionados de hombres con visión de estadistas, que conciten a la cohesión social y al progreso colectivo, en un ambiente de concordia y armonía.