Zona del Silencio:
Muchas leyendas rodean a la Zona del Silencio, un misterioso lugar que descansa en la parte central del Bolsón de Mapimí. ¡Te contamos toda la historia! El misterio de la Zona del Silencio
En la parte central del Bolsón de Mapimí se localiza esta área que ha despertado un interés inusitado y que ha sido bautizada como Zona del Silencio. El enigmático nombre es digno corolario al sinfín de mitos que han surgido en torno al lugar.
Densos y oscuros nubarrones de aspecto sobrecogedor cubren el cielo. Llevados por el viento se desgarran dejando pequeños claros por los que se filtra la brillante luz de las estrellas y el fugaz resplandor de un aerolito que cruza la bóveda celeste. Si llega a caer un aguacero, no se podrá salir del desierto en varios días.La tierra está a oscuras al faltarle la luz del universo; sólo los relámpagos, en el horizonte, la iluminan brevemente, recortando la negra silueta de las montañas circundantes que semejan gigantes dormidos, indiferentes al desasosiego del espíritu de quien las contempla.
¿Cuándo se descubrió la Zona del Silencio?
La historia comienza a principios de los años setenta, cuando un cohete de la NASA, el Athena, al parecer perdió el control y fue a caer en la región. De inmediato un equipo de especialistas estadounidenses llegó para localizar el artefacto y contrataron algunos lugareños para ayudar a peinar la zona. Curiosamente, a pesar de todos los recursos empleados, incluyendo aviones, la búsqueda se prolongó por varias semanas.Finalmente, localizado el cohete, se tendió un corto tramo de vía desde la estación de Carrillo, para sacar los restos del aparato y, además, bajo el supuesto de que estaban contaminadas con desechos radiactivos, se embarcaron varias toneladas de tierra del área vecina al lugar del impacto. Las operaciones se realizaron bajo un fuerte dispositivo de seguridad, de manera que ni los lugareños pudieron ver los restos del cohete. Tanto misterio despertó sospechas y originó rumores.
El comienzo de una misteriosa leyenda
Poco después, un lugareño radicado en Ceballos, Durango, dijo haber localizado una zona en la cual no se escuchaba la radio. El fenómeno fue investigado por especialistas de la ciudad de Torreón. Surgió entonces la hipótesis de la existencia de una especie de cono magnético sobre la región que provocaba ionizaciones en la atmósfera que bloqueaban la transmisión de las ondas de radio.
Y aquí comenzó la leyenda. Además de la Zona del Silencio, la presencia de bancos de fósiles, de áreas con gran concentración de fragmentos de aerolitos, la existencia en la región de una especie endémica de tortuga del desierto, y de la abundancia de nopales violáceos de escasa distribución, sirvió de base para conferirle al área características sobrenaturales e inventar una serie de mitos: desde el absurdo de que al entrar a la Zona del Silencio no se podía escuchar la conversación de otras personas, hasta la aberrante idea de que el lugar es una base de aterrizaje de extraterrestres.
Así creció la fama y el número de visitantes. Los charlatanes tomaron ventaja de la situación ofreciendo excursiones masivas a la zona en busca de experiencias paranormales únicas. Pronto surgió la versión de que justo al otro lado del mundo, en algún lugar del Tíbet o Nepal, existía una zona con las mismas características, por lo que se consideró a la zona como un polo donde se concentraba la energía terrestre.
Los excursionistas en poco tiempo se dieron cuenta que no era fácil encontrar la Zona del Silencio, por lo que hubo que replantearse la hipótesis del cono magnético, argumentándose que éste cambiaba de lugar según las condiciones
Flora y fauna de la Zona del Silencio
A pesar de la notoria aridez de la región, la variedad de flora y fauna es sorprendente. Sobre la planicie predomina la gobernadora, que invade el ambiente con su olor característico; la sabaneta, una de las plantas forrajeras más abundantes de la zona, forma también extensos pastizales, y los ocotillos con sus largas ramas espinosas elevándose hacia el cielo, parecen implorar un poco de agua.
Sobre las laderas de los cerros es mayor la diversidad biológica: aparecen magueyales y cactáceas, algunas de ellas endémicas de la región, las altas yucas dominan el escenario, y durante la primavera sus floridos penachos destacan en el paisaje. Se encuentra también la sangregada y la candelilla, curiosa planta que, para evitar la pérdida de agua, ha desarrollado una cubierta protectora de cera.
Las nopaleras son abundantes, principalmente de especies rastreras y cegadoras; pero también son frecuentes los nopales violáceos con sus características espinas largas que le nacen en los bordes; es un placer contemplar la rica variedad de tonos verde-violeta que lucen estas plantas. Al borde de las lagunas y arroyos intermitentes, crecen algunos mezquites de profundas raíces; su fresca sombra provee un refugio contra los calcinantes rayos solares.
De acuerdo a los lineamientos de la UNESCO, el área protegida se dividió en una zona central o zona núcleo, donde se establecieron áreas de monitoreo para las diversas investigaciones; esta parte está rodeada por una zona de amortiguamiento que, a su vez, está circundada por una zona de influencia en la periferia; un total aproximado de 160 000 hectáreas. Conforme se aleja del centro, el grado de alteración ambiental por el hombre se incrementa.
Como base de operaciones se estableció en la zona núcleo, cerca de las laderas el cerro de San Ignacio, un laboratorio del desierto. Los objetivos principales del programa de trabajo son la protección de un área representativa del desierto chihuahuense, donde sea posible la conservación de la riqueza animal y vegetal, así como la investigación y la educación; pero, además, uno de los aspectos más relevantes es la vinculación entre conservación y desarrollo.
Así, la Reserva no fue cercada ni se suspendieron las actividades humanas dentro de ella; por el contrario, la participación de los lugareños ha servido para establecer pautas de optimización del uso de los recursos naturales. La ganadería, principal actividad económica de la región, se sigue llevando a cabo, aunque en la zona núcleo ha sido sujeta a restricciones temporales y espaciales. En el ejido Santa María aún se explota la candelilla para la obtención de cera.
Un esfuerzo internacional
Un punto importante del programa es la cooperación internacional, por lo que regularmente llegan grupos de científicos de Francia, Estados Unidos, Holanda, Rusia y otros países, para participar en investigaciones y experimentos. Entre las actividades que se desarrollan actualmente está el programa de recuperación de la tortuga del desierto, por lo que existe un corral en el que se mantienen temporalmente los ejemplares decomisados y pequeñas crías que son cuidadas con esmero en el laboratorio.