Leonel Rodríguez
VILLA SILÍPICA, Santiago del Estero.– Villa Silípica, este caserío a unos 30 kilómetros de la capital santiagueña, se convirtió desde el pasado 11 de febrero en una suerte de capital nacional de la fe católica, cuando en una ceremonia en el Vaticano el papa Francisco declaró santa a María Antonia de Paz y Figueroa, popularmente llamada Mama Antula, luego que desde Roma se aprobara el milagro de la religiosa al curar en 2017 a Claudio Perusini, quien había sufrido un gravísimo ACV y se recuperó tras que sus familiares encomendaran su salud a la entonces beata argentina.
Todos los 7 de marzo, en la fecha de nacimiento de la ahora santa, se realiza su festividad, con procesiones y misas en la capilla erigida en su honor en esta localidad. Este año se da semanas después de la ceremonia de santificación en el Vaticano y es por eso que la fiesta central se realizó hoy: acudieron fieles de muchos lugares del país, principalmente de provincias limítrofes, y tuvo como lei motiv el grito “¡Viva Mama Antula!” de parte de animadores, sacerdotes y el obispo local, Vicente Bokalic, que fue constante durante la procesión y posterior misa antes miles de personas.
La imagen de Mama Antula fue acompañada por miles de fieles en un multitudinario recorrido, junto a músicos con bombos, guitarras y acordeones, pero también hubo jinetes, así como gente con cuadros y banderas en homenaje a la primera santa argentina que eran compradas en una suerte de feria popular instalada en la zona cercana a la capilla. Además, se podían obtener imágenes, vinchas, ponchos, remeras, gorras y pilusos con la imagen de María Antonia de Paz y Figueroa. Los puestos de empanadas, sándwiches de milanesa, choripanes y bebidas le daban el toque gastronómico a la celebración.
Cerca de las 11.30, la imagen de Mama Antula ingresaba a la parte posterior del predio, debajo de un inmenso tinglado. En toda su extensión se congregaban los devotos –en muchos casos procedentes de otras provincias– que exhibieron remeras y banderas identificatorias. Niñas y niños caracterizados con la vestimenta de la santa y gente portando una imagen de ella, un cuadro o una remera, le agregaban color. El calor ya estaba: si bien ayer en Santiago del Estero la térmica anduvo cerca de los 50 grados y a la noche vino la lluvia, por momentos el sol asomaba y se tornaba sofocante.
“Mujer descalza, peregrina de los montes, signo de amor, de mi Cristo Redentor. Fiel compañera de los pobres y olvidados, buena noticia que el señor nos ha dejado”, cantaba a garganta pelada la concurrencia, la ya célebre “Marchita de Mama Antula”, escrita por el sacerdote Mario “Monchi” Tenti y Alejandro Díaz, con música de Alfredo Páez, mientras la gente pugnaba por tocar la imagen. Quienes lograban hacerlo se emocionaban hasta las lágrimas y otros simplemente sacudían un pañuelo saludando a la flamante santa.
Antes del inicio de la misa hubo tiempo para que se interpretaran algunos chamamés típicos del interior santiagueño y no fueron pocos los que se largaron a bailar, mientras se preparaba todo y se ultimaban detalles para la liturgia. En su homilía de casi veinte minutos, monseñor Bokalic, obispo de la diócesis de Santiago del Estero, la primera del país, recordó que la capital santiagueña es la “madre de ciudades” y pidió que “imitemos el camino y la fe de Mama Antula”.
“Tantos servidores, misioneros, mis hermanos sacerdotes, consagrados, tanta gente que está sirviendo, que están sirviendo en los lugares más recónditos y no los conoce nadie, como no la conocían a la Mama Antula, de servicio humilde, sencillo, silencioso, sin salir en los diarios y sin aparecer en la televisión. Vamos a darles gracias a ellos, porque hay tanta gente buena entre nosotros, hay mucha gente buena y no todo está mal”, afirmó el obispo en uno de los tramos de la homilía, luego de la lectura del Evangelio.
Una vez terminada la misa, la música siguió y los distintos grupos misioneros realizaron bailes con cantos de chacareras, gatos, escondidos, zambas y chamamés, todos alternados por la infaltable arenga de “¡Viva Mama Antula!” y con la respuesta de “¡Viva!” de parte de miles de fieles.
María Antonia de Paz y Figueroa nació el 7 de marzo de 1730, en el seno de una familia tradicional, y a los 15 años empezó a acompañar a los jesuitas como beata de la Compañía de Jesús, evangelizando a los pueblos originarios de esta provincia, pero además enseñándoles a leer y escribir, apoyada en que hablaba quichua; fueron estos pueblos quienes la bautizaron como Mama Antula.
En 1767, luego de la expulsión de los jesuitas, mientras estaba en la celda capilla de San Francisco Solano, sintió el llamado a continuar divulgando los ejercicios espirituales de aquellos y entonces optó por su nombre de iglesia: María Antonia de San José. Tenía 38 años y fue cuando comenzó con su peregrinar.
“La Mama Antula, de Silípica al mundo, luz y testigo de la gran liberación. Hoy tu mensaje ilumina nuestras vidas, tú eres la madre que lo abriga en esperanza”, cantaba la feligresía, emocionada con tener una santa, oficial, de Silípica, de Santiago del Estero al mundo.
El 27 de agosto de 2016, en otra multitudinaria ceremonia en el Parque Aguirre de la capital santiagueña, Mama Antula había sido declarada beata, el paso previo a la santificación. La entonces vicepresidenta Gabriela Michetti, una gran devota suya y promotora de sus ejercicios espirituales, participó en representación del Poder Ejecutivo Nacional junto a Claudia Ledesma, la entonces gobernadora, actual senadora nacional y esposa del ahora gobernador, Gerardo Zamora.