Periodista
En esta vida no hay que morirse para ser un fantasma. A veces basta extraviarse en el tiempo y entregarse al olvido para aguardar a ser rescatados como recuerdos vivos en el futuro. Ese rescate puede ser fortuito, puede surgir de la manera más inverosímil. En ocasiones sucede tal como le ocurrió al director Bruno Santamaría Razo con Margarita, la mujer indigente que protagoniza su documental del mismo nombre. Se trata de una mujer que fue actriz y se llamó Vania Véjar antes de vivir en las calles de la alcaldía Benito Juárez.
El realizador creció teniéndole miedo a esa homeless por su apariencia y el rostro maquillado como payaso. Le daba pánico subir a la azotea del edificio que habitó en Colonia del Valle porque temía encontrarla allí, y es que ella solía colarse a algunos condominios para dormir al exterior de los cuartos de servicio. También le temía porque la percibía grosera, áspera de trato. En otras palabras, un personaje de carne y hueso que le causaba terror.
Siendo adolescente, Bruno se sentó a ver una película junto a su papá. De repente, su padre le dijo que la chica que aparecía en la pantalla era idéntica a Margarita, la indigente de la colonia. “¿Y si es ella?”, planteó el señor como simple posibilidad. Ese comentario quedó muy marcado para Santamaría, quien para ese instante comenzó a tener comunicación con ella. El miedo había desaparecido, pero había nacido la curiosidad por saber acerca de su pasado.
Años después, con interacciones esporádicas, Bruno y Margarita iniciaron una peculiar relación amistosa. A ella le cayó bien él porque, además de ser buena persona, se parecía a un santito. Ganándose la confianza de ella, el director le pidió autorización para tomarle unas fotos, petición que aceptó. Esas imágenes fueron usadas por Santamaría para diseñar al personaje del cortometraje con que se tituló en la licenciatura de Comunicación.
Al ver las fotos, la protagonista de su corto (mamá de un amigo suyo) le comentó que conocía a la señora retratada porque era su tía. Le dijo que había sido actriz y que no se llamaba Margarita sino que tenía otro nombre. Intrigado, sin más información, Bruno se puso a buscar en internet a todas las actrices con el mismo apellido de su protagonista. Descubrió que solamente había una coincidencia, “Vania Véjar”. Encontró un clip en YouTube de la película Eva y Darío, protagonizada por ella en 1973 y dirigida por Sergio Véjar, su tío.
Junto a ese clip, Bruno halló pósters originales del filme para ampliar su asombro. Fue entonces que llamó a su papá para preguntarle cómo se llamaba la película que vieron cuando dijo que Margarita podía ser la chica de la ficción. “Eva y Darío”, le respondió su padre. Atónito y maravillado por su hallazgo, Santamaría confirmó que Margarita era Vania Véjar.
Quiso investigar más acerca de ella al iniciar sus estudios en la carrera de cine. Se topó con gente que era fan de ese filme y veían en Vania a una leyenda urbana, un misterio jamás resuelto. Varias historias se crearon alrededor de su persona, sin embargo, las dudas sobre su paradero o supuesto final seguían en el aire. “¿Qué pasó con ella?”. “¿Murió?”. “¿Se fue del país?”. Eran preguntas que se formulaban quienes rendían culto a la película. Únicamente Bruno tenía noción de que seguía viva y que había elegido el camino de la indigencia.
Fue tal la sorpresa para el director que decidió invitar a Margarita como la protagonista de su ópera prima en 2016, que fue dedicada a ella como una mujer entrañable, enigmática, alegre, enojona, pero natural en su forma de ser. Su nueva aparición en pantalla no fue como Vania. Esa antigua identidad decidió enterrarla prácticamente con el final de Eva y Darío, película que desprendió algunos relatos sobre los efectos negativos en su mente.
Hay versiones que indican que quedó tan atrapada por el papel que perdió la cordura y lo quiso materializar para el resto de sus días; Eva es castigada por Dios a sufrir miseria por cometer el pecado original. Otras apuntan que perteneció a una línea actoral que promovía la libertad en todos los sentidos y ella eligió la supervivencia en las calles como su forma de ser libre.
Lo cierto es que el fantasma de Vania Véjar fue rescatado por Bruno Santamaría Razo a manera de recuerdo vivo con la diferencia de que la mujer actual, Margarita, atiende su presente como la señora maquillada que tiene en la vía pública una cama para pasar la noche. Su pasado es para los demás, no para su memoria.