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El “llanto por México” y las pruebas positivas al coronavirus
Por: Nadia Sosa Vázquez
Hemos presenciado muy frecuentemente cómo el encargado de aplicar las medidas contra la pandemia y de difundir las cifras de infectados y de decesos por la enfermedad causada por el Covid-19 en México, se pelea con y “refuta” a quienes critican su manejo de la información y de las políticas oficiales en la pandemia. Hugo López Gatell, en efecto, utiliza mucho de su tiempo en tratar de justificar la insuficiente información que proporciona de manera cotidiana en sus ruedas de prensa. Alega, en primer lugar, que lo que él maneja son las estadísticas que provienen de fuentes oficiales y de los reportes que le hacen llegar los hospitales e instituciones privadas. Si bien reconoce que hay una “cifra negra”, es decir, una estadística nunca recabada, desconocida e inexistente porque nadie la recaba, siempre menciona este hecho con un tono derrotista, dando a entender que “ni modo, eso nunca se conocerá”. ¿Y por qué no se hace esto? Porque con los resultados de una investigación que se hiciera para subsanar los hoyos negros de la estadística, mínimamente se triplicarían todas las cifras que hoy maneja el gobierno. Nomás por eso.
Sigue diciendo, además, López Gatell, que los medios informativos y algunos comunicadores hacen mal cuando presentan comparaciones entre las cifras de muertos y de infectados de diferentes países y México, porque, argumenta, eso “constituye un error metodológico”. El epidemiólogo de cabecera del gobierno de la 4T recordó que en donde hay más población existe la posibilidad de que haya mayor número de eventos como muertes, hospitalizaciones y casos confirmados. Además, intentó justificar su propia ineficiencia y la del gobierno lópezobradorista, con el argumento de que “la pandemia de Covid-19 llegó a México en un momento en el que la población presentaba condiciones de salud muy deterioradas por enfermedades crónicas como la diabetes, hipertensión y obesidad”.
Este vocero de la pandemia está al servicio de las políticas erráticas y valemadristas, que a la postre resultan en genocidio, por parte de un presidente de la república que, primero, minimizó la pandemia (“Hay quien dice que, por lo del coronavirus, no hay que abrazarse. Pero no pasa nada”, declaró López Obrador en marzo en su rueda de prensa matutina); y que luego hizo mofa de los tratamientos médicos (“La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”: aquí, López-Gatell negó que López Obrador sea una persona de riesgo por coronavirus, lo defendió, él, de quien suponemos que es un científico). Y luego sólo hay que recordar el show que hizo el mandatario la vez que sacó de sus bolsillos una serie de estampitas, unos amuletos, figuras “sagradas” y textos con invocaciones contra el mal: “Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. Así actuó don Andrés Manuel el 18 de marzo. Y en todo esto, el cómplice, el patiño del espectáculo ha sido el epidemiólogo que un día hace una predicción de que se alcanzará el pico de la pandemia, y un mes y medio después hace otra igual de errada, y al no poder explicar por qué la enfermedad no cede, por qué el aumento incontrolable de los números en infectados y fallecidos, se pone el señor a cantinflear y a echar culpas en espalda ajena.
En cuestión de números, en México han muerto 30,366 personas víctimas del nuevo coronavirus. La tasa de letalidad o mortalidad (la oficial, aclaro, porque adelante daremos a
conocer otra peor) es del 12.04%, muy por encima de la media mundial reportada por la Organización Mundial de la Salud, correspondiente al 4.8%. En cuanto a fallecimientos, México rebasó a Francia con el corte hecho el viernes 3 de julio, y ya es el país número cinco en el mundo que más muertos ha registrado, por encima de China, España, Rusia, Suecia e India; y en las próximas semanas podría igualar o superar a Italia. Por lo tanto, sigue siendo válido preguntarse: ¿es correcto hacer comparaciones o no, entre países con datos de defunciones y de infectados y, en todo caso, cómo sí se deberían de hacer?
Por nosotros responderá un epidemiólogo de la Universidad de Harvard en los Estados Unidos, un científico quien sí sabe bien de lo que está hablando, el Doctor Eric Feigl-Ding. El investigador alertó acerca de que en México, el 56% de las pruebas de Covid-19 resultan positivas, lo que no sucedía en los peores días de Nueva York, Madrid o Lombardía. “Estoy llorando por México ¡Más del 50% es el porcentaje de positividad! Más de la mitad de todos los que se hacen un examen son positivos. Incluso en los peores períodos de Nueva York, Madrid o Lombardía… ¡nunca se acercaron al 50% de positividad! México puede estar experimentando algo sin precedentes”, tuiteó el epidemiólogo y economista de la Salud de Harvard. Feigl-Ding señaló muy puntual y seguro que “existe claramente un diagnóstico insuficiente en México y un tratamiento deficiente. El 56% de positividad refleja eso. Entonces sí, ¡maldición!, necesitamos más pruebas”.
Diagnóstico insuficiente por falta de pruebas. Diagnóstico insuficiente también porque el Sistema Nacional de Salud no recaba estadísticas “perdidas” de casos de personas que se murieron o aliviaron o están enfermos de Covid-19 en sus casas sin auxilio médico del sector público, que murieron en la calle o que murieron en hospitales privados. ¿Y la efectividad de la atención a todos los enfermos? Simplemente, si no te das cuenta de cuántos enfermos tienes en el país, ¿los vas a atender, los vas a tratar? ¡Por supuesto que no los atienden! Y así es como se mueren.
Entonces sí, señor Hugo López Gatell, querido lector, pregunto: ¿Hay en México un correcto manejo de la pandemia? ¿Hay un manejo humanista y eficiente, un desempeño gubernamental justiciero, de la mortal pandemia del Covid-19? ¿Verdad que no? Entonces sí, ¡maldición!, necesitamos más pruebas.

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