Escrito por Redacción. Publicado en Economía Real y Sostenible
Según las últimas informaciones que ha difundido Greenpeace, Donald Trump ha anunciado sus planes de abrir más del 90% de las aguas continentales del Atlántico, el Pacífico y el Ártico a la exploración de petróleo y gas.
Esta decisión, que ignora las medidas básicas de seguridad de exploración en el mar, pone en enorme riesgo a las comunidades y economías costeras, la fauna marina, la salud pública y el clima.
Primero fue dar luz verde a nuevas operaciones para perforar el Ártico en busca de petróleo, y ahora la administración Trump vuela por los aires casi al completo las protecciones ambientales que autorizó Obama al final de su mandato.
Con este “regalo”, la industria de los combustibles fósiles podrá operar en lugares afectados por desastres medioambientales como Florida, que se vio afectada tras la explosión de la plataforma Deepwater Horizonen el Golfo de México en 2010, en la que se vertieron millones de litros de crudo al océano y murieron once personas.
A lo largo de 2017 Trump ha ido dando la espalda al planeta y acercándose a los intereses empresariales de sus “colegas”, en un país que aún está recuperándose de incendios masivos, sequías devastadoras y huracanes súper destructivos.
Anunció la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, ha ordenado la mayor reducción de áreas protegidas de la historia de Estados Unidos, y ahora es cuestión de tiempo que algún accidente termine en un vertido de petróleo que podría destruir el medio de vida de millones de personas.
Una especie entera, en peligro
De seguir adelante el plan de la administración Trump, antes de las perforaciones vienen los sondeos sísmicos: explosiones acústicas submarinas para encontrar depósitos de petróleo en el fondo del océano. Estas explosiones son tan fuertes que pueden escucharse a más de 4.000 kilómetros de distancia y, según los expertos, podrían provocar la sordera e incluso la muerte de hasta 138.000 delfines y otras especies marinas.
Para la ballena franca glacial, que habita en el Atlántico norte y es una de las más amenazadas del mundo, el plan de Trump podría ser sinónimo de extinción.
Información y fotos: Greenpeace
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Trump pone las aguas costeras de Estados Unidos en manos de las petroleras
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