El líder del país advierte que está dispuesto a ir más allá para ‘dominar’ las calles
Associated Press
Washington— Policías y soldados resguardan las calles de la capital del país para mantener a los manifestantes a raya. Helicópteros sobrevuelan la zona, en ocasiones a ras de suelo para aturdir a la multitud. El líder del país advierte que está dispuesto a ir más allá para “dominar» las calles.
En palabras y acciones, el presidente Donald Trump emula cada vez con mayor frecuencia a los gobernantes despóticos a los que admira desde hace tiempo para intentar poner fin a las protestas que se registran en todo Estados Unidos contra la brutalidad policial. Al hacerlo, está llevando los poderes de la presidencia a un límite rara vez visto, y pone a prueba la voluntad del Pentágono para seguir sus órdenes.
Sus acciones han generado críticas públicas de líderes militares, en activo y retirados, así como de un puñado de políticos republicanos. Algunas de sus preocupaciones se centran no sólo en las medidas que Trump ya ha implementado, sino también en qué tan lejos está dispuesto a ir en un año electoral, particularmente si los vientos políticos parecen soplar en contra.
“Tal vez estamos llegando a un punto en el que podemos ser más honestos sobre las inquietudes internas que podamos tener y tener el valor con nuestras convicciones para alzar la voz”, dijo la senadora Lisa Murkowski, una republicana moderada por Alaska. Añadió que no está segura de que pueda seguir respaldando al presidente en noviembre.
La contienda electoral ante el demócrata Joe Biden será el máximo punto de inflexión, un momento en el que la nación decidirá si cambiar de rumbo o mantener a Trump en el timón otros cuatro años.
Elegir entre estos dos hombres se ha vuelto cada vez más difícil en una nación que confronta una convergencia de crisis de salud pública, económica y de derechos civiles. Trump se asume de forma cada vez más agresiva como un presidente de la “ley y el orden” con el fin de proyectar fuerza en momentos de incertidumbre. Biden, por otro lado, ha descrito a las elecciones como una prueba moral y una “lucha por el alma” de la nación.
Trump hizo un llamado similar a los votantes en 2016 y atrajo el respaldo de una mayoría blanca e insatisfecha de estadounidenses. Como comandante en jefe, cuenta con un poder extraordinario sobre el gobierno federal y tiene al ejército a su disposición para respaldar sus palabras con acciones.
Su disposición para hacerlo se ha vuelto más evidente durante las protestas a raíz de la muerte de George Floyd a manos de agentes de la policía de Minneapolis. Las manifestaciones en todo el país han sido mayormente pacíficas, aunque manchadas por brotes de violencia.
La noche del lunes, el presidente advirtió en la Casa Blanca que desplegaría a soldados en activo a los estados en caso de que la policía y los miembros de la Guardia Nacional no pudieran controlar a los manifestantes. Mientras pronunciaba su discurso, las fuerzas de seguridad al exterior de la residencia presidencial dispersaban con gases lacrimógenos y pimienta a una multitud para que el mandatario pudiera caminar hacia una iglesia cercana donde posó sosteniendo una Biblia. En esa oportunidad estuvo acompañado del secretario de Defensa Mark Esper y del jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, quien llevaba uniforme de combate.
La sorprendente escena fue transmitida en vivo y generó comparaciones con represiones en países autoritarios. Trump ha elogiado desde hace mucho el enorme poder que gozan los gobernantes de esos países, incluyendo el mandatario ruso Vladimir Putin y el presidente de Filipinas Rodrigo Duterte.
Para algunos, ese fue un punto de quiebre.
“Nunca me imaginé que a las tropas… se les ordenaría bajo ninguna circunstancia, violar los derechos constitucionales de sus ciudadanos, mucho menos para facilitar una extraña sesión fotográfica para el comandante en jefe, y acompañado de la cúpula militar”, dijo el general Jim Mattis, el primer secretario de Defensa de Trump, en un comunicado por escrito publicado en The Atlantic. Los comentarios de Mattis llaman aún más la atención considerando que se había negado a criticar al presidente desde que anunció su renuncia en 2018.
Se desconoce si las advertencias de esta semana por parte de Mattis, Murkowski y otros tengan alguna influencia en los votantes o sean indicio de un cambio trascendental al interior del Partido Republicano. Trump enfrentó una insurrección similar entre miembros de la dirigencia de su parido antes de los comicios de 2016 y terminó prevaleciendo con un cómodo triunfo en el Colegio Electoral. Con la lealtad de sus simpatizantes más ardorosos, Trump ha afianzado su poder al interior del partido luego de más de tres años de presidencia.
Algunos de sus seguidores han cerrado filas en torno a la presidencia durante las manifestaciones, aplaudiendo la fuerte respuesta del gobierno e instando al presidente a tomar medidas aun más agresivas para apaciguar las manifestaciones que se salgan de control.
“Estas condiciones pueden variar rápidamente en cualquier ciudad del país y el presidente necesita contar con las herramientas, el equipo y la información necesarias para actuar rápidamente para proteger a nuestros ciudadanos si es lo que se requiere”, dijo el senador Tom Cotton, republicano por Arkansas.
De cualquier forma, está claro que las crisis que asedian al país han sacudido la presidencia de Trump. Su respuesta a la pandemia del Covid-19 ha sido inconsistente, y la resultante crisis económica ha significado un golpe a sus planes de centrar su campaña de reelección en la fortaleza de la economía.
Asumir una estrategia despótica bien podría ser la forma de arengar a sus más fieles simpatizantes, apelar a la sensación de incertidumbre que aqueja a muchos estadounidenses y asegurar un camino a la victoria en las elecciones de noviembre. Sin embargo, también ha creado inquietud entre sus críticos sobre las medidas que pudiera estar dispuesto a tomar antes de que lleguen los comicios.
“Es difícil imaginar una línea que Donald Trump no cruce o algo que no esté dispuesto a hacer”, dijo Peter Wehner, veterano de tres gobiernos republicanos y ferviente crítico del mandatario. “La pregunta es si el sistema de gobierno, y las personas que conforman el gobierno y la corte, serán capaces de controlarlo”.