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Por: Ricardo Alemán
Hace 40 años –el 1 de septiembre de 1978—, el entonces presidente, José López Portillo, acuñó una controvertidas frase que lo hizo recordable justo por ser uno de los grandes cínicos de la política.
Dijo, en su segundo Informe: “Lo peor que le puede ocurrir a México es convertirse en un país de cínicos…”
Y, en efecto, con otro López en camino a la casa presidencial –el electo López Obrador—, son muchos los indicios de que la sociedad mexicana tiene todo para convertirse en un país de cínicos.
Cínicos, por ejemplo, algunos integrantes de la nueva “clase política” en el poder, quienes a pesar de que violentan las reglas democráticas elementales, insisten en que “va bien” una consulta no solo ilegal, sino inmoral; sin reglas, sin garantías básicas de certeza y legalidad, sin salvaguardas y sin la menor posibilidad de que sea un ejercicio ciudadano vinculante.
Cínicos los líderes partidistas de la coalición en el poder, que no solo engañan a los ciudadanos, sino que violentan las reglas de la democracia participativa.
Y es que a pesar de las groseras evidencias de fraude y manoseo de la consulta por el nuevo aeropuerto, ningún diputado, senador, líder de partido o gobernante de la coalición —que llegará al poder—, se atreve a reconocer que es una ofensa mayor a la sociedad toda y que la consulta es un golpe mortal a la democracia.
Cínicos líderes de la mayoría en las cámaras del Congreso, que en lugar de asumir su verdadero papel de “contrapeso” –en una saludable división de poderes—, se han convertido en lacayos del presidente en turno, a pesar de que son empleados del verdadero poder mandante, el poder ciudadano; a pesar de que en los gobiernos del PRI siempre cuestionaron lo que hoy practican.
Cínicos mediáticos –periodistas, articulistas, columnistas e intelectuales de prensa, radio y televisión—, que por años cuestionaron furiosos los signos de antidemocracia en los gobiernos del PRI y del PAN y que hoy callan la aplastante antidemocracia del nuevo gobierno, la grosera manipulación y el fraude en que terminó la consulta sobre el NAIM.
Cínicos de los poderes religioso y empresarial, que cuestionan en voz baja al gobierno que está por llegar –al que califican de “un peligro para México”—, pero al que en voz alta elogian a pesar de su probada tendencia a favor de la antidemocracia, la sinrazón, la mentira y el engaño.
Cínicos de la diplomacia, que prefieren guardar silencio –para mantener sus cargos en el servicio exterior—, ante la ofensa mayor al mundo civilizado y democrático por dictadores como Nicolás Maduro y Evo Morales –entre muchos otros—, invitados a la toma de posesión del nuevo gobierno mexicano.
Y el cinismo también alcanza a no pocos ciudadanos que, en defensa de su partido preferido, de su gobernante amado, o de su ideología favorita olvidan o niegan principios básicos de legalidad, honestidad, verdad y congruencia.
¿Será que ya nos convertimos en el país de cínicos del que alertó López Portillo?
Al tiempo.
 

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