Cuenta la leyenda que el diablo se apareción en salón ‘El Carrusel’ a una joven que salió a bailar sin permiso de sus padres
Eduardo Moran /
El rotundo no que recibió de parte de sus padres cuando pidió permiso para ir a bailar no fue motivo suficiente para que Martha se encerrara en su cuarto con lágrimas en los ojos, se acostara sobre la cama sin destenderla y se quedara dormida esperando que el amanecer le presentara un nuevo día y la negativa del día anterior quedara sepultada en el olvido.
No. A sus 18 años, edad de la rebeldía, Martha estaba decidida a salir de su casa aquella noche para ir a bailar a ‘El Carrusel’.
Era la década de los 70s, cuando en Ciudad Juárez se respiraban otros aire, cuando se vivía en un ambiente muy distinto al de hoy, cuando la gente no la pensaba dos veces para dar un ride, o aventón, a quien lo pidiera, cuando se cedía el paso a los peatones, cuando se podía caminar con más tranquilidad en las calles a cualquier hora, cuando los inviernos eran más fríos, cuando la avenida 16 de Septiembre era de doble sentido y cuando los salones de baile estaban abiertos toda la noche.
En ese ambiente fronterizo de hace más 50 años, cuenta la leyenda que Martha fingió muy bien haberse dormido y mientras sus padres en realidad dormían, ella sigilosamente salió de su casa con un vestido que resaltaba su ya bien formado cuerpo de mujer y el maquillaje suficiente para resaltar la belleza natural de su rostro juvenil.
Por su puesto, en aquellos años no había teléfonos celulares para contactarse con las amigas y avisarles que ya había podido escaparse de la casa, ni tampoco existía el servicio de Uber para solicitarlo y llegar más rápido a la cita. La manera en que Martha llegó a ‘El Carrusel’ nunca ha quedado clara y queda a la imaginación de cada uno decidir si llegó a un sitio taxis, si ya había quedado con alguna amiga de verse a tal hora en cierta esquina o si simplemente caminó hasta el salón que se ubicaba en la avenida Paseo Triunfo de la República y calle Francisco Márquez.
Una vez adentro de ‘El Carrusel’, Martha no pudo evitar tener sentimientos encontrados. Por un lado no dejaba de pensar en el fuerte y regaño y el castigo que le esperaban al siguiente día de parte de sus padres, pero por el otro estaba dispuesta a disfrutar de la noche y divertirse hasta el cansancio porque ya estando ahí… ¡que el mundo ruede!
-¿Bailamos?, le dijo repentinamente una voz varonil y seductora, antes de que ella hubiera dado ni una vuelta a ‘El Carrusel’.
Cuando sus ojos se fijaron en el rostro de quién le acaba de hablar, la sorpresa para Martha fue grande al descubrir a un joven apuesto, galante, amable, atlético, con unos ojos claros que atrajeron la mirada de ella como un imán y que no le dieron ni tiempo para pensar por un momento en rechazar la invitación.
-Sí, claro, porqué no-, respondió Martha tomando la mano de aquel joven y mientras caminaban hacia la pista perdió la noción del tiempo y del espacio, en un instante para ella había desaparecido toda la gente que estaba ahí. A partir de ese momento sintió que en aquel salón de baile solamente estaban ella y él.
La alegría y el entusiasmo que le provocó la primera impresión creció e hizo que su corazón latiera más rápido cuando se dio cuenta que él era un excelente bailarín. Así, al ritmo de swing y otros bailes se dejó llevar en cada paso y seducir por el apuesto caballero. El tiempo parecía haberse detenido en aquella noche y a pesar de saber que era una mujer atractiva, no dejaba de sentirse asombrada y halagada por haber sido ella la elegida de un desconocido al que ninguna chica le hubiera podido decir que no.
Después de varias horas y diferentes ritmos de baile, el cansancio no aparecía para nada en Martha, pero si empezó a sentir un extraño olor, como a huevo podrido, que poco a poco se hizo más intenso hasta sentirse como olor a azufre. Una nube de humo también se presentó ante sus ojos al tiempo que el resto de las parejas se hacían a un lado.
Esa extraña situación la despertó del embeleso, sintió un pequeño mareo, agachó la cabeza y entonces aquel joven le ofreció otra sorpresa, pero esta vez una nada agradable. Martha tuvo que voltear por segunda ocasión para confirmar lo que acaba de ver y así pudo darse cuenta que su pareja de toda la noche en lugar de dos pies tenía una pata de chivo y otra de gallo. El mareo inicial aumentó, todo el salón le daba vueltas, no pudo exclamar una sola palabra y cayó desmayada sobre la pista de baile con rasguños en toda la espalda.
Ante el asombro de todos, nadie se dio cuenta del momento en que aquel joven apuesto desapareció y entre los murmullos y susurros de quienes con prisa abandonaba el salón de baile alguien dijo ‘le tocó bailar toda la noche con el diablo’. Frase que los demás repitieron mientras aceleraban el paso y que se repitió no solamente en los días siguientes, sino en los años posteriores hasta permanecer en nuestros días como la leyenda de ‘cuando el diablo se apareció en El Carrusel’.
No. A sus 18 años, edad de la rebeldía, Martha estaba decidida a salir de su casa aquella noche para ir a bailar a ‘El Carrusel’.
Era la década de los 70s, cuando en Ciudad Juárez se respiraban otros aire, cuando se vivía en un ambiente muy distinto al de hoy, cuando la gente no la pensaba dos veces para dar un ride, o aventón, a quien lo pidiera, cuando se cedía el paso a los peatones, cuando se podía caminar con más tranquilidad en las calles a cualquier hora, cuando los inviernos eran más fríos, cuando la avenida 16 de Septiembre era de doble sentido y cuando los salones de baile estaban abiertos toda la noche.
En ese ambiente fronterizo de hace más 50 años, cuenta la leyenda que Martha fingió muy bien haberse dormido y mientras sus padres en realidad dormían, ella sigilosamente salió de su casa con un vestido que resaltaba su ya bien formado cuerpo de mujer y el maquillaje suficiente para resaltar la belleza natural de su rostro juvenil.
Por su puesto, en aquellos años no había teléfonos celulares para contactarse con las amigas y avisarles que ya había podido escaparse de la casa, ni tampoco existía el servicio de Uber para solicitarlo y llegar más rápido a la cita. La manera en que Martha llegó a ‘El Carrusel’ nunca ha quedado clara y queda a la imaginación de cada uno decidir si llegó a un sitio taxis, si ya había quedado con alguna amiga de verse a tal hora en cierta esquina o si simplemente caminó hasta el salón que se ubicaba en la avenida Paseo Triunfo de la República y calle Francisco Márquez.
Una vez adentro de ‘El Carrusel’, Martha no pudo evitar tener sentimientos encontrados. Por un lado no dejaba de pensar en el fuerte y regaño y el castigo que le esperaban al siguiente día de parte de sus padres, pero por el otro estaba dispuesta a disfrutar de la noche y divertirse hasta el cansancio porque ya estando ahí… ¡que el mundo ruede!
-¿Bailamos?, le dijo repentinamente una voz varonil y seductora, antes de que ella hubiera dado ni una vuelta a ‘El Carrusel’.
Cuando sus ojos se fijaron en el rostro de quién le acaba de hablar, la sorpresa para Martha fue grande al descubrir a un joven apuesto, galante, amable, atlético, con unos ojos claros que atrajeron la mirada de ella como un imán y que no le dieron ni tiempo para pensar por un momento en rechazar la invitación.
-Sí, claro, porqué no-, respondió Martha tomando la mano de aquel joven y mientras caminaban hacia la pista perdió la noción del tiempo y del espacio, en un instante para ella había desaparecido toda la gente que estaba ahí. A partir de ese momento sintió que en aquel salón de baile solamente estaban ella y él.
La alegría y el entusiasmo que le provocó la primera impresión creció e hizo que su corazón latiera más rápido cuando se dio cuenta que él era un excelente bailarín. Así, al ritmo de swing y otros bailes se dejó llevar en cada paso y seducir por el apuesto caballero. El tiempo parecía haberse detenido en aquella noche y a pesar de saber que era una mujer atractiva, no dejaba de sentirse asombrada y halagada por haber sido ella la elegida de un desconocido al que ninguna chica le hubiera podido decir que no.
Después de varias horas y diferentes ritmos de baile, el cansancio no aparecía para nada en Martha, pero si empezó a sentir un extraño olor, como a huevo podrido, que poco a poco se hizo más intenso hasta sentirse como olor a azufre. Una nube de humo también se presentó ante sus ojos al tiempo que el resto de las parejas se hacían a un lado.
Esa extraña situación la despertó del embeleso, sintió un pequeño mareo, agachó la cabeza y entonces aquel joven le ofreció otra sorpresa, pero esta vez una nada agradable. Martha tuvo que voltear por segunda ocasión para confirmar lo que acaba de ver y así pudo darse cuenta que su pareja de toda la noche en lugar de dos pies tenía una pata de chivo y otra de gallo. El mareo inicial aumentó, todo el salón le daba vueltas, no pudo exclamar una sola palabra y cayó desmayada sobre la pista de baile con rasguños en toda la espalda.
Ante el asombro de todos, nadie se dio cuenta del momento en que aquel joven apuesto desapareció y entre los murmullos y susurros de quienes con prisa abandonaba el salón de baile alguien dijo ‘le tocó bailar toda la noche con el diablo’. Frase que los demás repitieron mientras aceleraban el paso y que se repitió no solamente en los días siguientes, sino en los años posteriores hasta permanecer en nuestros días como la leyenda de ‘cuando el diablo se apareció en El Carrusel’.
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