Se imponen los intereses del capital sobre el bien de las mayorías, en México
Por: Nadia Sosa Vázquez
En una rueda de prensa, la Doctora Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que es la oficina regional de la OMS, lamentó que se multiplicaran por tres los casos confirmados de Covid-19 en el lapso de un mes en América Latina y el Caribe, que pasaron de 690,000 a 2.1 millones. Señaló también que en Estados Unidos, durante el mismo período, el aumento de casos fue de 46 por ciento, para pasar a un total de 2.4 millones de casos, el más alto número de confirmados con la infección en el mundo.
El 27 de junio, América Latina y el Caribe cruzaron la ominosa barrera de 100,000 muertes por coronavirus, duplicándose con creces en el último mes. El virus ha cobrado más de 485,000 vidas a nivel global. Es muy significativo y habla de que hay un propósito deliberado de abandonar a su suerte a los más desprotegidos de la región, porque se triplican los casos de infectados de Covid-19, y los gobiernos y las élites del poder económico en Latino América decidieron “avanzar” a la “normalidad” de hace cuatro meses con campañas nacionales de regreso al trabajo. En México, se llama “Nueva normalidad” y se rige por un simbolismo de semáforos que inició con luz roja, que sigue con naranja, con amarilla y termina con luz verde.
Muy significativo, digo, porque apenas este miércoles, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que la propagación más rápida del Covid-19 está teniendo lugar en América, donde se está dando la mitad de los 9.1 millones de casos confirmados a nivel global, a pesar de que este continente apenas cuenta con poco menos del 13 por ciento de la población mundial. En Brasil se han reportado recientemente los mayores contagios y muertes diarios en el mundo. El miércoles pasado, 24 de junio, ese país, el más grande y poblado de Latinoamérica, registró 1,185 muertes y 42,725 casos, con lo que llega a los totales de 53,830 muertes y 1.19 millones de casos. La mayoría de países en la región está viendo aumentos en las muertes diarias, con los mayores saltos en Chile, Perú y México. ¿La curva “se aplana”, señor Andrés Manuel López Obrador, señor Hugo López Gatell? ¿Pueden explicar esto, por el bien del pueblo de México?
Es indudable que la aceleración de la pandemia en América está siendo impulsada por la política general de levantamiento de restricciones a las actividades económicas, una vez que las élites del poder no aguantaron la presión de los grandes burgueses dueños de la economía en los países, sobre todo de los grandes magnates de la industria automotriz estadounidense, de las industrias proveedoras de insumos y equipos para la aeronáutica, mecánica y militar, que son quienes ponen y quitan presidentes precisamente en los Estados Unidos, y que son también quienes poseen la mayor parte de la producción maquiladora en el norte de México, que por cierto tiene casi dos meses reabriendo de manera paulatina, firme y silenciosa en Tijuana, Ciudad Juárez y Matamoros, por lo menos. La política de la “sana distancia”, de la reclusión obligatoria y el “quédate en casa”, la sanitización constante de todo lo que tocamos, el respetar y no salir a lugares públicos, utilizar el metro, los autobuses con filas respetuosas de la distancia obligatoria de por lo menos un metro y medio entre las personas, todo esto viene siendo ya casi motivo de burla para nuestras élites. Véase, si no, el caso de Jair Bolsonaro, el fascista presidente del Brasil, quien afirma y compara la pandemia del nuevo coronavirus con “una simple gripecita”, pero a quien ya este viernes se le vio utilizando un cubre bocas, aunque fue porque tiene sobre su cabeza ¡hágame el favor! la ordenanza de un tribunal federal para que, en calidad de jefe de Estado, ponga el ejemplo. Y es que un juez le ordenó
al presidente que use una mascarilla en público, según un fallo que se hizo público el martes, luego de que el mandatario asistiera a manifestaciones políticas en la capital sin cubrirse la cara. El juez federal Renato Borelli dijo que Bolsonaro está sujeto a una multa de 2,000 reales (387 dólares) por día si continúa desobedeciendo esta orden que busca frenar el brote de Covid-19.
¿Y Donald Trump? A pesar de todos los consejos y advertencias, el pasado sábado, el presidente de los Estados Unidos asistió en Tulsa, Oklahoma, a uno de los primeros actos de campaña para su reelección, el primer “rally” desde que se declaró el confinamiento por Covid-19, y en el cual, ni el mismo candidato, pero nadie o casi ninguno de los asistentes, emulando a su amado ídolo, usó máscara tampoco en el rostro, ni guardaron distancia uno del otro en las filas abarrotadas de gente. ¿Consecuencia? No se sabe todavía, pero por lo pronto, los organizadores de la campaña para la reelección del presidente Trump confirmaron que seis de los trabajadores implicados en el evento político previsto para esa noche en Tulsa, dieron positivo por coronavirus. Pues ahí sígale, Mr. Trump.
Algo muy parecido sucede con Andrés Manuel López Obrador, quien es miembro de honor de la tríada de los gobernantes con el peor desempeño en el manejo de la pandemia, junto con Bolsonaro y Trump. El secretario de Hacienda y Crédito Público de la administración de la “cuarta transformación”, Arturo Herrera, informó este jueves que se contagió del coronavirus, con lo que se convirtió en el funcionario federal de mayor rango en contraerlo en México, donde ya suman más de 25,000 muertos. “Me acaban de comunicar que di positivo en la prueba de Covid-19. Tengo síntomas muy menores. A partir de este momento estaré en cuarentena, y continuaré trabajando desde mi casa”, escribió en su cuenta de Twitter. Yo estoy muy lejos de desearle ningún mal a nadie, y mucho menos al presidente de la república, pero si por azares del destino, llegara AMLO a contraer la enfermedad, será su entera responsabilidad, y un muy merecido castigo por su actitud displicente e irresponsable, impropia de un jefe de Estado. El señor se anda paseando por el país desprovisto de toda protección, y a su alrededor todos, o casi todos, se sienten con el deber de tampoco usar el cubre bocas, como si con usarlo en frente del mandatario, lo fueran a ofender o a contradecir, lo que habla de que existe, por un lado, un ambiente de complacencia y un afán de hacerle la barba al mandamás (pero eso no es corrupción), y por el otro, eso es también un signo de que en ese entorno no existe la libertad individual, sino que priva la santa voluntad del todopoderoso. Don López, además, no se cansa de burlarse de la pandemia con sus comentarios ligeros y su tendencia a creerse un dios exento de todo mal, a quien no le puede llegar nada malo porque “es honesto” (así lo asegura), porque “tiene fuerza moral” y porque tiene sus amuletos y figuritas que lo “protegen”. López Obrador no se cansa tampoco de predicar a todo el que lo quiera escuchar, que ya debe la gente de salir, “con precauciones”, pero ya dejar el enclaustramiento. Con hambre, como tiene al pueblo, sin empleo, salir ya y exponerse al contagio, encima. ¿No será ya la hora de que nos desembaracemos, de que el pueblo de México ponga un alto a los gobiernos autoritarios que sirven por un lado a los dueños del capital, ante quienes se inclinan hasta con rodilleras, pero que ante los débiles, ante los trabajadores del país, se comportan como siempre, con el autoritarismo que los lleva a considerarlos como “desechables” y a sacrificarlos en los altares de la industria rapaz y explotadora?
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