En el mundo judío hay una costumbre que hemos heredado para nuestra liturgia cristina. Es el cuidado de las Vísperas. Y es que se vive de tal manera las celebraciones señaladas que ya la tarde anterior es como un anticipo de lo que está pior llegar, pero como si ya fuese el día. Hoy es Sábado Santo y tiene mucho de esto. La Iglesia vela ante el Sepulcro a la espera de la Resurrección. ¡Victoria tú reinarás! ¡Oh Cruz Tú nos salvarás!
Después de ser sepultado como profesamos en el Credo, el Señor desciende a los infiernos. Esto habla de que el Señor encadena al príncipe de las tinieblas porque ya le ha derrotado y le permite, solamente tentar al hombre fruto de la libertad con que cuenta el ser humano para poder elegir entre el bien y el mal y vencer la tentación con la ayuda de la Gracia Divina.
El santoral de hoy, Sábado Santo, 3 de abril
El otro sentido del descenso a los infiernos es que cuando el hombre comete el pecado original en el Edén, se cierra el Cielo y surge el Seno de Abrahán que es donde van los patriarcas y hombres buenos del Antiguo Testamento en espera de la Redención y ese momento ha llegado. Entonces Cristo les lleva a la Casa del Padre y se clausura este lugar de espera a que se consmase al Redención. De hecho ya San Lucas en la Parábola del rico y del pobre Lázaro presenta a Lázaro no en el Cielo, sino en el seno de Abrahán donde los justos ya gozan del anticipo de la Gloria del Cielo.
El Sábado Santo es un día de Vela también con María. Por eso cada sábado la Iglesia pone su acento en la Virgen ya que cuando los discípulos se olvidaron de las palabras del Señor -“Al tercer día resucitaré”- Ella las conservó con Fe y mantuvo así el aliento de los Apóstoles asustados por lo que había pasado. Pero el momento cumbre de todo el Año Litúrgico es la Vigilia Pascual por la noche. Ella nos llevará a la Pascua.