La magistrada de la Corte Suprema acaba de ser dada de alta después de operarla por nódulos cancerosos. ¿Por qué Estados Unidos sufre cada vez que está juez, a quien Trump describe como “mentalmente incapacitada”, entra al hospital?
Las principales decisiones de la justicia norteamericana dependen hoy de una mujer: Ruth Bader Ginsburg. La jurista de 85 años ocupa una de las codiciadas sillas de la Corte Suprema de ese país y es el voto decisivo que inclina la balanza en los fallos hacia las ideas más liberales y progresistas. La llegada de Donald Trump hizo que esa tendencia mayoritaria de ese organismo fuera cada más frágil. Como presidente le corresponde nombrar a los reemplazos en esa alta posición, y cuando ha tenido la posibilidad de hacerlo, ha designado a abogados de derecha, unos con duras acusaciones sexuales en su contra como Brett Kavanaugh. Por eso, cada vez que Ginsburg se enferma, una buena parte de los Estados Unidos sufre. Esta semana en ese país, muchos celebran que finalmente este martes 25 de diciembre salió del hospital. El viernes pasado había sido operada de unos nódulos cancerosos. La magistrada se sometió a una lobectomía pulmonar en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York para retirar unos nódulos descubiertos el mes pasado gracias a los rayos X.
Ese diagnóstico fue posible por cuenta de otra tragedia. En noviembre pasado, la mujer se encontraba en su despacho de la Corte Suprema de Estados Unidos cuando tuvo resbalón que la tendió en la lona. Inicialmente no hubo mayor alarma. La jueza, al final de la jornada regresó a su casa pero tras pasar una noche terrible dio aviso a la Policía de la corte en la madrugada. Sin vacilar más fue llevada de emergencia al hospital de la Universidad George Washington donde se estableció que la caída le dejó tres costillas del costado izquierdo fracturadas. En esa revisión, le encontraron los nodulos que la tuvieron en navidad de nuevo en la clínica.
En esa oportunidad se hizo evidente que si a Ginsburg le pasaba algo, Trump obtendría otra opción para nominar a un nuevo magistrado y encerraría a la Corte Suprema en una ideología conservadora para la próxima generación.
Ginsburg es la segunda mujer en la historia que llega a la Corte Suprema de Estados Unidos, integrada por nueve magistrados. La famosa jueza fue postulada por el presidente demócrata Bill Clinton en 1993 y desde que ocupa ese cargo sus posturas progresistas han sido un sello. Ginsburg, por ejemplo, defiende el derecho al aborto legal y los derechos de la comunidad LGTBI. Así mismo, se opone a la pena de muerte. Esas posiciones soportadas en sesudos argumentos jurídicos le han significado la admiración de la izquierda ya no estadounidense sino mundial.
Desde la llega de Trump al poder la relevancia de Ginsburg ha crecido. El presidente ha hecho saber que espera lograr cambiar la postura de la Corte en temas cruciales como el del aborto y el tratamiento de los inmigrantes. Pero a los objetivos de Trump se opone Ginsburg. La magistrada es el gran contrapeso pues lidera el ala liberal de la Corte Suprema, tribunal supremo cuyas sentencias son inapelables y de obligatoria aplicación en todos Estados. Si Trump ha dicho que pretende lograr un viraje en la Corte, la magistrada Ginsburg ha hecho saber que defenderá su legado hasta el último aliento. Por eso, la posibilidad de su retiro o fallecimiento tiene connotación de sismo político, no solo en Washington sino en todo el país.
Ginsbur es la magistrada de mayor edad. Le sigue Stephen Breyer, de 80 años y también postulado por Bill Clinton. La ausencia de cualquiera de estos jueces de origen demócrata le daría carta blanca a Trump para proponer un nuevo togado, obviamente, de sus afectos. Trump –sin siquiera aún llegar a la mitad de su mandato y con la plena posibilidad de ser reelecto– ya ha logrado poner dos jueces conservadores en la Corte Suprema.
Se trata de Neil Gorsuch y Brentt Kavanaugh. El nombramiento de este último estuvo envuelto en una gran polémica pues desde que Trump puso ese nombre sobre la mesa arreciaron críticas contra el jurista al que acusaron de borracho e incluso de cometer abusos sexuales a mujeres. Pero contra viento y marea el Presidente republicano logró que el Senado aprobara la designación de Kavanaugh.
En las pasadas elecciones parlamentarias Trump perdió el control de la Cámara de Representantes pero mantuvo, e incluso amplió, su poder sobre el Senado. Así que se da por descontado que podrá sacar avante cualquier otro nombre que presente para la Corte Suprema. En ese eventual escenario el presidente fortalecería aún más el ala conservadora del máximo tribunal ya hoy de mayoría republicana por 5 votos a 4. La gran pregunta es si tendrá esa oportunidad. Los jueces del tribunal supremo son electos vitaliciamente pero pueden darse relevos en caso de renuncia o fallecimiento.
Y es ahí donde preocupa la salud de la magistrada Ginsburg, a quien Trump ha pedido que se retire descalificándola de estar “mentalmente incapacitada”. La togada ha respondido a los ataques dejando saber que no tiene planes de jubilarse. Hace un par de meses confirmó a su equipo de trabajo hasta el 2020, lo que fue interpretado como una señal de que permanecerá en la Corte hasta tanto le sea posible. Luego, en una entrevista con CNN la magistrada disipó las dudas: aseguró que planeaba permanecer en su silla como hasta los 90 años.
Se podría decir que la magistrada es una sobreviviente. A la operación de la semana pasada y la fractura de costillas se suma una larga lista de enormes desafíos médicos. La mujer ha pasado ya por dos diagnósticos de cáncer, uno de colon y otro pancreático. Además, en 2014 fue operada y desde entonces su corazón late gracias a un stent instalado en su arteria coronaria derecha. Precisamente por todas esas pruebas difíciles y sus posturas progresistas es que la jueza es tremendamente admirada, como si se tratara de una estrella de rock.
Si algo ha demostrado Ginsburg en sus 85 años es que no es una mujer fácil de vencer. La magistrada, proveniente de una familia de inmigrantes rusos, nació en Brooklyn, Nueva York. Cuando era una bebé perdió a su hermana. Y su madre falleció el día en que ella se graduó del colegio.Luego, gracias a su inteligencia consiguió un cupo en Harvard donde destacó como la mejor de la clase entre una jauría de 600 alumnos brillantes.En su época universitaria ya era madre y su esposo fue diagnosticado con cáncer cuando ella estudiaba códigos en la biblioteca. Desde muy joven su convicción ha sido la de cerrar la brecha que diferencia a mujeres de hombres de cara a la ley y las oportunidades. Una de sus máximas es: “Las mujeres sólo tendrán igualdad verdadera cuando los hombres compartan con ellas la responsabilidad de criar a la próxima generación”. Ahora es una anciana de voz apenas perceptible, pero sus ideas resuenan a través de las redes sociales. Su canal de Youtube es visto con envidia incluso por poderosas compañías y a su cuenta en Twitter le llegan innumerables mensajes de admiradores que le ofrecen, si es el caso, donarle sus órganos a cambio de que nunca se retire y siga luchando desde la Corte Suprema de Justicia.
Ese diagnóstico fue posible por cuenta de otra tragedia. En noviembre pasado, la mujer se encontraba en su despacho de la Corte Suprema de Estados Unidos cuando tuvo resbalón que la tendió en la lona. Inicialmente no hubo mayor alarma. La jueza, al final de la jornada regresó a su casa pero tras pasar una noche terrible dio aviso a la Policía de la corte en la madrugada. Sin vacilar más fue llevada de emergencia al hospital de la Universidad George Washington donde se estableció que la caída le dejó tres costillas del costado izquierdo fracturadas. En esa revisión, le encontraron los nodulos que la tuvieron en navidad de nuevo en la clínica.
En esa oportunidad se hizo evidente que si a Ginsburg le pasaba algo, Trump obtendría otra opción para nominar a un nuevo magistrado y encerraría a la Corte Suprema en una ideología conservadora para la próxima generación.
Ginsburg es la segunda mujer en la historia que llega a la Corte Suprema de Estados Unidos, integrada por nueve magistrados. La famosa jueza fue postulada por el presidente demócrata Bill Clinton en 1993 y desde que ocupa ese cargo sus posturas progresistas han sido un sello. Ginsburg, por ejemplo, defiende el derecho al aborto legal y los derechos de la comunidad LGTBI. Así mismo, se opone a la pena de muerte. Esas posiciones soportadas en sesudos argumentos jurídicos le han significado la admiración de la izquierda ya no estadounidense sino mundial.
Desde la llega de Trump al poder la relevancia de Ginsburg ha crecido. El presidente ha hecho saber que espera lograr cambiar la postura de la Corte en temas cruciales como el del aborto y el tratamiento de los inmigrantes. Pero a los objetivos de Trump se opone Ginsburg. La magistrada es el gran contrapeso pues lidera el ala liberal de la Corte Suprema, tribunal supremo cuyas sentencias son inapelables y de obligatoria aplicación en todos Estados. Si Trump ha dicho que pretende lograr un viraje en la Corte, la magistrada Ginsburg ha hecho saber que defenderá su legado hasta el último aliento. Por eso, la posibilidad de su retiro o fallecimiento tiene connotación de sismo político, no solo en Washington sino en todo el país.
Ginsbur es la magistrada de mayor edad. Le sigue Stephen Breyer, de 80 años y también postulado por Bill Clinton. La ausencia de cualquiera de estos jueces de origen demócrata le daría carta blanca a Trump para proponer un nuevo togado, obviamente, de sus afectos. Trump –sin siquiera aún llegar a la mitad de su mandato y con la plena posibilidad de ser reelecto– ya ha logrado poner dos jueces conservadores en la Corte Suprema.
Se trata de Neil Gorsuch y Brentt Kavanaugh. El nombramiento de este último estuvo envuelto en una gran polémica pues desde que Trump puso ese nombre sobre la mesa arreciaron críticas contra el jurista al que acusaron de borracho e incluso de cometer abusos sexuales a mujeres. Pero contra viento y marea el Presidente republicano logró que el Senado aprobara la designación de Kavanaugh.
En las pasadas elecciones parlamentarias Trump perdió el control de la Cámara de Representantes pero mantuvo, e incluso amplió, su poder sobre el Senado. Así que se da por descontado que podrá sacar avante cualquier otro nombre que presente para la Corte Suprema. En ese eventual escenario el presidente fortalecería aún más el ala conservadora del máximo tribunal ya hoy de mayoría republicana por 5 votos a 4. La gran pregunta es si tendrá esa oportunidad. Los jueces del tribunal supremo son electos vitaliciamente pero pueden darse relevos en caso de renuncia o fallecimiento.
Y es ahí donde preocupa la salud de la magistrada Ginsburg, a quien Trump ha pedido que se retire descalificándola de estar “mentalmente incapacitada”. La togada ha respondido a los ataques dejando saber que no tiene planes de jubilarse. Hace un par de meses confirmó a su equipo de trabajo hasta el 2020, lo que fue interpretado como una señal de que permanecerá en la Corte hasta tanto le sea posible. Luego, en una entrevista con CNN la magistrada disipó las dudas: aseguró que planeaba permanecer en su silla como hasta los 90 años.
Se podría decir que la magistrada es una sobreviviente. A la operación de la semana pasada y la fractura de costillas se suma una larga lista de enormes desafíos médicos. La mujer ha pasado ya por dos diagnósticos de cáncer, uno de colon y otro pancreático. Además, en 2014 fue operada y desde entonces su corazón late gracias a un stent instalado en su arteria coronaria derecha. Precisamente por todas esas pruebas difíciles y sus posturas progresistas es que la jueza es tremendamente admirada, como si se tratara de una estrella de rock.
Si algo ha demostrado Ginsburg en sus 85 años es que no es una mujer fácil de vencer. La magistrada, proveniente de una familia de inmigrantes rusos, nació en Brooklyn, Nueva York. Cuando era una bebé perdió a su hermana. Y su madre falleció el día en que ella se graduó del colegio.Luego, gracias a su inteligencia consiguió un cupo en Harvard donde destacó como la mejor de la clase entre una jauría de 600 alumnos brillantes.En su época universitaria ya era madre y su esposo fue diagnosticado con cáncer cuando ella estudiaba códigos en la biblioteca. Desde muy joven su convicción ha sido la de cerrar la brecha que diferencia a mujeres de hombres de cara a la ley y las oportunidades. Una de sus máximas es: “Las mujeres sólo tendrán igualdad verdadera cuando los hombres compartan con ellas la responsabilidad de criar a la próxima generación”. Ahora es una anciana de voz apenas perceptible, pero sus ideas resuenan a través de las redes sociales. Su canal de Youtube es visto con envidia incluso por poderosas compañías y a su cuenta en Twitter le llegan innumerables mensajes de admiradores que le ofrecen, si es el caso, donarle sus órganos a cambio de que nunca se retire y siga luchando desde la Corte Suprema de Justicia.
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