Por: Óscar A. Viramontes Olivas
Maestro-Investigador-UACh
violioscar@gmail.com
Tuve el honroso privilegio de entablar comunicación con uno de los fieles seguidores de la sección de Crónicas Urbanas de Chihuahua, oriundo de Ávalos, el cual me compartió algunas de sus vivencias en el barrio de Ranchería Juárez, hoy Villa Juárez; Él, de nombre don Chava, me pediría que sólo lo nombrara con ese mote; persona agradable, amigable y lleno de recuerdos que, a sus 79 años de edad, nos comparte entusiastamente con la sazón de su nostalgia esas vivencias; por ello, le abrimos este espacio para que nos compartiera sus interesantes andanzas, recordando los 108 años de vida del barrio antes citado, en sus momentos de creación como ejido.
“Nací el jueves 20 de junio de 1944 a las 17:00 horas -comenta don Chava- cuando ya se ocultaba el sol en un pequeño poblado al sur de la ciudad de Chihuahua que, en aquellos años, se conocía como Fundición de Ávalos, hoy Ávalos, Chihuahua; el lugar donde vi la luz por primera vez, sería, no un hospital, sino en la Cuadra 3, No. 21 y mis recuerdos los comparto a partir de los seis años de edad, cuando nos reuníamos todos los amigos a jugar a los “encantados”, principalmente los sábados y domingos. Por lo regular en Ávalos, se efectuaban bautizos en el templo de San José y como ya era tradicional, los padrinos lanzaban al aire el conocido “bolo” que siempre consistía en un peso dividido en pequeñas monedas de a centavo. En ese momento, toda la chavalada nos aventamos sobre las monedas que se nos perdían en un ligero polvo negro que la compañía había diseminado por sus actividades industriales. Sin embargo, muchas cosas que se decían de los terrenos de enfrente de Ávalos, lo que más tarde sería Ranchería Juárez, es que, al no haber suficiente trabajo en Ávalos, la gente tenía que cruzar el camino de terracería que conducía al sur hacía la carretera Panamericana.
“Había mucho polvo negro entre la clínica obrera y el templo, la verdad nunca nos enfermamos por andar encima de ese suelo. Hacíamos lo posible por capturar lo más posible de las monedas al grito de “bolo, bolo” y cada quien con sus 7 a 10 monedas nos poníamos a jugar a la “tapadita”, un juego de azar que consistía en adivinar el sello de las monedas tapadas con una mano, con otras, por fuera tratando de acomodarlas de manera que fueran igual a las tapadas. Así, durábamos toda la tarde hasta que alguno se quedaba con todas ellas. Se decía además que, poco a poco la gente empezaría a llegar a esos terrenos libres de construcciones y con abundantes pastizales que, formaban una amplia llanura colindante con algunos lomeríos; personas que habían antes buscado suerte en la Fundición de Ávalos y ante la ausencia de oportunidades, empezaron a desmontar algunas tierras para prepararlas para la agricultura de temporal.
“Además de la agricultura, también empezaron a criar ganado vacuno, caballar, borregos y cabras, cuando el país pasaba tiempos muy duros, pues la Revolución Mexicana había empezado en 1910 y las familias estaban pasando duras crisis. Sin embargo, se tenía que trabajar para comer, por lo que pasarían las familias meses de sacrificios para lograr el sueño de asentarse y luchar por la tierra. Fue entonces cuando se percibió un panorama más claro en cuanto a la vida en esas tierras, fue así que llegaría el 6 de enero de 1915, cuando se reunirían los colonos para pretender formar un ejido, por lo que pasarían dos años cuando se publicaría el artículo 27 de la Constitución Política de 1917, generando el ánimo reivindicador de las clases populares para llevar a esas pobres familias de agricultores que estaban establecidos a las afueras de la planta fundidora, a hacer el reclamo de tierras para conformar un ejido. Sin embargo, poco a poco empezaban a poblar la zona y en 1921, un año después de concluido el conflicto revolucionario que dejaría más de un millón de muertos y una situación socioeconómica por los suelos, cuando ya el ejido contaba con 1,012 colonos que, se habían organizado en 229 familias, lo que empezó a ser una importante presión para que se iniciaran fuertes gestiones para la dotación de tierras que serían destinadas para la agricultura, así, como un espacio propio donde trabajar y vivir y no estar esclavizados con los dueños de la Fundición de Ávalos, especialmente con la familia Terrazas.
“Llegaría el 30 de mayo de 1921, cuando la Comisión Local Agraria recibiría la solicitud formal para la dotación de tierras y no fue hasta el 8 de septiembre de ese mismo año, cuando se diera el dictamen y un día después, el gobernador del estado Ignacio Enríquez, dictaría la resolución provisional que asignaba 11,450 hectáreas a razón de 30 para cultivo y 20 de pastizal para los 229 jefes de familia enlistados, afectando algunos latifundios como el de la familia Terrazas; 580 hectáreas de la Hacienda de Mápula, cuyo propietario era Daniel Horcasitas. Posteriormente, se hicieron estudios técnicos donde se determinó que la calidad del suelo no era buena y que sobrepasaba la capacidad productiva de los solicitantes, por lo que se redujo a 5,496 hectáreas (24 por familia); por lo que no sería necesario afectar la hacienda de Mápula que estaba más hacia el sur y además se respetaría la superficie perteneciente a la compañía de Ávalos. Por último, el presidente de la república, general Álvaro Obregón, expediría definidamente la resolución el 24 de octubre de 1923, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 30 de noviembre de la creación del ejido Ranchería Juárez. Con ello, los colonos vieron su sueño hecho realidad, por contar con tierras propias para desarrollar sus actividades agrícolas y ganaderas, sin tener que depender y aguantar a los caciques y terratenientes.
“Después de estos interesantes datos que me habían comentado uno de los maestros de mi escuela, me sentí emocionado de saber que el lugar donde estoy parado, se logró gracia a hombres y mujeres que lucharon por conseguir un pedazo de tierra para vivir y creo que se les debe reconocer, hago mención a mi amigo Gonzalo que escribió estas humildes líneas para mi hermosa Ranchería: “Andándome yo paseando por la Ranchería Juárez, hay qué cosa más hermosa, de la cantina “El Gallito”, a la cantina “El Turista”, del turista a “El Campesino”, sin olvidar “La Frontera”; al pasar por este puente que queda junto al mercado, me miraba una chamaca, al momento yo le dije qué era lo qué me miraba, y ella me contestaba: “¡Usted quién lo mira güey!…Me pelé para mí cantón a prenderla con mi vieja, vieja loca jacalera; ya eran las tres de la tarde y, no tenía comida por andar de “chimolera” con la vecina de enfrente.
Agarré chico garrote y sin darle tiempo a nada, le aticé tremendo “coco”, al verle brotar la sangre, luego, luego, me pelé, sí no me hubiera pelado, la chota me hubiera agarrado”.
“En Ranchería Juárez existieron ciertos personajes de la vida ordinaria que le imprimieron un colorido particular como comunidad rural. Todavía hay quienes recuerdan con añoranza los desfiles y fiestas tradicionales que organizaban con motivo de los aniversarios del inicio de los movimientos de Independencia y la Revolución Mexicana; sin duda sería difícil enumerar a todas las personas que contribuyeron al crecimiento y desarrollo de la Ranchería cuando ha transcurrido casi un siglo de su fundación; los nombres que sobresalen en la época fundacional de la comunidad corresponden a Epifanio Sifuentes, Esquipulas Manquero y José Velázquez, quienes fueron presidente y vocales del Comité Particular Administrativo encargado de la conformación del ejido, respectivamente. Fueron las personas que estuvieron representando a los solicitantes de tierras desde 1921 hasta la entrega de la posesión definitiva de terrenos en 1924”. De esta manera terminábamos la charla con nuestro amigo Chava, un personaje que siempre trae en su sangre la vida de Ávalos y por supuesto de su amada Ranchería Juárez.
Ranchería Juárez: a casi 100 años de fundación contados por don Chava, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos del I al XIII, puede pedir información al WhatsApp 614 148 85 03 y con gusto le daremos información o adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).
Fuentes: Archivo Histórico del Municipio de Chihuahua; Comentarios del profesor Rubén Beltrán Acosta; Fototeca-INAH-Chihuahua; Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas, Tomo IX; Jesús Adolfo Trujillo Holguín, Guillermo Hernández Orozco y Francisco Alberto Pérez Piñón.