El legado de la italiana ha quedado plasmado en la única ópera firmada por ella que se conserva, ‘La liberazione di Ruggiero de Alcina’.
Nacida en 1587 en Florencia, Italia, Francesca Caccini fue una auténtica virtuosa, en mayúsculas, para la música. Cantaba, actuaba, componía, tocaba la guitarra, el laúd, el arpa y el piano. Es la primera mujer a la que se le conoce la creación de una ópera y la primera que vio su obra representada en su país natal y más allá de sus fronteras. Nació en el seno de una familia de músicos pudientes y bien posicionados en la sociedad florentina de la época, allá por el siglo XVI. Su padre, Giulio Caccini, fue compositor y pionero de la monodia medieval, textura musical de una sola voz solista acompañada por instrumentos; su madre, Lucia Gagnolanti, una cantante de renombre; su hermana, Settimia, también fue compositora, y su hermano, Pompeo, cantante y pintor.
Desde muy temprana edad, Francesca recibió una educación humanística centrada en el aprendizaje, no solo de la música por razones obvias, sino del latín, el griego, la literatura y las matemáticas. El patriarca del clan fue quien impulsó la carrera de su hija gracias a su trabajo en la corte de los Médici, la todopoderosa familia que gobernaba gran parte de la Florencia renacentista. A él hay que otorgarle el mérito de introducir a Francesca en el ‘concerto delle donne’, un grupo musical conformado únicamente por mujeres que le enseñaron todos los secretos para controlar su prodigiosa voz de soprano y dar rienda suelta a su creatividad innata. Rodearse de otras como ella marcó un antes y un después en la prolífera carrera de la joven, que a los 20 años ya era una reconocida cantante patrocinada por los Médici.
La Cecchina, como la apodaron, continúo con su carrera meteórica en los años venideros. Bajo la protección de la gran duquesa Cristina de Lorena, regente de facto de la región de la Toscana, se desempeñó como profesora, cantante, directora de ensayos teatrales y compositora de música de cámara y teatro. En 1614 era la música mejor pagada de la corte y su capacidad de creación no conoció límites. Aunque pocas de sus obras sobreviven en la actualidad, se sabe que compuso la mayor parte de la música escénica que se empleó en las obras que amenizaban a la familia Médici y sus nobles invitados.
El legado que se conserva de Francesca Ceccini comprende una colección de 32 canciones, cuatro dúos y varias arias y, por supuesto, su gran aporte a la cultura universal, ‘La liberazione di Ruggiero de Alcina’ (La liberación de Ruggiero de la isla de Alcina, por su traducción al castellano), basada en la obra de Ludovico Ariosto ‘Orlando furioso’. Una ópera cómica que ha trascendido hasta nuestros días por su capacidad de representar personajes femeninos con una complejidad innovadora que trasciende el paso del tiempo.
Se estrenó el 3 de febrero de 1625 durante los eventos que organizó la archiduquesa regente María Magdalena de Austria para celebrar el viaje a Florencia de Vladislao IV de Polonia. Al amparo de la regente, La Cechina cosechó un éxito nunca antes visto por una compositora, porque nunca antes se había escenificado una obra de estas características firmada por una mujer y donde la exaltación del poder femenino cobra un protagonismo absoluto. Tan encandilado quedó el soberano polaco con la ópera maestra, que la exportó a Varsovia para ser representada en 1928. ‘La liberazione’ se convirtió en la primera ópera italiana de la historia en estrenarse más allá del territorio nacional.
En cuanto a la vida personal de Francesca Ceccini, se casó dos veces y dos veces se quedó viuda. Primero con el cantante Giovanni Battista Signorini, con quien tuvo a su hija Margarita. El hombre falleció en 1626, cuatro años después de contraer matrimonio con la gran compositora. En 1927 hizo lo propio con el noble Tommasso Raffaelli, padre de su hijo Tomasso, quien pasó a mejor vida en 1930.
No hay registros de la muerte de Francesca Ceccini, pero nada se sabe de ella a partir de 1645. No a ciencia cierta. Hubo una Francesca Ceccini, esposa de un senador, pero nadie puede probar que fuera La Cecchina. La gran compositora desapareció sin dejar rastro de la vida pública, de los registros y casi de la historia.