Eric Garcia
Soy demócrata registrado e incluso hice una pasantía en la administración de Obama. Gracias a las becas Pell, pude estudiar en un colegio comunitario y en una universidad pública. Además, como persona con discapacidad, Obamacare garantizó que no se me negara la cobertura médica por tener una condición de salud preexistente.
Pero, de alguna manera, nunca llegué a sentirme totalmente parte del Partido Demócrata. Tal vez porque, al mudarme a Washington después de graduarme de una universidad reconocida, me di cuenta de que muchos demócratas dentro del sistema político vivían en una burbuja, alejados de las necesidades reales de las personas. Otra razón es que mis padres fueron republicanos durante gran parte de mi juventud.
Mi papá es el ejemplo perfecto de un conservador texano. De hecho, un año le regalé un calendario de Ronald Reagan y lo consideró un tesoro. Mi mamá, que creció en California durante la época de Reagan, respetaba mucho a figuras republicanas como George H. W. Bush, especialmente por firmar la Ley para Estadounidenses con Discapacidades. También, cuando vivíamos en San Antonio, apreciaba el respaldo que el entonces gobernador George W. Bush brindaba a la educación especial.
Hoy en día, sin embargo, mi mamá —una cristiana renacida de convicciones firmes— casi siempre vota por los demócratas, principalmente por la guerra de Irak.
Puede que sorprenda que no haya mencionado la inmigración, a pesar de que somos latinos. Esto se debe a que, al menos en la familia de mi mamá, llegamos a este país hace 100 años, antes de que existieran los términos “inmigración legal” e “ilegal”. Según mi abuela, sus padres solo pagaron un centavo para cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. No es que no nos importara el tema, sino que para nosotros era cosa del pasado.
Por eso, entre todas las sorpresas de la noche de las elecciones, el giro drástico de los votantes latinos hacia Donald Trump no me sorprendió en lo más mínimo. Lo que sí me sorprendió fue la rapidez con la que ocurrió, pero no el hecho en sí. En 2020, se registró un aumento en el respaldo de los votantes latinos a Trump, a pesar de que en 2016 se refirió a los mexicanos como narcotraficantes, violadores y criminales. Desde entonces, he sido consciente de este fenómeno y he dedicado mucho tiempo a investigar los factores que lo impulsan, especialmente en lo que respecta a los hombres latinos.
Las señales estaban a la vista. Hace unas semanas, a través de una encuesta de USA Today/Suffolk University se demostró que la mayoría de los hombres latinos de 18 a 34 años apoyaban a Trump. El equipo de campaña de Kamala Harris intentó resolver su problema con los votantes latinos y envió representantes a lugares como Arizona, pero parece que fue en vano o que los demócratas no lograron hacer una conexión real. Los que me siguen en redes sociales saben que no confío demasiado en las encuestas a boca de urna, pero los condados con alta presencia latina dejan un mensaje contundente.
Un ejemplo claro es Webb County, Texas, que colinda con México. En 2016, Hillary Clinton consiguió casi tres cuartas partes de los votos. Pero anoche, Trump alcanzó el 85 por ciento.
Anoche, en su discurso de celebración de la victoria en Texas, Ted Cruz habló sobre el notable cambio hacia la derecha de varios grupos demográficos y afirmó: “Los resultados de esta noche, esta victoria contundente, deberían sacudir al establecimiento demócrata hasta sus cimientos”. No está del todo equivocado. Durante décadas, los demócratas han asumido que los latinos votarían por ellos de forma automática, bajo la creencia de que verían el discurso republicano sobre inmigración como algo inherentemente racista (y, en gran parte, lo es).
Sin embargo, los resultados de anoche demuestran que eso no es cierto. Encuesta tras encuesta que los latinos votan más por su economía que por temas de inmigración. UnidosUS destacó que en todos los estados pendulares, el costo de vida para los latinos era alto, aun cuando muchos apoyaban a Harris.
Y esta realidad no se limita a los condados fronterizos. Un ejemplo es el condado de Osceola (Florida), donde hay una gran población puertorriqueña. Muchos demócratas creyeron que el chiste del comediante Tony Hinchcliffe, que describía a Puerto Rico como una “isla flotante de basura”, provocaría indignación entre los puertorriqueños que viven en el territorio continental de Estados Unidos. No fue así. Los habitantes de Osceola pasaron de darle a Joe Biden una ventaja de 14 puntos a apoyar a Trump por 1,5 puntos.
Este resultado debería considerarse un momento crítico para los demócratas, que anticipa un ajuste de cuentas. En última instancia, el Partido Demócrata deberá volver a enfocarse en ser el partido que prioriza la prosperidad si quiere recuperar a los votantes latinos frente a Trump.