Allan Navarro Doctor en Psicología, se especializó en Terapia Cognitiva y tiene una maestría en Bioética. Desde hace treinta años trabaja como psicólogo clínico. Ha hecho varias publicaciones científicas. Ha publicado 30 libros entre textos técnicos y de divulgación.
La mitad de la gente se separa, con lo que ya tienes ahí un 50 por ciento equivocado. De la otra mitad, un 20 por ciento sufre con lo que solo un 30 por ciento de las relaciones son buenas o muy buenas.
¿Porque nos equivocamos tanto en el amor?
Es un hecho que la mayoría de las personas elegimos pareja exclusivamente con el corazón y no consideramos de manera racional otros aspectos que podrían ser fundamentales para la convivencia diaria.
Los enamorados que conocen o intuyen el lado oscuro del otro se auto engañan y animan a sí mismos diciendo que el «gran» amor que sienten los ayudara a salir victoriosos.
Pero la verdad es que decimos y hacemos muchas estupideces en nombre del amor: nos dejamos estafar, persistimos en relaciones donde el otro no nos ama, soportamos el maltrato, renunciamos a la vocación, matamos, nos suicidamos, sacrificamos nuestra libertad, negamos nuestros valores.
En fin, el tan alabado amor a veces se nos escapa de las manos y nos conduce a un callejón sin salida.
¿En qué nos equivocamos más?
En la elección. No entiendo cómo puedes estar dos años de novio y luego descubrir que tu pareja era otra a la que pensabas. Nos equivocamos más casándonos que comprando apartamentos. No piensas. Siempre se dice “lo amo”… ¿Y qué más? Tiene que existir compatibilidad.
Elegir bien es: AMOR y RAZÓN
¿Qué nos impide amar cómodamente?
Elegir una pareja para compensar un déficit.
Creer que las parejas deben ser totalmente distintas.
Pensar que el amor lo puede curar todo.
Confiar demasiado en el amor, idealizarlo.
Preocuparse por el otro despreocupándose de uno mismo.
Pensar que tú y tu pareja deben ser una misma carne.
¿Se puede racionalizar el amor?
Sí. Lo que no se puede racionalizar es el enamoramiento, estado de enajenación de la consciencia que dura, como mucho, dos años. Durante ese tiempo idealizamos al otro, es como una droga que te vuelve adicto.
Luego está el amor, que se basa en tres componentes: el eros (erotismo), que es el menos fuerte y el que menos importancia tiene, la “filia” (la amistad, que sí es razón –puesto que nunca dices “me amisté”- y que construyes compartiendo cosas) y el “agapé” (cuidar del otro, que su dolor te duela).
Unamuno lo explicaba muy claro cuando hablaba de su mujer y decía que si acariciaba su pierna no sentía nada pero que, si le dolía, sí. La idea de que el amor es solo sentimiento es falsa. De ahí viene “No puedo vivir sin ti” y frases así que han hecho tanto daño a la gente. Se puede gestionar como cualquier otra emoción para llegar incluso de “Te amo pero te dejo”.
¿Cuál sería la forma correcta entonces de querer?
Cambiaría “Te amo” por “Te estoy amando”. Eso es que los estás formando, descubriendo puntos. Siendo tú mismo, sin ser obsesivo, sin miedo a la pérdida y en pleno uso de tu libertad. Si falta algo de eso, el amor está cojo.
¿Qué preguntarte antes de elegir?
¿Qué quiero de mi vida?
¿Cuáles son mis valores?
¿Cuáles son mis principios?
¿Qué necesito de una persona?
¿Qué tan semejantes somos?
¿Qué no es negociable para mí?
¿Cómo elegir bien?
Que haya acuerdos y semejanzas sobre lo FUNDAMENTAL.
Con el amor no basta. Deberíamos elegir pareja de una manera más «pensada» y menos visceral: «Te deseo, me gustan muchas de tus cosas, pero todavía no sé si encajas en mi vida, aunque mi cuerpo y mi ser me impulsen desordenadamente hacia ti».
Antes de arriesgarte ciegamente, coloca el entusiasmo entre paréntesis por un momento. Una vez que hayas descendido de la estratosfera, empieza a considerar ventajas y desventajas, pros y contras y tus expectativas más entrañables; trata de pensar de la cintura para arriba y no de la cintura para abajo.
Hazlo como un ejercicio, una disciplina: quédate en la realidad más concreta tratando de ver las cosas como son.
Si repites esta práctica de conectarte y desconectarte de la emoción, iras forjando una nueva habilidad que te servirá en el futuro: serás capaz de integrar razón y emoción y discernir cuando sobra una o falta otra.