ANDREA FISCHER
Un halo de solemnidad rodea a las fotos antiguas: la razón detrás de que la gente no sonriera en ellas va más allá de la ciencia.
La carrera por desarrollar imágenes capturadas por medio de un lente, con la luz como la materia prima de creación, empezó en el siglo XIX. Después de siglos de experimentación en Europa, el invento y posterior desarrollo de la fotografía correspondía al ámbito de la ciencia originalmente. Las fotos antiguas no eran artículos de todos los días.
Solemnidad de archivero histórico
Un halo de solemnidad rodea a las fotografías antiguas. En un mundo donde todavía no era posible tomar un sinnúmero de imágenes con un dispositivo digital, éstas eran consideradas tesoros familiares. No sólo era caro, sino que también increíblemente difícil de resguardar.
Por esta razón, la producción y compra de fotografías era un lujo reservado a científicos de élite y a las clases más acomodadas, respectivamente. En consecuencia, existía un consenso implícito en Francia e Inglaterra —los dos países líderes en el desarrollo de este invento— que debería de representarse la realidad tal cual era.
Pasaron décadas antes de que la fotografía se convirtiera en una disciplina artística. Por el contrario, se concebía originalmente como un medio de producción de documentos para archivo histórico o de investigación científica. Por esta razón, cuando se empezaron a tomar los primeros retratos fotográficos, sonreír era inconcebible.
Modelos inmóviles y momentos íntimos
Tuvieron que pasar años de exploración científica y plástica antes de que las personas pudieran empezar a sonreír en las fotografías. No sólo se les concebía como artículos de lujo, sino como una manera de representar un momento íntimo para mostrar a los demás.
Visto de otra manera, las fotos antiguas hacían las veces de retratos costumbristas. Mostraban a las personas en su contexto —o en el que querían ser representadas—, como estatuas que cristalizaran un tipo de vida. Por esta razón, muchas veces las poses son poco naturales, y los personajes no se ven relajados.
El esfuerzo que representaba tomar una foto no era únicamente económico. Originalmente, los tiempos de exposición a la luz que requería una misma toma podían tomar horas. Para cuando se empezó a extender el retrato como una práctica más común, las personas tendrían que permanecer inmóviles por minutos enteros para que sus imágenes no salieran movidas.
Un gesto de mal gusto
Las familias que podían tener acceso a hacerse retratos pensaban en hacerlo a la vieja usanza de la pintura: serios, severos, etéreos y vestidos con sus mejores prendas, en un estudio especializado que les ofreciera un exoesqueleto para mantenerse en posición por un largo periodo. En esas condiciones, sonreír era lo de menos.
Tomando en cuenta de que eran una manera de presentarse a los demás, las fotos antiguas también son un reflejo de los valores éticos y estéticos de su época. En una Inglaterra que apenas se libraba de la era victoriana, sonreír para una fotografía que mucha gente vería se consideraba, a lo menos, un gesto de mal gusto.