by GRETA PADILLA
Cada persona vive de manera distinta la maternidad. Por lo que hablar como uno solo de los horrores de la maternidad no sólo sería poco preciso, sino irresponsable. Sin embargo, lo que sí se puede definir desde un punto de vista más general, es la conversación que gira en torno a la maternidad que nos dice que ser madre es un fin, y que el camino sólo puede ser bello.
Ver a la maternidad como un regalo o un proceso de desarrollo (en relación al rol de género establecido), reduce un espectro amplísimo, en una obligación física, emocional, psicológica, económica e incluso moral/religiosa. La conversación sobre ser madre o no, toma un rumbo tortuoso en el que se invalidan argumentos de las dos partes.
Por ejemplo, actualmente, una mujer que quiere ser madre, es cuestionada por diversos grupos que se contradicen al pelear por una libertad que están anulando. Y el otro lado, la negativa, implica más cuestionamientos que van desde la sexualidad de la persona, hasta su aparente responsabilidad con el mundo (la crianza de líderes que cambien las cosas).
En cualquiera de los dos casos, siempre impera la conversación de la maternidad como algo precioso y casi milagroso, sin entender cuáles han sido las implicaciones de este discurso. Y una de ellas es la maternidad no deseada, pero aceptada.
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Es decir, una mujer que en el fondo no desea ser madre, pero cede ante la presión social y cultural. Y eso es lo que explora Huesera, la ópera prima de Michelle Garza Cervera: el impacto psicológico y físico de una mujer embarazada que está aterrada por la maternidad.
Huesera
Huesera tiene como protagonista a Valeria, una joven mujer que junto a su mamá y tía, va en camino a ver una monumental estatua de la Virgen de Guadalupe para pedirle que la convierta en madre. Su mamá le persigna el vientre, y unas semanas después, descubre que está embarazada.
Las primeras reacciones de los demás no son de felicidad, sino de reclamo por haberse tardado tanto. Luego, con tan sólo unas semanas de embarazo, comienzan los cuestionamientos respecto a su calidad como futura madre. “Si a ti ni te gustan los niños“, le dicen.
Pronto entendemos que Valeria, quien se dedica a trabajar la madera, realmente no desea la maternidad como “debería”. Y todos esos reclamos, más las advertencias del dolor del parto, afectan su sueño y su estabilidad psicológica.
La protagonista comienza a ser perseguida por la figura de una mujer fracturada (literal con todos los huesos fracturados). Y así, sus propios huesos, empiezan a tronar. El guion de Abia Castillo y la directora, exploran en Huesera los horrores, como les contábamos, de la maternidad no deseada y cómo queda oculta entre sonrisas de felicidad, consejos no solicitados y la recomendación de no quejarse del dolor físico (como si fuera una prueba de fuego de los dolores, pero emocionales, que un futuro ha de provocar un hijo o hija).
Algo que también hace genial a Huesera es cómo evalúa la idea, también impuesta, del instinto materno. Primero, la que nos dice que todas las mujeres queremos ser madre; y la que propone un sacrificio total por las y los hijos. La película es muy clara con la primera, pero con la segunda, es aún más incisiva al reconocer que a pesar de que Valeria no quiere ser madre, jamás podría permitir que algo o alguien lastime a la bebé (no como instinto materno, sino de supervivencia y humanidad).
Una maternidad no deseada
Durante una visita con su familia en casa de sus padres, Valeria se encuentra sentada en la cocina ayudando al resto de mujeres a preparar los alimentos. Su tía comienza a romper un pollo, y ese ruido particular, se hace recurrente en algunos de los momentos más turbios.
Todo da un giro de 180 grados cuando durante una noche de insomnio, es testigo de una tragedia que aparentemente involucra a una mujer. Con eso, la figura de un cuerpo completamente roto, la acosa, la persigue y la lastima. Esa paranoia le da un permiso total a los demás, como su familia y pareja, de controlar su embarazo y de insinuar un futuro poco exitoso para ella como madre, mas nunca se menciona la supuesta vulnerabilidad del bebé.
En otras palabras, que lo único que importa es humillar a la madre, dejando de lado el cuidado del bebé (una conversación que permanece en el tema del aborto, por ejemplo, que reconoce el “derecho a la vida “del feto sin importar las condiciones de la misma).
Lo mejor del cine mexicano en este 2022
Huesera ha hecho un recorrido largo en distintos festivales internacionales como Tribeca donde recibió la dupla a la Mejor Nueva Dirección Narrativa y el Premio “Nora Ephron” a la Mejor Película Dirigida por una Mujer. Y no es para menos.
Sin duda, esta cinta es una de las más destacadas no sólo dentro del género de horror (con el cual tenemos una relación un tanto complicada entre obras magistrales que siempre intentar ser superadas). Sino de toda la filmografía en el país al retomar un tema que si bien ha sido explorado en otras cintas (desde hace décadas, por cierto), lo hace con una visión que corresponde a las distintas aristas y/o conflictos que descubrimos ahora en la maternidad.
Huesera se proyectó como parte de las actividades del FICM 2022 en la Selección oficial de Largometraje Mexicano.