Artículo porMaría Yolanda Errazuriz
Ubicado entre las playas de Pichidangui y Los Molles, esta reserva ecológica se extiende entre la IV y V Región, albergando una rica diversidad de especies, entre ellos el lúcumo silvestre. Hoy esta reserva lucha por su preservación ya que se busca cambiar su suelo a extensión urbana.
Catalogado por el Ministerio del Medio Ambiente como un Sitio Prioritario para la Conservación, el Parque Puquén –un área privada– es uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad de la zona central del país. Hoy el gobierno regional de Valparaíso –en conjunto con otros miembros de la comunidad– buscan convertirlo en Santuario de la Naturaleza.
La iniciativa comenzó cuando el Plan Intercomunal de Valparaíso Satélite Borde Costero Norte –que regula la superficie desde Concón hasta los Molles– permitiría hacer un cambio de suelo de la Zona de Protección Ecológica ZRI 3 a ZU4, es decir, a una zona de extensión urbana de 1.400 hectáreas. Esto significa que los terrenos del parque pasarían a considerarse de una Zona de Protección Ecológica a un sector de Áreas Verdes, lo que permite intervenir en el sector y por lo tanto, pondría en riesgo la biodiversidad existente.
Un paraíso natural
Familias, jóvenes y turistas extranjeros acuden a este pequeño paraíso para recorrer sus magníficos circuitos, los cuales se rodean de una riqueza natural única en el mundo, pues este parque es un lugar semidesértico reconocido por su importancia biológica. Ha sido calificado como uno de los cinco ecosistemas mediterráneos del planeta, y entre su gran variedad de flora silvestre y especies endémicas, se encuentram especies como el lúcumo silvestre (en peligro de extinción).
Otra de las peculiaridades que presenta y que forma parte de uno de los grandes atractivos del lugar, es su cavidad rocosa que cuando hay marea alta expulsa un potente chorro de agua. Un espectáculo único que fue el que le dio origen a su nombre, ya que Puquén en lengua Quechua significa ballena y en mapudungun se traduce como “piedra que ruge”.
Pero sus atractivos naturales o su geología no son los únicos factores que lo convierten en un lugar singular, pues el sector de Los Molles tiene una importancia arqueológica destacada, que permite registrar el modo de vida de antiguos poblamientos indígenas y documentar sus ocupaciones. Y es por todas estas características que se busca su protección.
Panoramas del conflicto
En Ladera Sur conversamos con el abogado ambiental de FIMA, Diego Lillo, quien nos explicó que en una primera instancia Los Molles comenzó a verse presionado por las industrias inmobiliarias por sus significativos balnearios. Durante el proceso de modificación del Plano Regulador, la zona de Los Molles quedó con áreas de extensión urbana más amplias de lo que solían ser antes, poniendo bajo amenaza importantes zonas de dunas y el Parque Puquén.
Ante este escenario han surgido posturas opuestas. Por un lado se encuentran aquellos que buscan proteger el patrimonio natural, cultural y arqueológico de la zona, donde destaca el movimiento Protege Los Molles. Por otro, están los interesados en cambiar el tipo del suelo a una extensión urbana para desarrollar futuros proyectos inmobiliarios.
De acuerdo al arquitecto Álvaro Erazo, miembro de Protege los Molles, el primer conflicto que se genera entre las partes es acerca de la extensión de la zona: “El Plan Regulador delimita la zona de protección ecológica desde los Molles, en donde se encuentra la entrada al Parque Puquén y donde está el muro de piedra hasta 180 hectáreas, que es solamente la primera parte. El real grado que tiene el territorio es una protección ecológica que corresponde desde los Molles hasta el límite regional, que corresponden a alrededor de 900 hectáreas”, comenta Erazo.
A partir de la identificación como sitio prioritario para la conservación, el gobierno regional junto al Ministerio del Medio Ambiente, durante el 2013 licitó un estudio de Línea de Base que fue adjudicado a la Universidad Católica de Valparaíso, que presentaba una propuesta conformada por un equipo consultor de 24 profesionales y académicos, cuyo desarrollo se llevó a cabo en el 2013, la primera fase y desde el 2016 la segunda, la cual tuvo su término a comienzos del 2018.
En la investigación se arrojaron antecedentes que intensificaron aún más la importancia y fragilidad del sector. “El terreno cumple con todas las características para su nombramiento como Santuario de la Naturaleza, pues observamos que el área tiene cerca de un 70% de endemismo y un factor interesante que registramos fue el avistamiento de unas poblaciones de pumas que representan los únicos de la zona central de Chile en un sitio costero, hecho que hace aún más urgente su protección”, declara Rodrigo Mondaca, profesional de la División de Planificación y Desarrollo del gobierno regional.
Mondaca además destacó el valor de la flora en donde se concentran especies únicas, como el lúcumo silvestre. Un arbusto que a razón de las destrucción de su hábitat –ya sea por el desarrollo urbano e industrial, los basurales o su mal cuidado en las expediciones turísticas– se encuentra en peligro de extinción.
Erazo además explicó que, al querer intervenir en una zona protegida y modificar el Plano Regulador, se debería haber hecho un Estudio de Impacto Ambiental, el cual no se hizo. “Estos sitios fueron declarados por el Estado de Chile y por el Ministerio del Medio Ambiente como Sitios Prioritarios de Conservación y a pesar de que no tengas una categoría de conservación en sí misma –como reservas o santuarios– debería existir un Estudio de Impacto Ambiental”. A esto agregó que otra alternativa podría haber sido la realización de una Evaluación Ambiental Estratégica.
Sin embargo, de acuerdo a lo especificado por Diego Lillo, con la nueva normativa de los planos reguladores, los proyectos que entran a la Evaluación Ambiental Estratégica son aquellos que contienen modificaciones sustanciales. “Ahí es donde está el truco. Lo que se hizo a continuación fue que se está empezando a tratar de implementar el plan regulador con algunos aspectos pequeños, de modo de que no aparezca como con modificaciones sustanciales dentro del plan existente. De esta manera se está tratando de implementar este plan de a poco para que no se vea una modificación sustancial, de modo que no requiera una nueva evaluación”, detalla Lillo.
A la espera de progresos
Según opina Rodrigo Mondaca, tras haber sido entregada la Línea de Base a las comunidades, quedaría que estas últimas se organicen con los propios dueños del terreno que hoy corresponde al Parque Puquén para proponer ideas y acuerdos que aseguren su conservación. “Es una tarea difícil porque se mezclan los intereses. Lo ideal es que, por lo menos, se declare una zona como Santuario de la Naturaleza por ahora y que se vaya expandiendo con el tiempo. Es un área importante muy frágil que requiere protección”, comenta.
“Para nosotros y la comunidad Protege Los Molles, es importante que después de un caso tan complejo y que se ha desarrollado durante tantos años, logremos hacer entender a las autoridades y propietarios que conservar el sector completo es una gran oportunidad para Chile. Más que un conflicto, el santuario o reserva sería un gran motor de desarrollo y turismo, sólo faltaría convencer y/o compensar al privado… De hecho ahora la idea es que junto con las autoridades, comunidad local y propietarios, se pueda armar una mesa público-privada para abordar las opciones y posibles acuerdos”, comenta Álvaro Erazo en una última instancia.
Greenpeace, por su parte, a través de una campaña dirigida a distintas autoridades del Estado, ha coleccionado cerca de 12.300 firmas con la petición de que se apoye la Declaración de Santuario de la Naturaleza Puquén, recalcando la importancia ecológica que representa y tomando en consideración de que es el principal atractivo natural de la Región de Valparaíso.
Se espera llegar a las 15.000 firmas, por lo que si piensas sumarte a la petición de proteger el Sitio Prioritario de Conservación Los Molles Pichidangui, puedes firmar aquí.