Por: AP
PARÍS (AP) — Los preciados monumentos de París y sus normalmente bulliciosas mecas de las compras estaban cerrados el sábado y decenas de miles de agentes tomaron posiciones en toda Francia ante el temor a más actos violentos en una nueva ronda de protestas antigubernamentales.
El ejecutivo del presidente Emmanuel Macron advirtió que las protestas de los “chalecos amarillos” en la capital serán secuestradas por multitudes “radicalizadas y rebeldes” y se convertirán en las peligrosas en tres semanas de movilizaciones.
La Torre Eiffel y el Museo del Louvre no abrieron sus puertas el sábado, como cientos de tiendas y negocios, ante el temor a sufrir daños luego de los enfrentamientos y saqueos del pasado sábado, cuando 130 personas resultaron heridas en los peores disturbios registrados en la ciudad en décadas.
Varias docenas de manifestantes ataviados con los chalecos amarillo neón que dan nombre al movimiento se congregaron antes del amanecer cerca del Arco del Triunfo, que fue víctima del vandalismo la semana pasada. Otros hicieron fila para pasar los registros de la policía en Porte Maillot, el principal punto de entrada al oeste de París y a la famosa avenida de los Campos Elíseos. La policía instaló barreras especiales reforzadas en las calles más lujosas de la capital, alrededor del palacio presidencial del Elíseo.
Las autoridades desplegaron vehículos blindados contra barricadas y a 8.000 policías solo en París. En el conjunto del país, 89.000 efectivos de las fuerzas de seguridad patrullarán las calles para disuadir o enfrentar a los alborotadores que se esperan en varios de los actos.
El movimiento de base comenzó como una protesta contra la subida de los impuestos a los carburantes, pero pronto se expandió para recoger la frustración por la congelación de los salarios y el aumento del costo de la vida. Macron acordó anular el alza impositiva a los combustibles, pero la medida no calmó la ira representada en los chalecos que, según la legislación, todos los conductores franceses deben llevar en sus autos.
Muchos miembros del movimiento hicieron un llamado a la calma y algunos adoptaron un tono conciliador tras reunirse con el primer ministro, Édouard Philippe, el viernes en la noche en un último intento por calmar los ánimos.
Pero el movimiento no tiene un líder claro y las protestas anteriores atrajeron a extremistas que lanzaron proyectiles a la policía.
El propio Macron, que es el blanco de gran parte de la ira de los disconformes, ha permanecido prácticamente oculto los últimos días, dejando el peso de las negociaciones con los manifestantes en manos del primer ministro y de su gobierno.
Cuatro personas murieron en accidentes desde el inicio de las protestas el 17 de noviembre. Mercados navideños, partidos de la liga de fútbol e innumerables eventos se cancelaron o se vieron afectados por las movilizaciones.
Partes de París parecían prepararse para la llegada de un huracán, con tablas tapando las ventanas y decoraciones navideñas. La policía retiró de las calles cualquier elemento susceptible de ser utilizado como un arma, especialmente en obras en zonas consideradas problemáticas.
El movimiento de los “chalecos amarillos” cruzó fronteras y el sábado había protestas convocadas en las vecinas Bélgica y Holanda.