Artículo porNicolás Smith D
No cabe duda de que la Carretera Austral es un imperdible, atiborrado de hermosos rincones y senderos. Incluso, esta ruta ha sido calificada como un “Santo Grial” para los recorridos en bicicleta, por las oportunidades que ofrece no solo para aventureros adultos, sino también para niños y niñas. En esta nota, nuestro colaborador Nicolás Smith recuerda la travesía familiar que emprendió por estos parajes, y entrega consejos para preparar un viaje inolvidable junto a hijos e hijas, cuando el contexto sanitario así lo permita. La planificación, multimodalidad o la flexibilidad son algunos de los puntos que aborda a continuación.
Esta es una historia de cómo nos convencimos de recorrer parte de la Carretera Austral, en bicicleta (logro) y con hijo (logro máximo). En verdad es una historia para convencerte a ti, amigue lector con el gen ciclista-madre-padre-aventurera/o, de lo fácil, accesible y necesario que es emprender esta ruta.
La Carretera Austral o ruta 7 no es sólo un camino que une Puerto Montt con Villa O´Higgins en más de 1.200km de recorrido. Es LA vía de conexión terrestre para buena porción de la Patagonia occidental, la Trapananda (a pesar que tiene tres barcazas obligatorias) y una de las rutas más impactantes del mundo. Lo dijo Douglas Tompkins. Lo que también nos dijo un francés aventurero ciclista con familia es que la ruta es “el Santo Grial” para recorridos en bici en el mundo. O sea, una ruta de lo más premium platinum, bendecida por los dioses, ¡y que tenemos todas y todos en nuestro propio país!
En tiempos de COVID se erige como una alternativa para hacer ese turismo que este año nos habíamos olvidado o quedado cortos en tener, siempre siguiendo de forma estricta la norma sanitaria, por supuesto.
La ruta es de por sí un viaje por la aislación. Con una densidad poblacional de menos de una persona por km2, es como viajar por un Santiago en el que sólo vivieran 400 personas. Y hacerlo en bici nos asegura una conexión directa con los recursos naturales mientras vamos desconectándonos del quehacer humano. Si bien la ruta no es un paraíso de ciclo-inclusión, la disminución del tráfico hace mucho más apelable esta sensación de seguridad vial e inocuidad por distanciamiento. En definitiva, un turismo ridículamente maravilloso, tipo COVID-19 y con una huella ambiental mínima. Un tipo de turismo de cambio climático para disfrutar en familia, obvio.
Así y durante un tiempo fuimos preparándonos para esta aventura familiar que, en nuestro caso, incluye un hijo de tres años. Después de masticar un poco esos pensamientos a través de 9 días de lluvia, sol y subidas, pudimos llegar a 5 recomendaciones que nos sirvieron para aprovechar de la mejor forma el viaje. Ese viaje que tú podrías estar preparando el día de hoy.
Lo primero
De partida, y aunque suene de Perogrullo, es necesario tener bicicletas, saber andar en ellas y tener una meta y tiempo determinado. Nuestra propuesta fue unir Coyhaique (donde vivimos) y Puerto Montt (donde viven nuestros parientes más cercanos), intercalando una aproximación en auto hasta la localidad de La Junta como para poder hacer una vuelta en redondo usando las bicis y barcazas.
Tomando cada extremo de nuestro viaje nos propusimos andar en promedio unos 45 km por día. Si a una velocidad tipo trayecto casa-pega nos podríamos demorar unas tres horas en hacer esa distancia, con peso y con niño hay que doblar todo. Consideramos que seis horas arriba de la bici por día era un buen comienzo.
Estudiar y reestudiar la ruta con guías, aplicaciones y referentes es obligatorio. Ver las exigencias sanitarias de cada comuna es también un deber.
Otras consideraciones en este punto son: prepararse, prepararse y prepararse. Probar la bici con peso extra, hacer paseítos cortos (microaventuras) de un par de horas con el hijo/hija para que se vaya habituando al carrito y a los tiempos. Pero por sobre todo es llevar un buen equipo: bicis que no se vayan a desarmar, ropa para la lluvia, ropa para lluvia N°2, ropa para el sol y frío.
En nuestra ruta sabíamos que íbamos a mojarnos mucho (hasta 100 mm de agua lluvia por día). Todo en bolsas secas, alforjas buenas a prueba del agua, carpa, cocinilla, comida para un par de días, herramientas, etc. En la siguiente foto desgranamos nuestras alforjas con lo acarreado para tener una referencia.
Multimodalidad
Desde la ruta 7 convergen hermosos paseos y senderos que valen mucho la pena recorrer. Con hijos/as se hacen indispensables. Poder “multimodalidar” nuestro viaje es una meta en sí y por la que vamos dosificando la rutina ciclista que para los y las menores puede resultar un poco agotador.
En otras palabras, es muy recomendado estirar las piernas. Haciendo trekking por el sendero del huemul, del bosque de alerces, del volcán o del glaciar son un buen ejemplo (nombres modestos). La multimodalidad, por otra parte, nos llevó a sumar la instalación de un asiento encajado en el marco de la bici y llevar la bici sin pedales de nuestro hijo. El primero, un éxito para los días sin lluvia y con cuestas importantes por conquistar. El segundo un éxito para que pueda recorrer el sitio de camping, realizar algunos senderos más rápido, y en especial que nuestro hijo se sienta parte del viaje.
Ya no son 2 bicicletas en el viaje, ¡son tres! Lo que significa un cambio radical en su percepción del viaje y que nos lleva al siguiente punto.
Aprehender el viaje
Si bien tenemos una ruta y meta determinada, todos tenemos expectativas y sub-objetivos distintos.
Hacernos parte e involucrarnos en el viaje es un deber y constante trabajo como padres-madres o cuidadores. Una herramienta para cumplir esto es llevar cosas para que se sienta parte de la aventura, como por ejemplo, la bici para que se sienta parte del pedaleo, algunos juguetes con los que podamos armar y desarmar (legos, por ejemplo), algunos libros de fauna local, y por último la creación de una bitácora de viajes donde anotar, dibujar y recolectar lo vivido.
Aprovechar los espacios públicos
La Carretera Austral es especial para encontrar espacios públicos de alta calidad. Desde la ruta en bici, el sólo hecho de escuchar atentamente a los chucaos, ranita y caídas de agua ya es un privilegio. Poder detenerse en cualquier parte a contemplar esto porque andamos en bici es inigualable (perdón autos).
Los parques nacionales del que somos herederos son herramientas para comprender y revisar ese mundo natural. En la mayoría de los pueblos hay plazas con juegos y bibliotecas públicas que son un refugio perfecto para detenerse y compartir (lecturas).
Ser buenos turistas
Sí, estamos de viaje y debemos hacerlo de la forma más respetuosa posible. Desde la programación de los alimentos y embalajes, al hacerse cargo de los residuos que vamos generando, al hacerse visibles para automovilistas, al entrar en cada pueblo y lugar con respecto.
Estos hábitos, a pesar de lo exigente de la ruta, son tremendos instrumentos de enseñanza y participación para nuestros hijos e hijas. La bici siempre ha sido un vehículo para forzarnos a ser más responsables con nuestro entorno.
Ser flexibles
Eran cinco puntos, pero como somos flexibles podemos agregar un punto más. La flexibilidad nos ayuda a enfrentar a nuestras motivaciones y expectativas. Nos hace estar atentos a las oportunidades que nos da el camino y encuentros con grandes amigos en bici.
Pensando desde la óptica de los más pequeños nos sirve para estar atentos a los desafíos que nos vamos a encontrar a diario, por más bonito que sea el camino y por más aventura que busquemos.
En la Carretera Austral, sin lugar a dudas, vamos a necesitar y encontrar el tiempo para maravillarnos, desafiarnos y adaptarnos, que es más de lo que podemos esperar un día cualquiera.
Si tus piernas ya sienten un hormigueo por pedalear este verano, te estaremos esperando en el corazón de la ruta.