– Pan, circo y puñaladas traperas: Elecciones en paquete Premium
– Todos contra Maru
– Deficiencias en la defensa
– El Vesubio morenista está que arde
– Loera en Juárez y Cuauhtémoc
– Maru en La Boquilla
– Breve para los coordinadores de campaña Con la Pascua de Resurrección se inician oficialmente las campañas políticas para las elecciones del 6 de junio, un extenso ejercicio de rotación de partidos y candidatos.
A la hora de la renovación de cargos del poder público y de administración del Gobierno, el hartazgo de los ciudadanos mandará a volar a muchos y dará la bienvenida a otros, con la esperanza de que los recién llegados cumplan con las promesas que se lanzarán como cataratas en este corto y a la vez largo ensayo de seducción de dos meses.
Este periodo electoral anticipa una locura propia de Ciudad Gótica. En los últimos tres meses ya desfilaron candidatos impugnados, procesos amañados, vinculaciones a proceso, chapulineo de candidatos a mansalva, la desilusión del fenómeno independiente, la injerencia del poder en la elección y alianzas partidistas inimaginables, culminando el pastel con promesas de candidaturas que dejaron a más de un suspirante chiflando en la loma.
La elección de gobernador presenta ocho propuestas para escoger, aunque en el arranque de campaña solo dos candidatos tienen posibilidades reales de llegar a palacio, tres a lo mucho.
El PRI anda en un mal momento y su candidata Graciela Ortiz la tiene difícil, con unas perspectivas de triunfo resbalosas y complicadas. El que sí estira la mano con ganas de llevarse la copa es Morena, que cuenta a su favor con el inusitado escenario de 2018 en su principal bastión estatal, Ciudad Juárez, gracias al huracán lopezobradorista. El discurso de acción social y de atención a los que menos tienen muestra signos de cansancio, pero sigue siendo su principal estandarte.
Como si se tratara de una carrera parejera, la contienda se enfoca, hasta el momento, en dos candidatos: por un lado está Juan Carlos Loera, el candidato de Morena en alianza con el PT y Panal, y enfrente se planta Maru Campos, la candidata del PAN en coalición con el PRD. Antes de empezar, a Maru ya le dieron para que tenga y deberá atender dos asuntos que no se bifurcan, el político y el judicial, tras su vinculación a proceso. Entre la posibilidad de una nueva vinculación a proceso por el caso de la Fiscalía Anticorrupción, la pantalla de Zoom y los actos de campaña, tendrá que desdoblarse astralmente.
En la segunda línea se agazapan tres candidatos: una esperanza de resurrección, con el milagro de la sorpresa priista que quiere dar Graciela Ortiz. A su lado está Movimiento Ciudadano, con el alcalde con licencia de Parral, Alfredo «el Caballo» Lozoya, mirando fijo a Juárez, donde se concentra al 39 por ciento de los electores del estado. Bien pegado a ellos se para el doctor Alejandro Díaz, candidato de Fuerza por México.
Un poco más al fondo están los actores de reparto que tienen pocas posibilidades de triunfo. Allí se mueven nerviosos el Capi Luis Carlos Arrieta, piloto aviador por el partido Encuentro Solidario; la activista María Eugenia Baeza, por Redes Sociales Progresistas, y Brenda Ríos, del Partido Verde. Otros partidos, que tuvieron mejores épocas, están ahora como rémoras y espectadores de la campaña, aliados a los grandes tiburones de Morena y el PAN. Ellos son el Panal, PT y PRD.
El caso de Maru Campos merece una reflexión particular, porque su candidatura reúne algunas excepcionalidades. Es la candidata mejor posicionada por algunas de las encuestas, argumenta sufrir una persecución política y, si otra cosa no ocurre, tendrá que hacer campaña vinculada a un proceso penal, imputada por el presunto delito de cohecho pasivo dentro de la llamada nómina secreta duartista.
Mientras hace campaña por todo el estado, Maru Campos Galván deberá permanecer simultáneamente atenta a las impugnaciones o al amparo que seguramente su defensa hará valer en contra del auto de vinculación que le fue dictado por el juez de control Samuel Mendoza, así como al otro caso pendiente con la Fiscalía Anticorrupción en donde puede ser vinculada nuevamente.
Pero la preocupación en su búnker es más urgente, porque están pensando en los impactos y alcances que puede tener este escenario en el ánimo de los votantes. Con Maru convertida en víctima ¿aumentarán las probabilidades de ganar la elección? ¿O será al revés y se desplomarán las preferencias ciudadanas? ¿Le dejará la puerta abierta a Juan Carlos Loera para la victoria?
El caso contra Maru Campos tiene otros damnificados, como María Ávila Serna, la exdiputada local del Partido Verde casi a punto de ser desconocida como dirigente estatal por sus propios cuates. Fue acusada por la Fiscalía General del Estado de recibir 3.4 millones de pesos de recursos públicos sin justificación alguna entre 2014 y 2015. En el “combo” de imputados también está el priista Rodrigo de la Rosa, quien supuestamente recibió 2.5 millones de la caja chica de Duarte.
La actuación del equipo defensor de Maru quedó muy cuestionada en el ámbito de la abogacía. Ávila y De la Rosa recibieron una paliza al estilo Tyson por parte del juez Mendoza, mismo que, sin temblarle la mano, refutó la mayoría de los alegatos, incluso dando cátedra para criticar expresamente el trabajo de la defensa, mencionando que varias de las pruebas presentadas por ellos fueron utilizadas por el MP en su contra.
Los abogados y exprocuradores Francisco Molina Ruiz y Arturo Chávez Chávez, así como Pedro Gómez, concluyeron la audiencia cabizbajos y circunspectos tras una aparentemente fallida estrategia de defensa. Sin embargo, los especialistas saben que en estos casos los penalistas expertos no suelen enfocarse tanto en tumbar el auto de vinculación, lo cual es en extremo complicado cuando existen datos de prueba que pueden apuntar a un hecho con apariencia delictuosa, sino en que no se les cuele una medida cautelar de prisión preventiva justificada. Cosas de abogados.
Peor la pasó el notario público número 4, Luis Raúl Flores, quien no dejó de insistir en desconocer su firma y el sello de su notaría en 34 de los recibos supuestamente utilizados en los pagos millonarios efectuados presuntamente a favor de los exdiputados locales, en pago de favores políticos solicitados por Duarte, recibos que sí fueron autentificados por el juez Mendoza.
El fedatario está suspendido por seis meses por el Registro Público de la Propiedad y del Notariado y hasta puede perder su patente. Ya se imagina Mirone la enfurecida reacción del gobernador Corral y su frase matadora: “Se los dije”.
El juez afirmó con contundencia que la famosa nómina secreta de César Duarte no puede ser una ficción, y desató con ello, seguramente en forma involuntaria, toda una serie de historias, inventadas o no, en donde se cuenta que los involucrados no sabían si contar los billetes por fajos o por kilos, hasta llegar, con la centena de implicados, a los mil millones de pesos como monto total aproximado del monumental saqueo a nuestros bolsillos, estimado lector, incluido el escuálido y muy raquítico de Mirone, que también cuenta, faltaba más.
Se llama Morena pero parece el Vesubio, un volcán que entra en erupción en cualquier momento; el bastión morenista juarense que tanto presume y visita el presidente López Obrador está que arde. El delegado nacional José Ramón Benítez ya no duerme, pues la operación cicatriz puesta en marcha tras la designación de los candidatos terminó en trampa, con un inicio de campaña por la gubernatura a puros problemas.
Hace pocos días las tribus morenistas en Juárez, que tampoco duermen, agrandaron la grieta y se les ocurrió lanzar una estrategia que podría llamarse “Puñalada Trapera”, una brillante idea que consiste en promover el voto cruzado contra el candidato Loera de la Rosa, que quiere ser gobernador.
La cosa empeora porque otro grupo contrario tuvo la misma brillante idea y decidió hacer idéntica promoción contra Cruz Pérez Cuéllar, que quiere ser alcalde. Mirone ya lo dijo un par de semanas atrás, Loera y Cruz no se soportan y parece que están dispuestos a irse juntos al despeñadero, aunque finjan obligadamente una civilidad y disciplina que los atormenta.
Esta estrategia de la organización del voto cruzado que se promueve entre la militancia de Morena en Juárez no es una ficción, tal como no lo es, de acuerdo al juez Mendoza, la nómina secreta de Duarte. Dos trenes que marchan desbocadamente a 100 kilómetros por hora por el mismo carril están por chocar de frente y hacerse pedazos.
La gota que derramó el vaso fue el enojo de los militantes cuando pescaron con las manos en la masa a Pérez Cuéllar, el candidato a la presidencia municipal, en abierta reunión con el líder nacional del PAN, Marko Cortés y con Maru Campos, la candidata a la gubernatura.
Al parecer los desilusionados prefieren mil veces dar su voto a Javier González Mocken, el candidato priista morenista del PAN, para beneficio de Maru Campos, con quien sea que esté sentada en la mesa. En Morena las cosas son como dice la canción de Vicente Fernández, “entre mula y mula nomás las patadas se oyen”.
Aunque los pleitos ya son parte del paisaje morenista, saben muy bien que una campaña electoral necesita de una sólida operación política porque las becas y los apoyos son una buena ayuda, pero por sí solos no aseguran votos. En medio de la pandemia los partidos con mayor estructura, asentamiento territorial y número de militantes la llevan mejor, algo beneficioso para los partidos viejos y para los partidos consolidados como PAN, PRI y Morena.
Haciendo bien las cuentas es lógico que Juan Carlos Loera inicie su campaña en dos regiones emblemáticas y conocidas para él: por un lado, la frontera y la urbanidad juarense, que se reflejan en el comportamiento de su electorado. Por otro lado, la región del noroeste y su vida rural, con una mezcla de agricultores y campesinos que están vinculados por su proceso productivo, pero mantienen grandes diferencias y conflictos.
Con mucha razón Loera viene a hablar con su gente, con los juarenses, que le dan más del 70 por ciento de apoyo a AMLO y que con 280 mil beneficiarios de los programas sociales pueden apoyar la continuidad obradorista. Cuenta con una estructura de campaña de casi 10 mil juarenses integrando las brigadas, más toda su estructura de contacto directo. Es suficiente con repetir el estribillo de que la 4T y Andrés Manuel le dieron a Juárez la dignidad que los anteriores Gobiernos les negaron, muy sencillo.
Quiere conseguir más de 200 mil votos con juarenses poco participativos en las elecciones intermedias y con apenas un 40 por ciento de votantes reales, 400 mil ciudadanos. En semejante desierto la chiquillada puede quedarse con el 20 por ciento del pastel, arruinando la fiesta desde el principio con sus 80 mil votos. Si por casualidad Mocken y el PAN lograran la votación que Javier Corral obtuvo en el 2016, se llevarían 120 mil votos.
A Loera le quedarían entonces unos 200 mil votos, un diferencial estratégico en las cuentas de la elección estatal, aunque sin garantías de victoria. Alguien podría preguntarse por los 180 mil votos de Cabada y Mirone diría que hicieron el pase de magia y volvieron a su origen, a otros partidos y a la abstención. Juárez es el único municipio del estado donde Morena se quedó con más del 50 por ciento de los votos en 2018 y hasta ahora es hegemónico, con un PAN y PRI muy lejano y un trabajo de remontada muy empinado.
El noroeste tiene su municipio estratégico, Cuauhtémoc, donde se asienta el séptimo distrito electoral federal, el único espacio fuera de Juárez donde Morena ganó en la elección federal de 2018. Se trata de un distrito con 17 municipios donde ningún partido es hegemónico, pero que le aportan a Morena 60 mil votos, una región con fuerte presencia del PRI y del PAN, pero donde también juegan MC, PRD, Nueva Alianza y el Verde.
Allí Morena ganó Cuauhtémoc y Guerrero, los dos municipios más importantes del distrito y las encuestas dicen que los volverá a ganar. Loera eligió bien el arranque, es una zona fuerte y segura para Morena, un escenario para alabar las proezas sociales de la 4T y ensayar el estribillo.
Muchos creen que el Maru-juicio paralizó a Chihuahua por 48 horas pegados a las redes, aunque la verdad es que para la mayoría de los chihuahuenses la palabra vinculación no figura en el diccionario. No se puede negar que el morbo del reducido círculo rojo de la política tuvo bocado para placer y deleite de su insaciable apetito, ávido de estos espectáculos que alargan las charlas de café y el pavoneo de los expertos.
Quizás por eso Maru inicia su campaña en la presa de La Boquilla, epicentro del conflicto que enfrentó al Gobierno federal con los agricultores chihuahuenses por el tema del agua de las presas, donde Maru jugó un rol destacado. Es una región que agrupa a los estratégicos municipios de Delicias, Camargo, Saucillo y Ojinaga, todos de Acción Nacional.
Esa próspera zona centro-sur del estado alberga una importante clase media de agricultores, ganaderos, lecheros y comerciantes que ven su futuro amenazado con Morena y se adhieren a un discurso polarizante contra la 4T, contra AMLO y contra Loera. Ahí podría Maru trazar la raya final separatista con el gobernador Corral, en un lugar donde lo consideran un traidor en su lucha por el agua para riego.
Estos municipios conforman el quinto distrito electoral federal con 340 mil electores que en 2018 le dieron 65 mil votos al PAN y apenas 35 mil a Morena, tercero por debajo del PRI. Con estos datos en la mano, es claro para Maru Campos iniciar la campaña en un escenario propicio para enviar un mensaje a todos los chihuahuenses que no quieren ver a Morena gobernando el estado.
También puede reafirmarse como una candidata perseguida por el poder de Javier Corral y agrupar al anticorralismo y al antiamloísmo como la opositora más importante contra la 4T en el norte de México.
En la región se observa un fino trabajo de operación política por parte de Morena, porque todos los candidatos morenistas de estos municipios son propuestas de profesores del Partido Nueva Alianza, enojados con el PAN y su estilo de gobierno que dañó la oferta de servicios estratégicos brindados por Pensiones Civiles, que en esta elección tendrían la opción de votar por el PRI o por Morena.
Con sus candidatos del magisterio, Morena entra sin la carga negativa de los candidatos de sangre roja y puede competirle al PRI y al PAN. Los 17 mil votos de Nueva Alianza en 2018 no le harán ganar el distrito, pero puede sacar al PRI del segundo lugar y ayudarle a su candidato a gobernador.
Al PAN puede pegarle con el argumento de que Maru no busca la gubernatura, sino la impunidad. Pintarla como una candidata corrupta que distrae al electorado haciéndose la víctima de una persecución es un tono de campaña que Lozoya y Graciela iniciaron desde el mismo día de la vinculación a proceso.
Con mucho acierto y rápidos reflejos, la ex secretaria general del CEN panista, Cecilia Romero, hizo una lectura crítica de lo sucedido en los juzgados penales y afirmó que la vinculación de Maru Campos a proceso penal afectará al PAN en su desempeño político. No sabe cuánta razón tiene.
De los ocho candidatos a la gubernatura, cuatro son mujeres –entre ellas Maru Campos, por el PAN-PRD, y Graciela Ortiz, por el PRI–. Dos conocidos expertos como Arturo García Portillo, para el PAN, y Guillermo “el Negro” Márquez Lizalde, para el PRI, son los responsables de conducir las estrategias de campaña de las candidatas.
En Morena, su candidato Juan Carlos Loera de la Rosa tendrá como coordinadora de campaña a la maestra Norma Deirdré Bazán Mayagoitia, quien dejó su cargo como administradora de la Aduana de Juárez y entra en su nueva encomienda, donde hay mucho que demostrar en apenas 60 días.
El trabajo de los jefes de campaña es arduo, técnicamente exigente y físicamente desgastante. Su triunfo consiste en hacer triunfar a los candidatos. Nada más y nada menos.