EDENI RODRÍGUEZ
En la existencia de cada ser hay ciclos que deben ser cumplidos, como la vida y la muerte. En la cultura ralámuli, que una persona se adelante en su camino es el inicio para que quienes permanecen con vida las acompañen para terminar el ciclo.
La filósofa y antropóloga Kiriaki Orpinel se adelantó el 19 de enero de 2019, y como lo marca la tradición ralámuli sus familiares deben apoyarla para subir sus cuatro almas, con cuatro eventos que son una ceremonia-ofrenda llamados nutema.
En la tradición ralámuli las mujeres cuentan con cuatro almas, mientras que los hombres tienen tres.
Víctor Martínez, viudo de Kiriaki Orpinel, señaló que estos cuatro eventos constan de ofrenda, danza, canto y la presencia de familiares y gente cercana, quienes acompañan cada una de las almas de la difunta y las ayudan a subir.
Mencionó que hay quienes dicen que el primer evento se da al momento del fallecimiento de la persona y las otras cada año posterior a esto. Sin embargo, no hay rigidez y varía dependiendo del lugar de donde sea la familia ralámuli.
En el caso de la nutema de Kiriaki Orpinel, la primera se dio en junio de 2019 y la segundo se había propuesto para junio de este año, sin embargo, la emergencia sanitaria por Covid-19 lo hizo imposible, por lo que fue recorrida hasta agosto.
La nutema es una ceremonia-ofrenda con un propósito, aunque los métodos y los tiempos cambien. Lo importante, aseveró Víctor Martínez, es no dejar que las almas queden sueltas y sin la atención que merecen, y como familia se tiene la obligación de ayudar a quienes se han adelantado en el camino.
El lugar en esta ocasión fue Ciénega de Norogachi, en la Sierra Tarahumara. La familia de Kiriaki Orpinel fue la encargada de designar el patio donde se danza o awílachi, la cruz, la medicina ralámuli y la mesa con ofrenda, con el consejo del wikaláame. La primera hizo los preparativos durante días y la segunda dio los recursos para lograr la nutema.
En el awílachi se colocó la mesa con ofrenda, donde permaneció la fotografía de Kiriaki, cuatro veladoras, cosas que a ella le gustaban en vida como el cigarro y la fruta. La ceremonia comenzó la noche anterior cuando fue colocado en este altar el suguí (tesgüino) y la comida que fueron tortillas de maíz con carne cocida sin sal, pues quien vive arriba y es madre (iyerúame) y padre (onorúame) no come sal.
Cabe señalar que el suguí es una bebida de maíz germinado, molido, cocido y fermentado durante 10 días, dependiendo de la temperatura, pues en invierno tarda un poco más.
La ceremonia con la ofrenda en la mesa fue acompañada de un músico conocedor de violín, quien tocó piezas matachines sobre todo durante la noche y hasta la media noche. El músico permaneció en la ofrenda todo el tiempo.
Tras descansar, al amanecer, se comenzó con la danza y canto del yúmali (una sonaja), con mujeres matachines. A mediodía se hizo el ofrecimiento a Kiriaki, a quien vive arriba y es madre y padre y a las presentes. Se dieron las gracias y compartieron la bebida y la comida en el awílachi.
Ante una ceremonia-ofrenda tan importante e íntima como lo es el acompañamiento de las almas de quienes se adelantaron, el pueblo ralámuli se muestra en lo general con mucha apertura y tolerancia, indicó Víctor Martínez, sin embargo, siempre es primordial conocer y reconocer los espacios donde está bien o no participar, como por ejemplo tomando fotografías.
Y aunque en su caso como familia de Kiriaki les toca poner su granito de arena, señaló que fue la familia ralámuli la encargada de la parte más cultural, como el sacrificio del animal y la elaboración de los alimentos. Es ella quien lleva y guía todo el proceso.
Para él y su hijo, participar en la nutema es acercarse a una tradición que tiene que ver con todo el espacio cultural del pueblo ralámuli del cual su esposa era parte, y cumplir con algo necesario para cerrar un ciclo.
Mencionó el placer que representa que como vivos sean responsables y designados a acompañarla ahora que ha adelantado su camino y que ha terminado su ciclo de este lado, para que esté en completa armonía en el otro espacio donde ahora se encuentra.
Nutema, como la de Kiriaki, se adapta a las circunstancias
Con esta nutema y la reflexión de la necesidad de ayudar en el acompañamiento de las almas de quienes se han adelantado, es importante mencionar que hay familias ralámuli imposibilitadas en solventar gastos para realizar toda la ceremonia-ofrenda. Por lo que, aunque no tengan una celebración tan amplia como ésta, sí cumplen en su rol de personas vivas y ayudan a cerrar los ciclos de sus difuntas.