Enrique Pérez Quintana
Y al final de todo, la palabra que prevaleció fue ‘narcocandidata’. Con el tema genérico “la ruta hacia el desarrollo de México” el Instituto Nacional Electoral (INE) organizó el segundo debate presidencial. Las candidatas Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez y el candidato Jorge Álvarez se pronunciaron sobre los temas Crecimiento económico, empleo e inflación; Infraestructura y desarrollo; Pobreza y desigualdad y Cambio climático y desarrollo sustentable. Lo novedoso fueron las preguntas ciudadanas videograbadas que las tres candidaturas tenían que responder.
El objetivo del debate de conocer similitudes y diferencias entre las ideas de los candidatos es importante, debería de haber incluido las preguntas ciudadanas, para avanzar en la democracia. No fue así porque ninguna obtuvo una respuesta a fondo y la mayoría fueron ignoradas. Intento fallido. Moderaron la discusión Adriana Pérez Cañedo y Alejandro Cacho.
Los temas que marcan la ruta para el desarrollo de México son de interés general. Las propuestas de las tres candidaturas para ser un mejor país fueron insuficientes, sólo aportaron generalidades, repitieron lo ya sabido y como en el primer debate estuvo ausente la originalidad y audacia que acaparará la atención ciudadana y desatará comentarios en el post debate.
El segundo debate demostró que las tres candidaturas aprendieron del primer ejercicio. Claudia Sheinbaum ahora si salió a defender y divulgar los proyectos de López Obrador, que son la base sobre la que, dice, construirá el segundo piso de la transformación. No dijo nada que no hubiera dicho antes a pesar de que, por su profesión como científica especializada en el cambio climático, tenía la oportunidad de aportar, pero se frenó. Por ser disciplinada y seguir con exactitud la guía que le trazaron desde Palacio Nacional, los ciudadanos, faltando 35 días para las elecciones, todavía no conocen su pensamiento.
La candidata Xóchitl Gálvez también aprendió, no fue la misma del primer debate, ahora se mostró apegada a su personalidad real, puso en práctica su estrategia de atacar las fallas del gobierno de la 4T y corresponsabilizó a Claudia Sheinbaum. Su participación fue más dinámica y agresiva, sus respuestas breves, administró bien su tiempo, lo que le permitió decir la última palabra al final de cada tema. Tampoco propuso nada que no se supiera antes, ni originalidad, ni audacia para avanzar en el desarrollo de México.
El candidato Jorge Álvarez Máynez aprendió que tenía que continuar aprovechando la oportunidad para presentar las propuestas de su partido, ejemplificadas en sus dos únicos casos de éxito, Jalisco y Nuevo León. Nada diferente a lo dicho en campaña.
De la parte sustantiva del segundo debate, las propuestas para emprender la ruta hacia el desarrollo de México, no queda nada para el post debate. Lo que permanece, y con alta probabilidad se reflejara en la propaganda de los últimos 30 días de la campaña, son los insultos entre las dos principales adversarias que se atacaron durante todo el debate adjudicándole a la otra, acciones de corrupción relacionadas con episodios de su pasado personal, profesional o familiar. Tampoco dijeron nada que no se supiera con anterioridad.
Fueron dos horas en las que Claudia Sheinbaum continúo llamando a su adversaria “candidata del PRIAN” tratando de capitalizar la carga negativa que esa etiqueta le significa al ciudadano. Xóchitl Gálvez tuvo muchos días para pensar como etiquetar a su adversaria y lo hizo diciéndole “Candidata de las mentiras”, con lo que la ligó a la elevada cuenta de mentiras en el marcador de López Obrador y la señaló como su dependiente.
La controversia permaneció, creció y el tono se endureció en ambas candidatas. La mayoría de sus intervenciones temáticas eran rematadas con señalamientos de corrupción. El insulto y los ataques se volvieron personales. Claudia Sheinbaum le dijo a Xóchitl Gálvez “la candidata corrupta” por haber obtenido, cuando fue funcionaria pública, contratos del gobierno para sus empresas. La respuesta de Xóchitl Gálvez vino casi al final del debate cuando llamó a Claudia Sheinbaum “narcocandidata” por representar a Morena, y, según ella, ser un partido apoyado por los narcos cuyo gobierno protege a los traficantes de drogas.
El debate es la arena para que la pasión brote y así sucedió con los insultos del final. Si una le dijo “corrupta”, otra respondió con “narcocandidata”. Es sabido que la disputa por el poder no conoce límites, pero el calor de la discusión no justifica la acusación sin pruebas y sí lleva a expresiones temerarias que posteriormente se revierten en contra de quien las dijo.
Los excesos tienen consecuencias. En el contexto actual las frases “candidata corrupta” y “narcocandidata” podrían ser utilizadas en la propaganda, lo que afectaría negativamente el prestigio personal de cada candidata y no necesariamente aportaría variaciones en las tendencias de la intención del voto ciudadano.
En el tercer debate podrían continuar con esta conducta. Los ciudadanos esperan propuestas. Los insultos y agravios ya los conocen. El respeto no es mala idea.