Oscar A. Viramontes Olivas
viernes, 18 diciembre 2020 | 05:00
En esta ocasión Crónicas de mis Recuerdos tuvo el honor de entrevistar a una persona que amó su trabajo y que durante muchos años entregó cuerpo y alma a una de las empresas que le ha dado proyección al estado de Chihuahua a nivel nacional e internacional, me refiero a Cementos de Chihuahua ubicado en la comunidad más antigua de la ciudad de Chihuahua, el sector de Nombre de Dios y ese apasionado fue mi padre don Rosalio Viramontes Vega, el buen “Chalío” que de cariño le decían todos sus compañeros que al igual que él, trabajaron con pasión en lo que amaron por años. Al igual de mi querido Chalío que sigue vivo en los corazones de muchos, me encuentro con un buen amigo que también ha sido un apasionado de esa empresa, Roberto Moreno Vargas quien en varias ocasiones he tenido el honor de poder platicar y aprender de su vasta experiencia en el ramo.
Bajo ese antecedente nos trasladamos a la humilde vivienda de don Chalío que contento nos invita a pasar para tomar un refrigerio antes de comenzar la charla, muy vivaracho y lleno de recuerdos nos pide que nos acomodemos en uno de los sillones del zaguán de su casa: “Bueno, me da gusto el poder compartirles muchas cosas de mi querido cementos en donde pasé parte de mi juventud y de mi madures como persona y sé, que esta gran empresa asentada en un lugar muy antiguo, precursor de nuestra ciudad de Chihuahua muy cerca del río Sacramento, el cual cruza una enorme llanura muy pegadito a la sierra de Nombre de Dios en donde se apreciaban las torres de la “Quinta Carolina” cuya extensión llegó a tener hasta 22 mil hectáreas y donde don Luis Terrazas, se deleitaba al contemplar el paisaje todavía virgen de la zona y con gusto se la obsequiaba a su estimada esposa Carolina Cuilty en 1896.
Sin embargo, hoy si apenas subsiste lo que alguna vez sería el “casco” de la hacienda, muy cerca donde estaba el extinto “Tívoli” que era un parque de diversiones en los primeros años del siglo XX y muy cerca de ahí, una antigua granja de una familia de apellido Ryan donde en algún momento en esos terrenos, se construiría una planta cementera que llegaría a ser orgullo del Norte.
Para 1888 cuando el ferrocarril ya era un medio de trasporte importante debido a la bonanza que representó el que esa mole de hierro y acero cruzara de norte a sur, trasportando materias primas para un comercio e industria que en los años venideros, tomaría una importancia económica para Chihuahua. Sí, ahí donde los gatuños y el pastizal crecían en medio del semi desierto nacería la primera empresa cementera en forma, ya que muchos de los materiales de mampostería que se utilizaron por siglos y elaborados a partir de la “cal viva”, era extraído de las vetas de la sierra de Nombre de Dios y que al contacto con el agua, empezaba a hervir como por arte de magia. Este material combinado con la arena y dejado por un tiempo para que “curara” estaría listo para el revestimiento de paredes y techos en las casas de adobe; pero eso cambiaría, porque la nueva tecnología le daría un giro a la elaboración de estos productos necesarios para la construcción, transformándose en un material denominado “cemento”.
Sin embargo antes de pensar en instalar una fábrica cementera allá en Nombre de Dios, existían los planes para construirla en la avenida Juárez y 45ª, muy cerca de la antigua central de tranvías eléctricos, esos que recorrieron la ciudad desde 1908 a 1923 y que por cierto, una de esas corridas que daba este vehículo “blindado” era hacia la Quinta Carolina, claro cruzando por los terrenos donde hoy es Cementos de Chihuahua y cuyo pasaje del Centro hasta la Quinta era de 20 centavos; ahí se apreciaban en los alrededores, alguna mansiones campestres y áreas agrícolas cuyos propietarios eran de origen chino como la familia Kong que durante mucho tiempo, operaron la embotelladora “Kong” con marcas de refrescos, como: “La Misión” Square y otras. Pasarían los años y vendrían acontecimientos muy importantes y determinantes para el mundo, como la Revolución Mexicana, que dejó a nivel nacional más de un millón de muertos y una economía totalmente destrozada después de 10 largos años de lucha sin cuartel; además de la depresión y crisis en los Estados Unidos a finales de la década de los años veinte en el siglo XX y por supuesto de la guerra Cristera (1926 a 1929), donde también dejó muerte, rencores y un atraso importante; aunado al comienzo de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939 con la invasión de Alemania a Polonia y concluida en 1945.
Pero estos acontecimientos más que aniquilar a la economía nacional, promovió en algunos sectores la oportunidad de progresar y fue que para 1941, un grupo de personas visionarias apostaron ante lo que estaba sucediendo en el mundo y para ser más exacto el 14 de octubre, quedaría constituida la empresa Cementos de Chihuahua, S.A. y cuyo propósito sería y sigue siendo la producción de materiales para la construcción; pero no se instalaría en la avenida Juárez y 45ª , sino en el antiguo Nombre de Dios al norte de la ciudad de Chihuahua. Don Roberto Moreno, hacía memoria junto a mi padre Chalio de quienes habían sido los socios fundadores de la empresa cementera y tomando un pequeño folleto, se encontraron con algunos nombres entre los que se encontraban los señores Edwin P. Ryan, Sr. Edwin John Ryan R., Sra. Bertha Krakahuer Enríquez de Ryan, Sr. Carlos Guizar Ocaranza y Sra. Guadalupe Hernández de Guizar, quienes con una capital social de 10,000 pesos se embarcaron en un gran sueño.
Un año después para 1942, se iniciaron los trabajos de construcción de una pequeña planta cementera que operaría con un horno de 1.5 metros de diámetro y 13.7 metros de largo y a pesar de su avance para ese año, algunos eventos y problemas de índole económico provocaron que se suspendieran el funcionamiento de la planta debido a múltiples factores externos e internos. Simplemente la escasez de combustible, llantas, refacciones, motivada por la Segunda Guerra Mundial, aunada a dificultades del proceso húmedo empleado en la producción del cemento, provocaron el cierre de la joven industria y la liquidación de sus trabajadores que en aquél momento eran 26 operadores.
Este primer intento fructificaría en 1945 en un segundo momento de Cementos de Chihuahua, que involucró la experiencia de más socios y diferentes tecnologías. Tras el cierre de la primera planta, los señores Ryan y Guizar invitarían a don Eloy S. Vallina a invertir en el proyecto con el capital suficiente para modificar el sistema de producción. Don Eloy y el grupo que lideraba así como la empresa cementera “La Marquette Cement Manfacturing Co.” de Chicago, junto con el señor Ryan y el Lic. Guizar, iniciarían el 22 de Marzo de 1945, una nueva etapa para la cementera. La nueva sociedad quedaría integrada por don Esteban Almeida Fierro, don Jacobo Castro, don Víctor Cruz Márquez, don Jacobo Castro, don Esteban Almeida Fierro, don Jacobo Castro, don Víctor Cruz Márquez, general don Antonio Guerrero, don Carlos Guizar Ocaranza, don Russel L. Kleinman, La Marquette Cement Co, representada por E.J. Ryan, don Miguel Márquez Terrazas, don Edwin John Ryan, don Federico Terrazas Falomir, don José J. Touché, don Eloy S. Vallina y don Arturo Wisbrun Chacón.
Después de este importe diálogo con don Chalío y don Armando, ambos se quedaron con ganas de seguir adelante con la charla a cerca de la cementera de Chihuahua, por lo que me comentaban finalmente que sería importante otra nueva reunión al calor de un cafecito para seguir contando a acerca de una de las empresas que ha tenido un gran empuje y orgullo de Chihuahua.
Nace una empresa cementera en Chihuahua, forma parte de los archivos perdidos de las Crónicas de mis Recuerdos. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos I al XII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111); La Luz del Día (Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe) y Bodega de Libros.
Fuentes:
- Enríquez, E. 2006. 65 años, construyendo juntos. Grupo Cementos de Chihuahua.
- Entrevista con Roberto Moreno Vargas y Rosalío Viramontes Vega.