La columna
POR CARLOS JARAMILLO VELA
México no necesita un candidato, sino un Presidente
El presente proceso electoral mexicano ha sido quizá uno de los más discutidos en la historia nacional. En el centro del debate se halla, sin duda, la elección presidencial que determinará al sucesor del Presidente Enrique Peña Nieto. La personalidad de Andrés Manuel López Obrador, candidato de izquierda postulado por MORENA, es uno de los puntos principales de la controversia. El lenguaje poco ortodoxo, carente de diplomacia o -pudiera decirse- “agresivo”, es una de las características que ha mostrado López tanto en este como en los procesos electorales anteriores en los que contendió en busca de la Presidencia de la República. Asimismo, su personalidad fácilmente irascible, y sus vínculos con ciertas personas cuyas trayectorias y antecedentes son censurables, colocan en situación de vulnerabilidad la imagen del ex Jefe del Gobierno de la Ciudad de México.
López Obrador encarna un proyecto que no convence a muchos porque despierta en ellos más suspicacias y temores que certidumbre. Para otros, el tabasqueño significa la promesa de un anhelado porvenir de bienestar y progreso. Dentro y fuera de la nación han sido vistos con desconfianza, e incluso catalogados como populistas, los ofrecimientos que López ha venido haciendo en su búsqueda de votos, pues pese a que teórica o doctrinalmente pueden ser acordes con los fines de la actividad política, la presente realidad económica demuestra que materialmente muchas de sus propuestas carecen de sustento. Asimismo, las propuestas de amnistía o perdón a los delitos de alto impacto que hoy flagelan seriamente a México le han generado a López serias críticas.
Ricardo Anaya, candidato presidencial del PAN y el PRD, representa la unión de dos ideologías al menos formalmente opuestas, la izquierda y la derecha. Esta sola circunstancia revela el pragmatismo electoral que giró en torno a la inédita decisión, cuyo fin -desde la perspectiva de los partidos aliados- justifica los medios. Además, los señalamientos existentes respecto al supuesto manejo de influencias y uso del poder público aprovechados por Anaya para construir su cuantioso patrimonio personal, han puesto en entredicho la imagen pública de este aspirante. No menos significativa resulta la escisión causada al interior del PAN, cuando el mismo Anaya, siendo aún Presidente de ese partido rompió relaciones con importantes actores panistas como Felipe Calderón, Ernesto Cordero, Javier Lozano y Margarita Zavala, al cerrar el paso a las aspiraciones de ésta última, operando a favor de sí mismo la obtención de la candidatura.
Por su parte, José Antonio Meade, a quien el Partido Revolucionario Institucional ha postulado como Candidato a la Presidencia de la República, tiene a su favor vasta experiencia en el servicio público, así como una formación académica personal, que lo colocan por encima de los perfiles de los otros candidatos. Por ello, en importantes sectores de la comunidad internacional se ha venido considerando –e incluso recientemente se publicó en un influyente periódico europeo- que de los contendientes que hoy buscan la presidencia, es Meade quien se desempeñaría mejor como Presidente de México.
Otra ventaja política de Meade se finca en el tránsito discreto, sin sobresaltos ni escándalos, que ha demostrado tanto durante su ejercicio dentro de la función pública como en su actual etapa de candidato. De los tres aspirantes que realmente compiten por la Presidencia, el abanderado priista es el único que no se ha visto involucrado en escándalos o señalamientos que pongan su conducta personal en evidencia.
Nuestro país se encuentra en una coyuntura histórica de trascendental importancia política, económica y social, ya que el resultado de la elección presidencial del 1º de julio será determinante para la conducción y el rumbo que la nación, sus instituciones y sus leyes hayan de tomar en los siguientes años, y quizá décadas. Es pertinente recordar que en todo proceso electoral presidencial, lo fundamental para cualquier país es la elección de un buen gobernante. Un cosa es ser candidato, y otra muy distinta es ser Presidente. Lo que México requiere para los próximos seis años no es un candidato, sino un buen Presidente.
carlosjaramillovela@yahoo.com.mx
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