POR AARÓN SÁNCHEZ
El país está trabado. Se hacen cosas que no se pueden explicar, y se explican otras que sencillamente no se pueden hacer. Así no se puede avanzar. En el interés supremo de construir un nuevo régimen de Gobierno, se están tomando múltiples decisiones que carecen de sentido, de viabilidad y, en ocasiones, hasta de lógica. Todo está enredado, y parece no tener pies ni cabeza.
A más de un año en funciones, el Gobierno ha sido incapaz de proyectar una imagen de solidez en sus proyectos, y de solvencia en la forma de llevarlos a cabo. Hay muchas dudas. La desconfianza aún persiste. Se tiene la percepción social y empresarial de que solo prevalece el caos y la improvisación. La gente no cuestiona, pero sí se pregunta qué nueva ocurrencias habrá mañana.
Creerse autosuficiente ha sido desastroso. La economía tiene cero crecimiento, y la democracia cae por un peligroso tobogán. Por más que se insista en ello, no se ha podido dar viabilidad al estado social que se pretende implantar. El primer año ha sido muy malo. El segundo no presagia algo bueno. ¿Es necesario insistir en lo mismo que no está funcionando?
Ya debe quedar claro que se necesita lograr acuerdos entre varios partidos políticos para gobernar. Los Gobiernos unipartidistas ya son parte de la historia. Un país como México necesita tener claro el rumbo a seguir. Hoy no lo tiene. También requiere un proyecto político coagulante. Es decir, una propuesta de Gobierno que unifique y aglutine a la población. Y esto tampoco se tiene.
Es necesario crear un nuevo modelo político que garantice la normalización y la operación eficiente de la Administración pública. La mejor fórmula de gobernabilidad es la creación de coaliciones en lo federal, lo estatal y también en lo municipal. Sobre el ejercicio de la política, debe predominar una visión de utilidad en los resultados.
De esta manera se podría instrumentar una estrategia de política fiscal y de crecimiento económico, compatible con la política social que se quiere poner en marcha. Habría recursos suficientes para estimular la actividad productiva, y también para financiar los programas de bienestar social. Esta sería la esencia de un nuevo proyecto de Gobierno.
Pero la garantía de estabilidad es la conformación de un Gobierno pluripartidista en todos sus ámbitos geográficos. Es necesario deshacer el nudo que mantiene inmóvil y estancado al país. No hace falta esperar nuevos sexenios de Gobierno. En el presente, y en lo sucesivo, las coaliciones de Gobierno son determinantes.
Ahora tiene que entenderse esta nueva realidad política. Seguir como hasta ahora, es condenar a la población a un largo periodo de turbulencia e incertidumbre. Lograr acuerdos políticos, potenciará las acciones de Gobierno. Y los acuerdos no necesariamente es con los más afines, sino con quienes representan poder e intereses. Hay que decidirse a romper el nudo que tiene atrapado al país.