Francisco Moreno Fimbres
La relación de México con Norteamérica entra en una nueva etapa de alta complejidad. Con el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y el ascenso de Pierre Poilievre como primer ministro de Canadá, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard enfrentan un panorama que exige una estrategia diplomática de altísima precisión, basada en la prudencia, el sentido común y una disposición al diálogo que trascienda las diferencias políticas.
La amenaza de Trump
La historia reciente ha dejado en claro que confrontar a Trump puede tener consecuencias negativas. Sus políticas migratorias agresivas y las amenazas de aranceles punitivos crearon tensiones durante su primer mandato. Ahora, su regreso promete nuevas presiones, particularmente en temas como la migración y la seguridad fronteriza. Sheinbaum y Ebrard deberán priorizar el trabajo conjunto en estas áreas, mostrando resultados concretos como los avances en la lucha contra el crimen organizado y el combate al tráfico de fentanilo.
Poilievre y el riesgo canadiense
Mientras tanto, en Canadá, Pierre Poilievre, el llamado “Trump canadiense”, añade un nuevo nivel de precariedad a la relación trilateral. Su postura proteccionista y su disposición a excluir a México del T-MEC para priorizar el comercio con Estados Unidos son un golpe directo a los intereses comerciales de México. Su política “Canada First” y su afinidad ideológica con Trump subrayan la necesidad de que México no solo mantenga su presencia en el T-MEC, sino que también refuerce sus lazos comerciales en otros mercados globales como Europa y Asia.
La salida de Justin Trudeau, un aliado más moderado de México, complica aún más la situación. Poilievre representa un enfoque menos incluyente, lo que exige que México adopte una estrategia más asertiva y diplomática para mantener su lugar en la alianza norteamericana.
Cooperación trilateral como prioridad
Para contrarrestar estas dinámicas, México debe apostar por una política de cooperación activa. La crisis de los opioides, que afecta gravemente a Estados Unidos y Canadá, es una oportunidad para demostrar el compromiso mexicano con la seguridad regional. Acciones concretas como decomisos récord y una colaboración más estrecha con las autoridades estadounidenses y canadienses pueden servir como puente para mantener el diálogo abierto.
Además, México debe aprovechar foros internacionales y alianzas bilaterales para recalcar su importancia estratégica como socio comercial y geopolítico. En lugar de caer en provocaciones, Sheinbaum y Ebrard deben proyectar una imagen de estabilidad y compromiso con la modernización y el fortalecimiento del Estado de derecho.
La clave para México en esta etapa será mantener una diplomacia proactiva que busque construir puentes con dos líderes difíciles: Trump y Poilievre. Confrontarlos directamente solo aislará al país y pondrá en riesgo sus intereses comerciales y de seguridad. En cambio, apostar por la cooperación en temas de interés mutuo y reforzar la lucha contra el crimen organizado puede garantizar que México siga siendo un actor relevante en la región. En tiempos de desafíos compartidos, la prudencia y el diálogo son las herramientas más poderosas para enfrentar la tormenta.