RESEÑA HISTÓRICA #14 “Hombres y Mujeres deben tener los mismos derechos intelectuales y civiles”
General Porfirio Díaz Mori
Presidente de México
Por: José Luis Jaramillo Vela
Matilde Petra Montoya Lafragua nace el 14 de marzo de 1858 en la Ciudad de México y fallece un día como hoy 26 de enero de 1938, también en la Ciudad de México; sus padres, José María Montoya y Soledad Lafragua Romero tuvieron cinco hijos y Matilde fue la última de los cinco hermanos: Francisco, Ricardo, Sebastiana Inés, Tiburcia Valeriana y Matilde Petra Montoya Lafragua. Desde muy pequeñas falleció su hermana Tiburcia Valeriana y su madre volcó sobre ella más atención por ser la más jovencita de la familia y porque desde muy corta edad mostró interés y curiosidad por los libros y por el estudio de las cosas, a diferencia de sus otros hermanos que preferían el juego sobre otras cosas.
A los doce años termina su educación escolar, siendo muy joven para ingresar a la educación preparatoria que en aquella época estaba ligada a la educación superior, pero le atrae mucho la Ginecología y la Obstetricia, y se inscribe en la Escuela de Parteras y Enfermeras, perteneciente a la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía; por esas fechas fallece su padre y Matilde pensó que sus sueños se habían truncado, pero su madre y hermanos la animaron a continuar, por lo que se ve obligada a dejar trunca los estudios de partera y se va a Cuernavaca y a Puebla a ejercer de partera. Con sus conocimientos adquiridos y con la experiencia obtenida reunió dinero para poder regresar a
Ciudad de México y terminar en la Escuela de Parteras y Enfermeras, ingresando a trabajar a la Casa de la Maternidad, donde por lo general iban a dar a luz las mujeres muy pobres y las madres solteras; ahí vió y vivió Matilde muy de cerca la cruda realidad de dar a luz en extrema pobreza, problema al que años más tarde se avocaría.
Es el año de 1880, ahora Matilde ya tiene su título de Enfermera y Partera y desea ser Médico, pero tiene enfrente un enorme obstáculo: la educación superior está vedada para las mujeres y muy en particular la Medicina y las carreras científicas, por lo que debido a las ideas ultraconservadoras de la época, las mujeres sólo pueden acceder hasta la preparatoria o carreras auxiliares como la Enfermería, no podían seguir avanzando en sus estudios, pues la mentalidad que prevalecía en esa época en la sociedad, era de que la mujer debía encargarse del hogar, labores domésticas y la crianza de los hijos; Matilde hace por inscribirse para un examen de admisión y es rechazada en varias ocasiones en la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía. Esta situación comenzó a generar un cierto revuelo social al conocerse que una joven deseaba estudiar la carrera de Medicina, lo cual era impensable y mal visto a ojos de algunos sectores de la sociedad.
Un buen día, estos rumores llegan a oídos del Presidente Porfirio Díaz; el Presidente estaba recién casado con su segunda esposa Carmen Romero Rubio (había enviudado de su primer matrimonio), quien durante una plática familiar le comentó del asunto y Porfirio simplemente comentó que no estaba de acuerdo y le pregunta a su esposa que porqué le prohibían el acceso a la educación superior a las mujeres si la Constitución no lo prohibía expresamente. De alguna forma Matilde supo de esta plática y se sintió animada; por aquellos años, Doña Carmen Romero Rubio estaba dedicada a limar asperezas con la Iglesia, también ya iniciaba sus proyectos sociales como Primera Dama, incluidas la Casa de la Amiga Obrera y un sinfín de escuelas para niños pobres; ahí vió Matilde la oportunidad de acercarse con la esposa del Presidente para solicitar su ayuda, y Doña Carmen le dijo que le hiciera llegar una carta y ella misma se la entregaría a su esposo para que interviniera en su ayuda.
Durante los próximos cuatro años, hasta 1884, Porfirio Díaz deja la Presidencia de la República en manos de su compadre el General José Manuel del Refugio González Flores, para simular un proceso democrático ante las críticas que ya se le presentaban, aún así Porfirio Díaz era el poder tras el trono y su compadre el Presidente, una simple marioneta. En ese gobierno simulado, Porfirio Díaz tomó para sí la Secretaría de Fomento. Colonización e Industria, desde donde manejaba el Gobierno.
En 1881, a la Dirección de la Escuela Nacional de Medicina llega una carta con el Sello de la Presidencia de la República, escrita de puño y letra y firmada por el General Porfirio Díaz, Secretario de Fomento, Colonización e Industria, en donde se le solicita al Director de la Escuela, se le permita a la señorita Matilde Montoya Lafragua aplicar el examen de admisión para la carrera de Medicina; a Matilde se le permite aplicar el examen de admisión junto con los aspirantes varones, pero además únicamente a ella le aplicaron otros exámenes de Química, Física y hasta de Zoología y Botánica, con
la intención de que no ingresara a la carrera. En los resultados Matilde apareció como no aprobada. El asunto, que ya era tema en los periódicos de la época, y en la opinión pública, generó la burla popular cuando apareció publicado que “ni con la recomendación de Don Porfirio pudo ser aceptada su recomendada”.
Ante la burla popular, de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, llega la orden de revisión de los exámenes de admisión de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, firmada por el Secretario Ezequiel Montes Ledezma; en dicha revisión se constató que la aspirante Matilde Petra Montoya Lafragua había superado no sólo el examen de admisión general, sino también los otros cuatro que arbitrariamente se le habían aplicado. Esta revisión provocó el cese del Director de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía y el ingreso de Matilde para el ciclo escolar de 1882.
En 1882 en un hecho histórico, Matilde Montoya Lafragua se convierte en la primera mujer en la historia de México en ser admitida para cursar una carrera universitaria, en este caso para estudiar la carrera de Medicina en la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía; al mismo tiempo, el nuevo director, el Doctor Francisco Ortega, se ve entre la espada y la pared, por un lado siente el poder de Porfirio Díaz y por otro la presión de sus colegas médicos y algunos sectores sociales que reprueban y repudian la presencia de una mujer en las aulas universitarias.
Una vez que Matilde Montoya estaba ya cursando la carrera de Medicina, nada le fué fácil, desde todos lados recibió críticas, se le pusieron trabas, le hicieron la vida imposible y no terminaba por ser aceptada; en los círculos ultraconservadores era catalogada como una “mujer impúdica” y “antinatural”, por atreverse no sólo a mirar un cadáver desnudo junto a puros hombres, sino a practicarle disecciones como práctica propia de los estudiantes de Medicina; por su parte, la comunidad médica y científica la catalogaba como una “mujer perversa y peligrosa” para la Ciencia, además la acusaban de ser practicante de “partos ocultos”, como se le llamaban a los abortos en aquella época; por su parte, la Iglesia y los grupos de la moral y la vela perpetua la atacaron de ser “masona y protestante”, a todo esto se tuvo que enfrentar esta valerosa mujer, que además era atacada en varias publicaciones femeninas de la época; dentro de la carrera, recibió burlas y malos tratos de compañeros estudiantes y profesores; llegó a tal grado el acoso que la propia Escuela Nacional de Medicina, además de la carga de materias propias de cada ciclo escolar, a ella por ser mujer y con intenciones de hacerla desistir y abandonar la carrera, le impusieron carga de materias que no formaban parte del curso, tales como: Latín, Raíces Griegas, Matemáticas, Francés y Geografía, materias que nada tenían que ver con la Medicina, al menos en aquellos años y que por no ser propias de la carrera, las tenía que cursar en el Colegio de San Ildefonso y en la Escuela Nacional Preparatoria, donde también con muchas trabas le permitieron cursarlas. Aún así, Matilde nunca desistió ni abandonó la carrera.
En 1887 Matilde Montoya estaba por finalizar su carrera de Medicina, como una alumna ejemplar y al mismo tiempo trabajaba en su Tesis Profesional; pero también de manera simultánea, era tanta la presión y el acoso que recibía, ella sabía muy bien que su examen profesional iba a ser una emboscada académica y que la comunidad médica no permitiría salir de ahí a una mujer con un Título de Médico; a punto de rendirse recurre de nuevo al Presidente Porfirio Díaz, pidiendo únicamente imparcialidad y un veredicto justo de parte del Cuerpo de Sinodales.
Desde luego que el exámen profesional de Matilde Montoya era ya un acontecimiento mediático, social y hasta político, causando un revuelo en todos los ámbitos. El 24 de agosto de 1887 en el Aula Magna de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, estaban ya reunidos los amigos, la familia y los grupos de simpatizantes de Matilde, que siempre los tuvo, pero en una enorme minoría; estaban también grupos de periodistas y reporteros de diversos periódicos, el motivo era la presentación del Exámen Profesional de Matilde Montoya. En el lugar había una gran expectación por el hecho histórico de ver a una mujer que presentaría un exámen profesional, algo nunca pensado y mucho menos visto en México. Para ello, Matilde preparó su Tesis “Técnicas de Laboratorio en algunas Investigaciones Clínicas”.
Tal y como estaba dispuesto, debido a la importancia y solemnidad del evento, hacen su entrada al recinto, el Cuerpo de Sinodales y la Graduando que va a defender su Tesis y cuál no sería la sorpresa tanto de los Sinodales como de Matilde al entrar y ver sentado en la primera fila del Aula Magna al Presidente de la República, General Porfirio Díaz con su Esposa, su Jefe del Estado Mayor Presidencial, y parte de su Gabinete de Secretarios de Estado; el impacto fue inmediato y profundo, tanto en los Sinodales, como en Matilde. Los Sinodales comprendieron sin lugar a dudas que no tenían otra opción que ser justos e imparciales, porque el Presidente de la República estaba ahí para verificarlo. A Matilde le quedó muy claro que la presencia del Presidente fué la forma de apoyarla para que recibiera un trato justo y digno.
Matilde hizo una extraordinaria y clara exposición de su Tesis, manifestando su gran conocimiento de esta; respondió con claridad a cada pregunta de los Sinodales. Al finalizar el cónclave de Sinodales, Matilde es aprobada por unanimidad, destacando los Sinodales la entereza de carácter para sacar adelante la carrera con calificaciones ejemplares a pesar de tantas dificultades; para finalizar el acto, el presidente del Cuerpo de Sinodales se dirige al Presidente Porfirio Díaz, a quien le solicita hacerles el honor de entregarle a Matilde su Título como Medico en Cirugía y Obstetricia por la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía. De esta forma el 24 de agosto de 1887, Matilde Petra Montoya Lafragua vuelve a hacer historia al convertirse ahora en la primera mujer médico y la primera mujer graduada de una Universidad en la historia de México, recibiendo su Título de manos del Presidente Díaz.
Ese mismo año de 1887, el Presidente Porfirio Díaz presenta ante la Cámara de Diputados una iniciativa para reformar los estatutos de todas las Escuelas de Educación Superior, con el fin de que
todos los hombres y mujeres mexicanos de cualquier edad puedan tener acceso a la Educación Superior sin restricción.
Matilde Montoya se dedicó enteramente a su carrera de Medicina y a la filantropía, siempre tratando de ayudar a quienes más lo necesitaban. Trabajó arduamente con los gobiernos de Hidalgo, Puebla, Morelos y Oaxaca en la vacunación contra la viruela; de cada uno de estos Estados recibía cuarenta pesos mensuales, más otros cuarenta que le otorgaba Porfirio Diaz para que comprara libros, más lo que ganaba ella ejerciendo la Medicina, le permitían vivir bien y hacer el bien.
En 1890, Matilde crea la “Sociedad Filantrópica”, para mujeres con problemas económicos, fundando un taller de costura para recabar fondos; en 1891 junto con la Primera Dama Carmen Romero Rubio fundan la “Escuela Luz y Trabajo”, para hijas de obreras; también en 1891, fundó la “Liga Médica Humanitaria”, una asociación donde reunió a médicos, dentistas, parteras y farmacéuticos y creó los Consultorios Médicos Nocturnos, donde las personas de escasos recursos podían encontrar a toda hora de la noche, consultas médicas, dentales, servicios de parto y medicamentos a precios muy módicos. En 1899 funda la “Asociación Mexicana de Costureras”; formó parte del “Ateneo de Mujeres de México”; en 1925 funda la “Asociación de Médicas Mexicanas”. Todas estas acciones de Matilde Montoya fueron cambiando la percepción y el papel de la mujer en la sociedad mexicana del nuevo siglo XX, por lo que se convirtió en una mujer muy influyente, aclamada y de la que mucho se hablaba en la época.
Pero sin duda, el legado más grande que dejó ésta gran mujer, fué el haber abierto de par en par las puertas de la educación superior a todas las mujeres mexicanas, su determinación la llevó a soportar burlas, acusaciones y una serie de acosos, solamente por ser mujer; esa determinación que motivó a que el Presidente Díaz solicitara modificar los estatutos para que todas las mujeres pudieran estudiar; esta ejemplar mujer rompió sin duda cadenas muy pesadas que ataban a la mujer mexicana, impidiendo su desarrollo.
En la actualidad, según datos de la Secretaría de Salud, el 43% de los médicos mexicanos, son mujeres; el 87% del personal de Enfermería son mujeres. Y así en todas las carreras la mujer mexicana está demostrando su valía en nuestra sociedad.
La Sociedad Mexicana de Anestesiología fué el primer organismo médico en reconocer a la Dra. Matilde Montoya como una Mexicana Ejemplar.
La Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía es hoy la Facultad de Medicina de la U.N.A.M.
Dra. Matilde Petra Montoya Lafragua, una Mujer Mexicana Excepcional, fallece en la Ciudad de México el 26 de enero de 1938, a los 79 años.
Que tengan un bonito día.
José Luis Jaramillo Vela
Fuentes Bibliográficas:
+ cndh.org.mx + www.gob.mx/salud
+ mxcity.mx
+ gaceta.unam.mx
+ medigraphic.com
+ mujeresconciencia.com
+ de10.com.mx
+ Wikipedia