El meme donde Andrés Manuel López Obrador come palomitas mientras observa, hipotéticamente divertido, cómo sus adversarios del PAN y del PRI «se dan hasta con la cubeta» es lo más lejano a la realidad que circula hoy en redes sociales.
La lucha entre Ricardo Anaya y José Antonio Meade, hasta ahora, va en pos del segundo lugar en las preferencias. Quien alcance el número dos —dicen los que saben— estará llamado a atraer el voto útil de todos aquellos que bajo ningún motivo desean ver a AMLO como presidente de México. Por: Luis Enrique Ramírez
López Obrador tiene tantos simpatizantes como detractores. Bien decían en un tuit reciente que en este país los electores se dividen entre quienes defienden a AMLO como si fuera su padre, y quienes lo atacan como si fuera su padrastro.
Estos últimos harán lo que esté en sus manos para cerrarle el paso al candidato de Morena, y eso no es otra cosa que el sufragio que habrán de emitir en la elección constitucional del primero de julio. Porque está visto que, entre los mexicanos, ni el antipriismo es más fuerte que el antipejismo.
Hoy, que Anaya parece estar frente a su Waterloo; es decir, la batalla que no podrá ganar, los astros (y uno que otro oportunista) se alinean en favor de Meade: es inminente su salto al segundo lugar y de allí, con cierta comodidad, al primero.
Para AMLO, Anaya era un rival fácil de vencer, pues sabía que tarde o temprano sería hundido por sus propias trampas, traiciones y (ya lo vimos) otros temas inconfesables.
El caso de Meade es distinto. No solo empieza a despojarse del ropaje de funcionario gélido que no conecta ni con su sombra, sino que tiene de su lado la fuerza del aparato gubernamental que en un país como el nuestro significa todo: desde recursos económicos ilimitados, hasta el poder de aplastar al enemigo como ahora sucede con Anaya.
Para AMLO, la posibilidad de tener al candidato del PRI pisándole los talones implica un riesgo mayúsculo. Aunque se sabe intocable por los escándalos de corrupción (su grey no solo le perdona la inclusión de Napoleón Gómez Urrutia y Elba Esther Gordillo en su proyecto, sino que además los defienden como víctimas del sistema y les otorgan el rango de «perseguidos políticos»), también sabe que, en una elección de tercios, el nicho de votantes que defina el resultado puede ser precisamente ese que lo ubica en el centro de sus abominaciones.
PRIMER ROUND. Justo en el momento más crítico para Ricardo Anaya, ayer presentó así equipo de campaña José Antonio Meade.
Aunque permanece al frente Aurelio Nuño, llega como segundo de a bordo un experimentado operador político-electoral: Eruviel Ávila. Lo más importante es que el presidente Enrique Peña y el PRI, por fin, le permiten a Meade rodearse de varios miembros de su equipo de confianza, que hasta ahora permanecían al margen.
Gente de Meade son, por principio, quien manejará el dinero, Ignacio Vázquez Chavolla; pero también Vanessa Rubio, Antonio Rojas, Julio Di Bella, Jaime González Aguadé, José Ramón Martell y Eduardo del Río.
Craso error es la inclusión de Alejandra Sota y Alejandra Lagunes, a cargo respectivamente de estrategia de comunicación y de redes sociales. La primera fue la coordinadora de comunicación de Felipe Calderón y, por tanto, responsable en buena parte de su mala imagen. Hoy, Sota encabeza una consultoría privada que en el actual sexenio prestó servicios al secretario Luis Videgaray, así como al gobierno de Eruviel Ávila en Edomex, a quienes es muy cercana. Lagunes, por su parte, ha sido la encargada de Estrategia Digital de EPN lo mismo en su campaña que en la Presidencia. La presencia de EPN en internet es su peor desastre en materia de imagen. Pero Lagunes figura en el primer círculo de Peña y está casada con Rafael Pacchiano, titular de Semarnat.
Si bien Eduardo del Río (exreportero de Televisa, con estudios en Francia y cercano a Meade) es el operador en el área de comunicación, tener arriba a «las Alejandras» pudiera significar un handicap para su trabajo. Ya se verá.