RFI
Espectaculares, creativas, cada una con su propio estilo: las cuatro ceremonias de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París, ideadas por Thomas Jolly y sus equipos, jalonaron las dos secuencias deportivas, cosechando éxitos innegables, algunos inconvenientes y polémicas internacionales.
“Tengo la sensación de que el trabajo está hecho», aseguró Thomas Jolly el domingo por la noche, tras el último espectáculo en el Estadio de Francia dedicado a los cerca de 4.000 atletas paralímpicos, un gran concierto en el que participaron figuras de la música electrónica francesa (la French Touch) más que un espectáculo propiamente dicho.
El 26 de julio, con su desfile fluvial por y a lo largo del Sena, hasta los pies de la Torre Eiffel, para inaugurar los Juegos Olímpicos, el director artístico había puesto el listón muy alto. Repleto de ideas, entusiasmo y ritmo, este telegénico espectáculo de cuatro horas pintó un cuadro de una Francia benévola e integradora.
El encuentro entre la cantante Aya Nakamura y los músicos de la gendarmería de la Garde républicaine en el Puente de las Artes, la explosión sonora y visual del grupo de metal Gojira en las ventanas de la Conciergerie perdurarán en la memoria, al igual que la Marsellesa, todo menos marcial, cantada por la mezzosoprano Axelle Saint-Cirel. Y, sobre todo, la reaparición final de Céline Dion en el primer piso de la Dama de Hierro.
Otro éxito fue la inauguración de los Juegos Paralímpicos en la plaza de la Concordia, el 28 de agosto, con las impactantes imágenes de la coreografía de Alexander Ekman, que rinde homenaje a los bailarines discapacitados y celebra los cuerpos en toda su diversidad.
Récord de audiencia
Con AFP