JIRONES DE NUESTRA HISTORIA
LOS YAQUIS Y LA GUERRA DE NUNCA ACABAR, UNA HISTORIA DE REBELIONES: ETNIA VEJADA Y ATACADA, PERO TAMBIÉN LA MÁS BELICOSA E INDOMABLE.
Por: José Luis Jaramillo Vela
El primer encuentro y el primer choque
En 1533, el explorador español Diego de Guzmán y sus hombres, fueron los primeros en llegar a las orillas del Río Yaqui, justo a los pies de la Sierra del Bacatete, unos 50 km. antes de desembocar en el Mar de Cortés y a unos 30 km. al noroeste de la actual Ciudad Obregón, Sonora. Diego de Guzmán y sus hombres, en todo momento fueron seguidos por los indios Yaqui, pero los españoles nunca se dieron por enterados; de Guzmán envía un par de hombres como avanzada para explorar qué había más adelante, o si no había tribus hostiles, sin saber que estaba a punto de encontrarse con una de las etnias más feroces del territorio de la Nueva España.
Al llegar a las orillas del Río Yaqui, y teniendo frente a ellos la Sierra del Bacatete, de Guzmán ordena desmontar para que la tropa, misioneros y exploradores que los acompañaban, pudieran refrescarse del clima desértico y que los caballos pudiesen abrevar; en eso estaban, cuando de la manera más sigilosa y como de la nada, aparecen una horda de furiosos guerreros yaquis, quienes cruzan el río y se plantan frente a ellos, rodeando a los atónitos españoles; traían sometidos, golpeados y atados a los dos exploradores que de Guzmán había enviado de avanzada.
Los Yaquis, encabezados por su Gran Jefe y Cacique Mayor, Ania Baá Lu Utek, quien altivo y sereno da unos pasos y se planta frente a un Diego de Guzmán entre pasmado por la sorpresa y maravillado por el espectacular ropaje del imponente indio, bordado con finas perlas que representaban venados y pájaros, no salía de su asombro; en eso, Lu Utek se agacha frente a Diego de Guzmán, trazando con un extremo de su arco una línea justo frente a los pies del Capitán español, besando su arco Lu Utek se yergue, amenazando al intruso invasor: “Si pisas esta raya o la cruzas, mueren todos ustedes”; por medio de un intérprete, de Guzmán le responde: “Venimos en paz, vayan a sus casas tranquilos y den provisiones a mis hombres para poder marcharnos”, el jefe Yaqui responde que así lo harán, pero que primero se van a dejar amarrar ellos y sus bestias y luego los alimentarían y aprovisionarían para que se marcharan;
ambos jefes sabían que uno al otro se estaban mintiendo, así que cuando los indios sacaron cuerdas para atar a los españoles, el Capitán Diego de Guzmán ordena a sus hombres disparar, pero los yaquis los resistieron y los obligaron a retirarse, teniendo que regresarse a la Nueva Galicia (actual Guadalajara). Así fue el primer encuentro con las tribus Yaqui, según los escritos de los narradores españoles y fue el inicio de una larguísima guerra.
Una larga cadena guerras, enfrentamientos y levantamientos
En 1563 a 1565, el Virrey Francisco de Ceinos envía al Capitán Francisco Ibarra de Velasco y Castilla, quien era el Capitán General y Gobernador de la Nueva Vizcaya, cuya capital estaba en Durango, con la misión de explorar y conquistar los territorios más al norte de San Miguel de Culiacán y entablar negociaciones pacíficas con los indios yaquis, para su evangelización; para ese entonces, el Gran Jefe Yaqui, Ania Baá Lu Utek ya era un viejo, pero aún así amenazó a Ibarra con matarlos; una vez más los españoles son derrotados y obligados a regresar, ahora a Durango; en esta expedición, el Capitán Francisco de Ibarra fundó las actuales poblaciones de El Fuerte, Concordia y Ahome, Sinaloa.
Para el año de 1600, el Virrey Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco, presionado por el Rey Felipe III, debido a que no existía presencia española más allá del Presidio de Ahome, decide enviar al Capitán Diego Martínez de Hurdaide, quien acababa de ser derrotado por los indios Apaches Chínipas, en el suroeste del actual Estado de Chihuahua; al bajar la Sierra Tarahumara para dirigirse hacia Ahome, donde era amigo de los indios Ahome, es atacado por los Zuaques del norte de Sinaloa, estos huyen y se refugian con los indios Yaqui; al llegar Hurdaide, nuevamente son expulsados de territorio Yaqui, teniendo que recular hacia San Miguel de Culiacán.
Va de vuelta, en 1608, el Virrey Luis de Velasco y Castilla envía de nuevo al Capitán Diego Martínez de Hurdaide, por segunda vez, ahora con 40 jinetes y 2000 indígenas Ahomes y Cahítas, aliados de los españoles; antes de llegar al Río Yaqui, son atacados por los feroces indios Yaquis, la batalla duró todo el día, El Capitán Hurdaide tuvo que ordenar la retirada ante el gran número de bajas y heridos, fue obligado a refugiarse con sus aliados los Ahomes.
Una vez más, al año siguiente, en 1609 el Capitán Hurdaide lanza una tercera ofensiva contra los Yaquis; ahora al mando de 50 jinetes y 4000 aliados indígenas; la masacre fue espantosa, después de resistir las embestidas yaquis, el Capitán Hurdaide ya con solo 22 hombres alcanzan a refugiarse en una colina; las hordas yaquis rodearon la colina y al atardecer le prendieron fuego al pasto, al caer la noche el Capitán Hurdaide logra escapar a caballo de ese infierno. Ante el asombro de todos, llegó solo él al pueblo de Ahome, fue el único sobreviviente de su tercera incursión en territorio yaqui. En la Ciudad de México, el Virrey Luis de Velasco no daba crédito a la historia que contó el Capitán Hurdaide, pero en Madrid el Rey Felipe III encolerizado por esto, destituye al Virrey Luis de Velasco y Castilla y lo envía al Perú.
La cuarta es la vencida, es 1615, el Capitán Hurdaide, quien era respetado en el Virreinato y dentro del Ejército Español, él había pacificado una gran parte de Zacatecas, Jalisco, Durango, Nayarit y Sinaloa, sin embargo, nunca pudo ni con las bravas tribus apaches de los Chínipas y Tubares de la Sierra Tarahumara, ni con las tribus Yaqui de Sonora; en cambio, se ganó la confianza y la amistad de las tribus Ahomes, Cahítas y Zuaques del norte de Sinaloa. En 1615, Hurdaide solicita autorización del Virrey Diego Fernández de Córdoba, para negociar la paz entre el Virreinato y los pueblos Yaqui; para esta misión, Hurdaide se presentó ante los Yaqui con solo una pequeña comitiva, algunos soldados y un grupo de misioneros, todos ellos en franca paz y así, en franca paz fueron recibidos por los jefes yaquis.
Para negociar con los pueblos Yaquis no es fácil, están agrupados en ocho pueblos; Cócorit (chiltepín), Bácum (laguna), Vícam (punta de flecha), Pótam (topo), Tórim (rata), Huíribis (pájaro), Raráhume (remanso) y Guásima (un tipo de árbol y planta); cada pueblo tiene un jefe, entre todos eligen al Gran Jefe y los demás forman una especie de
Consejo Supremo y es ahí donde se toman las decisiones importantes de la etnia; pues ante ese consejo supremo fue el Capitán Hurdaide y logró negociar la paz entre los Yaquis y el Virreinato de la Nueva España, recibieron una amplia explicación por parte de los misioneros que iban con Hurdaide, acerca de lo que era la evangelización, misma que tomaron con ciertas reservas, pero Hurdaide había negociado una relativa paz. Tras negociar un período de paz con los yaquis, el Capitán Diego Martínez de Hurdaide es nombrado Alcalde Mayor del territorio de Sinaloa
Llegan los misioneros junto con un largo período de paz
En el año de 1617, las tribus yaquis, por intermediación de la tribu zuaque de El Fuerte, solicitan dialogar con el Alcalde Mayor del Territorio de Sinaloa, su ya muy viejo conocido y muchas veces vencido Capitán Diego Martínez de Hurdaide, quien gracias al período de paz entre Virreinato y las tribus accede a dialogar con ellos, picado de curiosidad por saber de qué asuntos querían los yaquis tratar con él.
Por su propia iniciativa, los yaquis le solicitaron al Capitán Hurdaide la presencia de misioneros en sus territorios, deseaban ser evangelizados; Hurdaide se quedó boquiabierto ante tal solicitud, misma que desde luego y de inmediato aceptó y atendió; dentro de las condiciones establecidas por los yaquis, estaba que no admitirían soldados, solo misioneros, otra de las condiciones fue que los yaquis al no haber sido derrotados en ninguna batalla y puesto que su evangelización era de manera voluntaria, a ellos no se les aplicaría el sistema de encomienda ni encomendero alguno, que al final de cuentas, terminaba siendo una especie de esclavitud.
El Capitán Hurdaide, autorizado por el Virrey Diego Fernández de Córdoba, aceptó las condiciones de los yaquis y envió a dos misioneros jesuitas, el español Fray Andrés Pérez de Ribas y el italiano Fray Tomás Basilio, quienes llegaron a territorio yaqui solamente acompañados de cuatro indios zuaque de El Fuerte, como traductores y ayudantes; el recibimiento fue bueno, pero tampoco hubo entusiasmo, no toda la etnia estaba de acuerdo en la evangelización, pero como la decisión venía del consejo supremo, la acataron.
La labor de estos dos misioneros muy rápido dio resultados, comenzaron a ganarse la confianza de los yaquis, se hicieron amigos de ellos y aprendieron su lengua, al grado de que Fray Tomás de Basilio escribió algunas obras en lengua yaqui, que después fueron traducidas al italiano; fundaron misiones en todo lo que hoy es el Valle del Yaqui, Pótam, Tórim, Vícam, Cócorit, Bácum, Huíribis, Raráhume, Ábasor, Colorín, Cumuripa, Buena Vista y Guásima, a la que le cambiaron de nombre y le pusieron Belén; además de la evangelización, les enseñaron a los yaquis oficios como la construcción, cultivos y crianza de animales, que les cambió su estilo de vida.
En 1622 llega otro misionero jesuita, Fray Francisco de Oliñamo, entonces establecieron el Rectorado de San Ignacio del Yaqui, donde los nativos podían aprender a leer y escribir en español; también se fueron más al norte y establecieron las misiones de Teopa, Mátape y Cumpas. Fray Tomás de Basilio fue enfermando, hasta que es retirado y fallece en San Miguel de Culiacán en 1654; por su parte, Fray Andrés Pérez de Ribas fue asignado a ocupar diversos cargos eclesiásticos, hasta que fue llamado a Roma por el Papa Urbano VIII, quien lo designa Procurador General Jesuita, para el Vaticano, Roma y Madrid; fallece en 1855 en la Ciudad de México. Su labor evangelizadora la continuaron los misioneros que llegaron a sustituirlos.
El acuerdo de paz que hizo el Capitán Hurdaide con los yaquis y la labor evangelizadora de los misioneros jesuitas en los territorios yaquis, produjeron 125 años de paz y tranquilidad en la región, hasta que en 1740…
1740, la rebelión del cacique Ayamea
Después de 125 años de relativa paz en los territorios yaquis, en 1740 se subleva el cacique Ayamea en contra del jefe político de Sinaloa y Sonora, Capitán Manuel Bernal de Huidobro a quien acusaban de abusos contra los Yaquis,
Mayos y Seris; Huidobro salió a combatirlos, pero solo consiguió dos estrepitosas derrotas en Tesopaco y Baroyeco (actual Quiriego), siendo destituido por el Virrey Pedro de Castro Figueroa y Salazar, quien entrega el mando de Sonora y Sinaloa al Capitán Agustín de Vildósola y Aldecoa, quien recibió refuerzos españoles desde la Nueva Galicia para apaciguar la rebelión.
Agustín de Vildósola persigue a Ayamea y sus guerreros, les propina tres sangrientas derrotas en Tecoripa, Otancahui y en Cerro del Tambor; Ayamea y su lugarteniente Muni, huyen del lugar; entonces Vildósola hace un acuerdo con el consejo supremo yaqui: ellos le entregan a Ayamea y Muni y él les respeta sus territorios y su autonomía, los jefes aceptan y le informan a Vildósola que Ayamea está escondido en Pitic (actual Hermosillo) y le indican el lugar exacto; por lo que Ayamea, Muni y otro de nombre Esteban, son aprehendidos y fusilados.
Las investigaciones de historiadores, etnólogos, antropólogos y arqueólogos han arrojado que la causa real de la rebelión de Ayamea, fue su incapacidad como líder y jefe, pues tras 125 años de paz, progreso y evangelización, la población yaqui tuvo un crecimiento tal, que Ayamea fue incapaz de tomar las medidas necesarias para satisfacer las necesidades de una población creciente, tomando como pretexto, los abusos de Huidobro y de los misioneros, para sublevar a la tribu contra las autoridades.
En 1767, el Rey Carlos III expulsa a los jesuitas de España y de todas las posesiones, colonias y territorios españoles en todo el mundo, acusándolos de intervenir y operar contra la Corona Española y las monarquías en general; comienzan a ser sustituidos por misioneros franciscanos; los yaquis resintieron la ausencia de los misioneros, quienes eran sus aliados, sus amigos y los intercesores de sus necesidades y problemas ante el Virreinato; de 1767 a 1825, aunque quedaron solos sin misioneros, los yaqui volvieron a vivir otro período de gran paz,
Tras la Independencia de México, se desatan las sublevaciones yaquis
Desde 1767 hasta 1825, los yaquis vivieron 58 años de paz y tranquilidad, los sucesos de la Guerra de Independencia no los afectaron ni a ellos ni a sus territorios ni a sus costumbres, así como tampoco ellos no se involucraron a favor de ningún bando, sin embargo, al lograrse la independencia, las cosas empiezan a cambiar, ya no estaban los españoles que tantas consideraciones les tuvieron y los nuevos gobiernos se enfocaron en la búsqueda del desarrollo del naciente país, situación que ellos sintieron comenzó a afectarles.
Otro factor que provocó tantas sublevaciones, fue que a lo largo del siglo XIX surgieron nuevas generaciones de líderes y caudillos yaquis como Aquibuamea, Usacamea, Basoritimea, Jusacamea, Sibalaumea, Wawéchia, Cajeme, más otros tantos que surgieron a inicios del siglo XX; con todos esos bravos y valerosos caudillos, todos ellos buscando notoriedad y el control de las tribus yaquis, naturalmente también surgieron pugnas entre ellos, de manera que no todas las sublevaciones fueron contra la autoridad civil, varias de ellas, fueron contra sus propias autoridades.
En 1825, el caudillo Jusacamea proclamó la unión de los pueblos del noroeste en uno solo; pretendía unificar a las tribus yaquis, mayos y seris en una especie de confederación de pueblos del noroeste; en ese intento involucró también a las tribus ópatas y a sus caciques, los hermanos Virgen y Dolores Gutiérrez, quienes fueron arrastrados al matadero en esta sublevación instigada por los misioneros españoles en la región, quienes no estaban de acuerdo con el nuevo gobierno de carácter liberal
Pero Jusacamea perdió el control, se volvió loco y le ganó su odio hacia los “yoris” (españoles, novohispanos, criollos, mestizos y a los “blancos” en general), decretando la desaparición, exterminio y muerte de todos los yoris, para ello, Jusacamea consiguió armas y enseñó a los yaquis a manejarlas; todo ello con la promesa de reintegrarles sus tierras; en ese momento el Gobierno Mexicano estaba iniciando el proceso para la separación del Territorio de Sonora y
Sinaloa, para convertirlos a cada uno en Estados libres, para seguir con este proceso, el Congreso Mexicano concedió el indulto a Jusacamea y sus sublevados, le ofreció respetar su autogobierno, decretó a Jusacamea como gobernante yaqui, con el grado de General de la Nación y pagado por el gobierno.
Ahora, Jusacamea, con poder, grado de General y pagado por el gobierno, traiciona los acuerdos y se vuelve a sublevar, pero esta vez ya no se la perdonaron; el General Manuel Escalante Arvizu, salió con la orden de batirlo, derrotándolo en Tórim, de donde huyeron a la sierra, en Soyopa son derrotados de nuevo y el General Escalante ordena el fusilamiento inmediato de Jusacamea, y los hermanos Virgen y Dolores Gutiérrez, caciques ópatas.
En el período comprendido entre 1825 a 1876, los yaquis se sublevaron en nueve ocasiones a través de sus diferentes caudillos, mismos que ya vimos líneas más arriba, pero de 1862 a 1867, durante esos cinco años que duró la Segunda Intervención Francesa y el Segundo Imperio Mexicano de Maximiliano I de Habsburgo, los yaquis estuvieron en paz, muy calmados, debido a que apoyaron a los franceses y a Maximiliano. El apoyo y la ayuda que los yaquis le brindaron a los extranjeros fue un muy grave error que se los cobrarían muy caro los gobiernos de Juárez, Lerdo de Tejado, Porfirio Díaz y casi todos los gobiernos post revolucionarios.
“La traición a la Patria se paga, y se paga muy cara”: Porfirio Díaz a los Yaquis
En 1876 llega el General Porfirio Díaz al poder, y con él viene la época más dura, difícil y terrible para los yaquis, a Porfirio no le temblaban ni la mano para ejercer el poder, ni las corvas para enfrentar situaciones difíciles y eso se los dejó muy claro al Indio Cajeme, a los Yaquis y a los Mayos, quienes desde un año antes de que Porfirio asumiera el poder, ya tenían asolado al Estado de Sonora en una especie de guerra civil sonorense, el motivo era que no querían al Gobernador Jose Juan Pesqueira.
Porfirio destituye a Pesqueira, pero no para darle gusto a los yaquis, sino porque Pesqueira era el problema, entonces nombra Gobernador al General Vicente Mariscal y envía a la crema y nata de la milicia, nada menos que a los Generales Sóstenes Rocha, Ignacio Alatorre y Ángel García Peña; la misión de estos tres generales, era no solo aplacar al Indio Cajeme, sino que también iban con la voluntad política de Porfirio, para levantar un amplio estudio técnico de la real situación de los yaquis, ya que Porfirio deseaba saber qué políticas necesitaba aplicar para ayudar a que estas tribus se pusieran en paz de una vez por todas.
Pero la respuesta del Indio Cajeme fue en sentido contrario, en pocas palabras le dijo al General Rocha que estaban dispuestos a someterse al gobierno y las leyes, pero bajo sus condiciones y si no, “hagan lo que más les convenga”; el General Rocha le transmite el mensaje al Secretario de Guerra y Marina, General Carlos Pacheco Villalobos y éste a su vez a Porfirio Díaz, quien lacónico y con la furia contenida ordena: “General Secretario, dígale a mi General Rocha que proceda como es debido conforme a las instrucciones que lleva, pero que prosiga con el estudio que le encargué”
El Indio Cajeme fue perseguido por las tropas federales, hasta que cayó en Cócorit, en donde fue fusilado junto con su lugarteniente Anastasio Cuca, cayendo prisioneros 1800 indios mayos y 4000 indios yaquis, es justo a partir de aquí donde comienza el calvario para las tribus yaquis, estos 5800 indígenas son embarcados desde Guaymas a Chiapas, como prisioneros de guerra, para ser enviados a los trabajos forzados en Yucatán y el Valle Nacional en Oaxaca, pero no por eso pararon los yaquis de sublevarse.
A la caída del Indio Cajeme, solo quedaba el caudillo Sibalaumea, ya muy viejo para continuar sublevándose, cediendo el paso a tres nuevos, jóvenes e impetuosos caudillos yaquis: Tetabiate, Bulemea y Buitimea, quienes asumieron los liderazgos no solo de los yaquis, sino que unificaron a yaquis, mayos y seris para continuar sublevándose contra el gobierno y exigiendo justicia y la devolución de sus tierras; entre estos tres caudillos, encabezaron diez levantamientos
contra Porfirio Díaz hasta el año de 1902; la respuesta de Porfirio Díaz fue tan demoledora y devastadora que a punto estuvo de provocar el exterminio de estas etnias; se estima que unos 25 mil yaquis fueron enviados como esclavos a Yucatán y Oaxaca, donde ya había 125 mil esclavos mayas y 2 mil esclavos chinos; este siniestro y lóbrego negocio de la esclavitud porfirista, fue descubierto y destapado por el periodista estadounidense John Kenneth Turner, quien publicó este negro y vergonzoso negocio porfirista en una serie de diecisiete artículos titulados “México Bárbaro”, publicados por “The American Magazine”, de circulación mundial y en ese momento, símbolo del periodismo de investigación.
La Revolución Mexicana, los Yaquis, sus extrañas alianzas y su espíritu belicoso y rebelde
Al estallar la Revolución Mexicana, las tribus yaquis nunca dejaron de estar en guerra contra alguien; al inicio del conflicto, los yaquis, de manera extraña se aliaron al Ejército Mexicano para luchar contra los revolucionarios, formando batallones auxiliares del ejército estuvieron al mando del General Salvador Alvarado, bajo cuyo mando ganaron las batallas de Nogales, Naco, Cananea y Guaymas, arrasando con todo; a pesar de estar bajo órdenes militares de oficiales y generales yoris (blancos), los yaquis no ocultaban su desprecio por los yoris.
En 1914 se unieron a las fuerzas del General Álvaro Obregón, quien junto con Calles ya estaban formando el famoso grupo de Los Sonorenses; con Obregón pelearon y ganaron muchas batallas, pero en 1915 surge otro caudillo, Matus, quien incitó a los yaquis a pelear su propia guerra contra los yoris, convirtiendo el territorio sonorense en un campo de muerte, pues Matus y los yaquis arrasaban con todos los que no eran indígenas, hasta que por fin el Gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta les ofrece la devolución de sus territorios a cambio de la paz, éstos aceptaron y volvió la paz; sin embargo el Secretario de Guerra y Marina, General Ignacio Pesqueira, ex gobernador de Sonora, ordena atacar y destruir los sembradías del caudillo Matus, pero los soldados se extralimitaron, acribillando a sesenta indígenas, muchos de ellos mujeres, niños y hasta bebés; esta acción desató la furia de los yaquis, quienes permanecieron sublevados hasta 1929, cuando el Presidente Emilio Portes Gil decide utilizar a la Fuerza Aérea Mexicana para bombardear los territorios yaquis, militarizar la zona y estableciendo puestos de control militar en todas las entradas a territorio yaqui, todos eran revisados al entrar o salir. Así fue como terminó el conflicto y llegó la paz duradera.
De Lázaro Cárdenas a la época actual
Durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas, por medio de la reforma agraria, se les restituyó a las tribus yaquis sus territorios originales y a través de la Ley de Aguas Nacionales se estableció que el 50% del caudal de las aguas del Río Yaqui; esta medida funcionó hasta el año 2004, cuando protestaron por la construcción de un gasoducto que atravesaría sus tierras.
En 2005, el líder yaqui Jécari, presentó una denuncia contra el Presidente Vicente Fox ante la ONU.
En 2015, los líderes yaquis, Olea Sombras y Buitimea Yoquigua amenazan con utilizar la violencia ante los abusos del Gobernador Guillermo Padrés Elías en contra de las etnias de Sonora, ante los despojos de tierras y agua de que eran objeto, acusándolo también de indolencia, corrupción y odio racial; el asunto se solucionó gracias a la pronta intervención de la Secretaría de Gobernación.
A partir de 2015, el tema de los eternos reclamos yaquis incluyen a otro factor: el crimen organizado; justo a partir de los problemas con el Gobernador Padrés, bandas del crimen organizado se acercaron a las tribus yaquis para arreglar con ellos nuevas rutas de narcotráfico y de otros delitos, a través de sus territorios, esto trajo como consecuencia que
cientos de miembros de las etnias se involucraron de lleno con el crimen organizado, sufriendo ahora las consecuencias de lo que conlleva relacionarse con delincuentes, como levantones, ejecuciones y secuestros, además de asesinatos a líderes defensores del agua, suelo y territorio, ya que los criminales también cobran cuota por los derechos de agua a los agricultores.
El 24 de junio de 2021, la ONU, a través de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, exhorta al Presidente Andrés Manuel López Obrador a poner atención a los reclamos de las Tribus Yaqui y le manifiesta su preocupación de escalar a un conflicto mayor, ante la nula atención a los problemas que aquejan a las Tribus Yaquis.
¡Vaya guerra!
La “Guerra del Yaqui”, oficialmente inició en 1533 y terminó en 1929, duró 396 años y está considerada la guerra más larga en la historia de la humanidad.
Referencias Bibliográficas:
+ cndh.org.mx
+ hchr.org.mx
+ adondevanlosdesaparecidos.org
+ elpais.com
+ jornada.com.mx
+ cemda.org.mx
+ bbc.com
+ imipcajeme.org
+ memoriapoliticademexico.org
+ scielo.org.mx
+ es.wikipedia.org