El Sábado Santo es una jornada para los cristianos de reflexión, recogimiento y compañía a la Virgen, la Madre de Dios, que está a la espera de la Resurrección de su Hijo
Es el Sábado Santo una jornada para los cristianos de reflexión, recogimiento y compañía a la Virgen, la Madre de Dios, que está a la espera de la Resurrección de su Hijo, y que celebramos este Domingo, 4 de abril.
Además, es propio del Sábado Santo recitar en el Credo aquello de “Jesús descendió a los Infierno”. ¿Cuál es el motivo? En su designio de salvación, Dios dispuso que Cristo no solamente muriese por nuestros pecados, sino que también que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre alma y cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que expiró en la Cruz y el momento en que resucitó.
Una vez Jesucristo desciende a los Infiernos, tiene como misión encadenar al maligno, porque de esa manera le derrota definitivamente y, a partir de ese momento, el maligno únicamente tiene el poder para probar la libertad que Dios le permite al ser humano, es decir el maligno puede tentar a cualquier persona, pero no tiene el poder del que anteriormente gozaba porque Dios se lo ha arrebatado. Encadena de esta forma al Príncipe de las Tinieblas.
Pero hay un segundo motivo que lleva a Cristo a descender a los Infiernos tras ser crucificado. Y es que. según la tradición de la Iglesia, cuando Jesús muere, lleva consigo al Cielo a todos los que creyeron en su palabra.https://www.youtube.com/embed/CfXdBhaLkLE
Se recoge en la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro, en el Evangelio de Lucas (16, 19-31) que la pone en labios de Jesús de Nazaret.Relata la historia de dos hombres y el destino de cada uno de ellos: el pobre Lázaro, lleno de llagas y sin socorro, es llevado luego de su muerte al seno de Abraham, en tanto que el rico, que viste de púrpura y lino fino y banquetea cada día, sufre tormentos en el Hades tras ser sepultado.
El seno de Abraham es algo así como un Infierno donde accedieron aquellos patriarcas y personas buenas del Antiguo Testamento, una vez que se cometió el pecado original y el Cielo quedó cerrado. Todos ellos se encontraban en el seno de Abraham a la espera de que Cristo viese la vida para, tras su muerte, llevarse al Cielo a esos patriarcas y gente de la antigüedad que confiaron en Él.