Aunque se ha logrado el mismo número de deportistas de cada sexo, esa igualdad no ha llegado a los cargos ejecutivos
Sin embargo, hay que celebrar que desde que estos juegos fueron retomados a fines del siglo XIX no había existido una cantidad pareja de competidores.
En 1896 no hubo mujeres, en 1900 unas pocas. En Tokio 2020 la representación femenina fue de 49 % y, en Río de Janeiro 2016, fue de 45 %.
El desequilibrio entonces ha salido, aparentemente, de la vista del espectador, pero se mantiene tras bastidores. Y, como prueba de ello, está el hecho de que la presidenta del comité organizador de Tokio 2020 fue la política y ex destacada patinadora sobre hielo Seiko Hashimoto, nombrada en este cargo tras la destitución imprevista de Yoshiro Mori.
A Mori lo removieron de su cargo después de que hiciera unos comentarios que mostraron su cara misógina.
«Si aumentamos el número de mujeres miembros de la junta, tenemos que asegurarnos de que su tiempo para hablar se restrinja un poco, tienen dificultad para terminar, lo cual es molesto (…) tenemos unas siete mujeres en el comité organizador, pero todas entienden su lugar», dijo a pocos meses de que se iniciaran los juegos.
Mori se arrepintió públicamente de sus desafortunadas frases, pero ya no podía recoger las palabras que ya formaban parte del océano de internet y se habían hecho tendencia en las redes sociales.
De esta forma un poco accidentada, Hashimoto se convirtió en la segunda mujer en asumir la presidencia del comité organizador de unos juegos olímpicos, después de la griega Gianna Angelopoulos que ostentó este cargo para llevar adelante Atenas 2004.
Por cierto que, tras asumir su cargo, Hashimoto aumentó la participación de las mujeres en la directiva y pasaron de 7 a 19.
Los retos son muchos, porque además, del universo de entrenadores sólo 10 % son mujeres y en los puestos ejecutivos de los diferentes comités no superan el 40 %.
En 2014 el Comité Olímpico Internacional (COI) hizo una serie de recomendaciones entre las que se contaba el fomento de la igualdad de género a través de la inclusión de la misma cantidad de atletas hombres y mujeres.
Y aunque ahora el COI celebra que para este año se ha logrado ese objetivo, ha surgido la queja de que las federaciones internacionales siguen manteniendo diferencias entre las pruebas femeninas y masculinas entre las que destacan la duración de las carreras, el tamaño de las sedes, los arbitrajes y algunas reglas que siguen dejando espacio a la discriminación y los desequilibrios.
Mujeres atletas han elevado la queja de que las carreras femeninas son más cortas que las de los hombres y tienen menos categorías de peso. Además, los equipos que se utilizan son más ligeros y los recintos más pequeños.
La indumentaria, han criticado algunas, suele marcar más sus figuras, no por comodidad sino por decisión de directivos que suelen ser hombres.
Las diosas también compiten
Se les llama Juegos Olímpicos modernos a los que se empezaron a celebrar en 1886 cuando Europa decidió retomar el evento que nació en la Grecia antigua. Las mujeres no fueron incluidas en esa modernidad y, como se ha visto, han pasado 124 años para que se empiece a ver un equilibrio en la balanza.
No entran en ese conteo los años en los que la mujer era prácticamente inexistente en estas competiciones, pues cuando los griegos inventaron los Ludi Olympici en el año 776 a.C, solo los hombres libres que hablaban griego podían participar, y lo hacían desnudos para que se viera que no se había colado alguien carente de pene y testículos.
Por ejemplo, Alejandro Magno, que vivió entre 353 y 323 a.C, fue en su adolescencia un destacado atleta olímpico que participó en las llamadas carreras de carro o carreras de cuadriga.
Sin embargo, en el 580 a.C, fueron creados los Juegos Hereos en honor a Hera, la esposa de Zeus, reina del Olimpo, en los que participaban las mujeres jóvenes y niñas.
Más tarde, poco a poco, se fue incorporando la participación femenina en estas antiguas olimpíadas hasta que la llegada del Cristianismo en el año 393 d.C eliminó el evento por completo por considerarlo pagano pues estas competiciones se originaron para rendir homenaje a los dioses griegos.
Pasaron cientos de años hasta que el mundo occidental del siglo XIX, empujado a abrir muchas puertas tras pasar por tiempos de revoluciones, guerras y abolición de la esclavitud, culminó celebrando el regreso de un evento deportivo internacional que concentró a los mejores atletas del planeta.
Pero esos aires de libertad deportiva no abrazaron a las mujeres. En los Juegos Olímpicos de Atenas 1896 participaron 241 atletas masculinos de 14 países.
Coubertin
El francés Pierre Fredy de Coubertin, barón de Coubertin, fue quien propuso la idea de retomar los juegos olímpicos y obtuvo el visto bueno de representaciones deportivas de once países, en su mayoría europeos. A partir de ese evento se concretó la sede griega y la fecha. Participación femenina, no.
Coubertin fue el presidente del Comité Olímpico Internacional de 1900 a 1924 y aunque se negaba abiertamente a la participación femenina en el evento, dejó en manos del comité organizador de cada ciudad anfitriona, la inclusión o prohibición de las atletas mujeres.
De Coubertin es la frase: ·»Si algunas mujeres quieren jugar al fútbol o al boxeo, que lo hagan, siempre que el evento se lleve a cabo sin espectadores, porque los espectadores que acuden en masa a tales competiciones, no están allí para ver un deporte».
Los defensores del barón de Coubertin dicen que él era un caballero de su tiempo que defendía la dignidad de las mujeres.
Y aunque creía que la vocación más elevada de una mujer era ser «la compañera del hombre, la futura madre de una familia», permitió la participación femenina en las «competiciones de arte», un evento paralelo que se celebró de 1912 a 1948 que también ideó Coubertin para que los artistas del mundo presentaran trabajos inspirados en el deporte.
Lo cierto es que Coubertin, pese a su oposición al ingreso de mujeres en el evento deportivo, en los 24 años que fue presidente del COI, el número de atletas femeninas pasó de 22 a 135 y compitieron en deportes como el golf, tiro con arco, equitación, tenis, clavados, vela, esgrima, natación y patinaje artístico.
También es verdad que después de retirarse del cargo, la cantidad de competidoras mujeres no se disparó, lo que hizo obvio que él no era el único que se oponía a su participación.
En Amsterdam 1928 las atletas eran el 10 % de la población de deportistas, mientras que en Roma 1960, eran 11 %. En 30 años el avance hacia la igualdad se dio a paso de tortuga.
Juegos Olímpicos Femeninos
A principios del siglo XX una francesa llamada Alice Milliat hizo todos los esfuerzos para lograr que las mujeres se incorporaran a los Juegos Olímpicos y siempre se encontró con la negativa de los directivos de entonces.
Ella practicaba remo, era nadadora y jugadora de hockey. Fue miembro del club fundado en 1911 llamado Femina Sport y ayudó a crear la Federación Francesa Femenina en 1917.
Dos años después, en 1919, Milliat solicitó sin éxito la inclusión del atletismo femenino de pista y de campo en los Juegos Olímpicos de 1924 a la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF).
En 1921, Milliat formó la Federación de Sociedades Femeninas de Francia, y fue este organismo el que decidió hacer los Juegos Olímpicos Femeninos, que abrazaron todos los deportes, incluyendo a los que se habían prohibido a las mujeres en las olimpíadas oficiales dirigidas por Coubertin.
Gracias a Milliat se realizaron eventos olímpicos femeninos entre 1921 y 1926 en Montecarlo, París y Gotemburgo que cada vez contaban con más países, más atletas y más espectadores.
Todas esas competiciones fueron criticadas por Coubertin que las calificó como «impropias», «poco interesantes» y «poco prácticas».
Pero, pese a las críticas del barón y de otros directivos, a la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) no le quedó más remedio que aceptar a las mujeres en cinco pruebas de los Juegos Olímpicos de Amsterdam en 1928.
Fue aprobada la participación femenina en los 100 metros planos, 800 metros planos, relevos 4×100 metros, salto de altura y lanzamiento de disco. Es decir, cinco pruebas que dejaron a muchas descontentas pues a los hombres se les permitían 22.
No obstante, fue en esas olimpíadas de 1928 que se inscribieron más mujeres en toda la historia del evento: 300 deportistas que representaban el 10 % de la población total de participantes.
Hoy ya son el 50 % con 5250 mujeres atletas que lograron estar en París 2024 pese a las condiciones desiguales en las que muchas tuvieron que entrenar.
Entonces, el avance existe pese a la lenta marcha y las mujeres esperan lograr, no solo participación en todos los ámbitos deportivos que incluyan posiciones como entrenadoras calificadas o ejecutivas, sino también mejores espacios y equipos para formarse, así como más respeto por parte de los medios y los periodistas que cubren los eventos en los que ellas participan.