Proceso
La realidad tiene una atracción gravitatoria inescapable. Por mucho que uno intente evadirla, tarde o temprano el peso de los hechos termina imponiéndose sobre la liviandad de los engaños o los autoengaños.
El domingo último la realidad llamó a la puerta de buena parte de las élites mexicanas. Y lo hizo con fuerza inusitada: Claudia Sheinbaum arrasó en la elección por la Presidencia. La candidata de Morena obtuvo alrededor de 60% de los votos. El doble que su rival más cercana, y casi siete puntos más que los registrados hace seis años por AMLO. Además, Morena arrasó en el Congreso y en los estados –Yucatán incluido–. Una paliza de ida y vuelta.
El triunfo de Morena amerita ser leído desde varios ángulos. En este artículo me enfocaré en uno exclusivamente: el mensaje de repudio al PRIAN y a las elites por parte de una importante mayoría.
Empecemos notando que el discurso populista de AMLO, aunque plagado de vicios y riesgoso en términos democráticos, ha logrado transmitir exitosamente a gran parte de la población una idea muy clara: que quienes se han beneficiado del sistema durante décadas, no tienen autoridad moral para seguir defendiendo sus privilegios ilegales o injustificados.
En mi próxima colaboración abordaré el reto que esto implicará para Claudia Sheinbaum. Aquí me interesa enfocarme en el hecho de que una parte del mensaje expresado en las urnas en 2018, refrendado con creces en 2024, es que el sistema debe reformarse para terminar con estos privilegios.
De ello no se sigue que Morena quiera o vaya a hacerlo, sólo que la mayoría de la población está convencida de que ello no ocurrirá mientras que el PRIAN o las élites socioeconómicas o religiosas sean quienes moldeen la realidad mexicana.
El PRI y el PAN tuvieron seis años para plantear una respuesta a esta demanda. Pero no lo intentaron. Ni siquiera con la elección presidencial en mira fueron capaces de reformarse y de ofrecer una alternativa que la satisfaga.
En su lugar optaron por el engaño. En sus canales oficiales esta campaña presentó una versión reciclada del “peligro para México” de 2006. Así lo insinuaron en los spots, entrevistas y espacios oficiales, incluyendo la idea de que un voto por Morena era un voto por el narco. En segundo plano quedaron la articulación de una visión de país o las propuestas concretas para atajar verdaderas emergencias, como la inseguridad o la crisis climática. Pero esta lógica fue más notoria en los canales extraoficiales. En concreto, cadenas difundidas por WhatsApp, Facebook u otras redes sociales. Que el PRIAN haya apostado por este tipo de comunicación es relevante. No es ningún secreto que tiene un alcance impresionante. Tampoco lo es que, dada la anonimidad de su origen, permite a quienes la patrocinan o incentivan tirar piedras sin mostrar sus manos.
La idea del “peligro para México” cobró otra dimensión a través de estos canales. Ahí se postuló que Sheinbaum cerraría iglesias, eliminaría la propiedad privada y las ya clásicas peroratas sobre la amenaza del comunismo o la venezuelización.
Esta idea reciclada se complementa con la de un “despertar ciudadano”, ejemplificado en la llamada “marea rosa”. De acuerdo con esta narrativa, un número suficiente de personas reconocía los peligros del proyecto impulsado por AMLO, y estaba dispuesta a refugiarse bajo el paraguas del PRIAN con tal de frenarlo.
El supuesto “despertar ciudadano” fue respaldado con la difusión de encuestas a modo. Probablemente el caso más conocido sea el de la empresa Massive Caller, que terminó haciendo el ridículo al colocar a Xóchitl Gálvez por encima de Sheinbaum o, cuando menos, empatarlas. Esto contrasta con el hecho de que desde hace varias semanas fue claro que lo que estaba en duda no era si Morena retendría la Presidencia, sino el margen por el que superaría a sus rivales.
De ello dan cuenta las encuestas más serias; es decir, las difundidas por casas encuestadoras fiables o con resultados probados –como las de El País o Reforma–. También quedó registrado en medios internacionales reputados –por ejemplo, The New York Times o The Financial Times–. Días antes de le elección, estos periódicos hablaron de 20 puntos porcentuales de ventaja y optaron por dedicar notas a la biografía, cualidades, y forma de gobernar de Claudia Sheinbaum.
El PRIAN apostó a que la combinación de estas narrativas podría generarle réditos electorales. Si su aspiración era tener 50% de los votos que tuvo Morena, su éxito es incontestable.
Si el PRI y el PAN apostaron por el engaño, buena parte de las élites que les respaldan optó por el autoengaño. En el nivel socioeconómico más alto hay quienes no ven el agravio y encuentran increíble que haya quienes voten por Morena. Desde esta óptica, Morena es exitoso, principalmente, porque “compra” o “engaña» a la gente “ignorante” a través de programas sociales.
La respuesta es entonces emprender una suerte de “misión” catequética para guiarles. Así, hubo quienes hicieron activismo en línea, pero también en las calles, apelando a la “empatía” y buscando concientizar a la población de los peligros mencionados arriba. Esta estrategia incluyó “advertir” a sus empleados, normalmente parte de la población con menos ingresos, sobre todo lo que podía perder si le daba su voto a Sheinbaum.
Lo hicieron en coro con el PRIAN, enfocándose, al igual que hace seis años, en el peligro que supuestamente representa Morena. Recordemos que entonces también se hablaba de comunismo, ateísmo y devaluaciones. Poco importa que nada de esto haya ocurrido. Desde luego, ocurrieron otras cosas lamentables, como el desborde de la inseguridad o el recurso al populismo, pero no las catástrofes que se proyectaban.
A ello hay que sumar que quienes apelan a la empatía no pueden o no quieren ver una verdad catedralicia. Durante décadas las élites han obtenido ingresos descomunales e injustificables en cualquier democracia. Para ser claro, la desigualdad en México sigue siendo ofensiva e indignante. Las élites viven como una auténtica aristocracia, y existe un abismo entre sus ingresos y los del resto de la población, algo que no es normal ni aceptable.
Entre las muchas fallas de Morena está el no haber empleado las herramientas democráticas a su alcance –como una reforma fiscal progresiva– para terminar con estos privilegios. Sin embargo, AMLO ha puesto el reflector sobre esta aberración y durante este sexenio, la mayoría de la población ha visto una justicia elemental en aspectos como su salario, pensión o días de descanso.
Para efectos de este análisis, lo importante es que la parte de quienes integran los niveles socioeconómicos más altos que promovió el voto antiMorena hablando de “empatía”, no está dispuesta a ver a las mayorías y ponerse en sus zapatos. Pese a que quienes integran este sector no han visto su nivel de vida afectado, la sola posibilidad de que exista algún cambio que permita una ecuación más simétrica es suficiente para autoconvencerse de que los pobres deben ser guiados.
Es momento de hacer un corte de caja. El triunfo contundente de Morena se explica, al menos en parte, por la existencia de millones de personas con un resentimiento justificado. Mientras no se acepte plenamente la legitimidad de este sentir, quien aspire a derrotar a ese partido no llegará a ninguna parte.
En este artículo he argumentado que esto es justamente lo que han hecho la oposición y buena parte de nuestras élites. En lugar de reconocer públicamente sus culpas y buscar reformarse, el PRIAN optó por el engaño. Por su parte, las élites no fueron capaces de reconocer su privilegio, empatizar con las personas resentidas, y suscribir sus causas. En su lugar, optaron por ofrecer llevarles de la mano a votar por el regreso del estado de cosas que tanto daño les ha causado.
No es ninguna sorpresa, entonces, que millones de personas les sigan repudiando.
*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham, Reino Unido.